domingo, 30 de noviembre de 2014

DE JOVELLANOS, HACIA LA PEDAGOGÍA COMO COMPONENTE INTRÍSECO DEL PATRIOTISMO.

Porque aunque puedan parecer términos encontrados, o en principio de difícil encaje, lo cierto es que ahí es donde sin lugar a dudas ha de brillar, cuando no de materializarse, el ingenio. Definitivamente, en aquellos lugares propensos al triunfo donde la mayoría, inepta, servil, o en una tórrida mezcla de ambos caracteres (o sea, caciquil) sencillamente fracasaron.

A estas alturas, lo único que parece estar claro es la sin duda necesaria genialidad de la que habrá de hacerse depositario aquél que sinceramente se considere digno de optar a la propuesta que hemos esbozado, Propuesta compleja donde las haya, en tanto que en su esencia ha de albergar precedentes, cuando no ingredientes, ciertamente contrapuestos. Se trata, en definitiva, de toda una declaración de intenciones la cual, dado además lo sensible de los previos sojuzgados, presenta elementos no disfuncionales, cuando sí directamente, contrapuestos.

Nos encontramos pues, sin el menor género de dudas, antes los previos excepcionales que bien podrían albergar una clara apuesta destinada a que la Dialéctica brille en todo su esplendor.
La Dialéctica, elemento creador, a la sazón distancia máxima con al que el Hombre puede soñar la hora de de jugar a ser Dios y que, al menos en lo teórico, entendido esto como lo absoluta y diametralmente opuesto a lo empírico, hace a los hombres dibujara acuarelas sin márgenes de lo que bien podría significar sentirse como Dios.

Pero como todo, esto tiene sus consecuencias. Y en el caso que nos ocupa se trata de unas consecuencias vinculadas al dolor casi etéreo, en tanto que es casi divino, de intuir sin llegar a saber, de recordar, sin llegar a concretar. No en vano se trata de desmentir una sensación solo comparable al recuerdo que en nuestra memoria queda del primer dulce que antaño saboreamos. Y como en todo recuerdo, las emociones no hacen sino edulcorarlo, alejándonos con ello de cualquier posibilidad de certeza.

Nos encontramos pues, y en cualquier caso, definiendo los sutiles retazos que ayudan a hacer comprensible lo que de todas, todas, no puede sino ser conformado en ingredientes exclusivamente manipulables por y para la Razón. Queda así pues claro, que lo único claro es que nos aproximamos de manera inexorable hacia los terrenos del Racionalismo.

Buscamos pues, un patriota razonable. Expresado de otra manera, nos creemos con opciones mínimamente adecuadas de encontrar a un hombre que por medio de la Razón, lo que supone obviamente descartar lo apasionado como argumento; se muestre capaz de convencernos de la idiosincrasia de España, y a la sazón, de la que les es propia a los españoles.

Puede parecer complicado, mas en este caso lo específico de los componentes del compuesto, hacen que tal y como ocurre con un compuesto químico, la combinación solo pueda dar lugar a un determinado resultado.

Nace Baltasar Melchor Gaspar María de JOVE LLANOS y RAMÍREZ en Gijón, la Noche de Reyes de 1744. Lo hace en el seno de una familia si bien no adinerada, cuando menos, desahogada, lo que se traducirá en la disposición que ésta tendrá para que el niño, desde muy pronto, tenga un permanente a la sazón que interesante contacto con los libros, catalizadores del Saber. Y la relación es de franca satisfacción, lo que convertirá en no solo nada traumático, cuando sí más bien incluso francamente benigno el que resulte imperativo vincular al joven hacia las disposiciones canónicas toda vez que el dispendio necesario para que el niño estudie (él hace el número once en la genealogía familiar), requiere de la particular concesión hacia los hábitos, al menos como medida de distensión a la hora de justificar la inversión.

Pero la realidad pronto dará frutos, y éstos certificarán hasta qué punto la inversión habrá pronto de resultar positiva esto es, dará claros a la par que evidentes frutos.
Aunque para ello, o tal vez como requisito imprescindible, habremos de consignar la clara y sin duda definitiva que nuestro protagonista llevará a cabo para con cualquier vestigio canónico. Ruptura que no estará para nada vinculada a proceder de carácter accidental, cuando sí más bien, como certificarán los propios escritos de JOVELLANOS, vendrá determinada por la sin duda convicción de que La Iglesia, y por ende todos y cada uno de sus componentes, han de permanecer alejados de todo contacto para con cualquier acción didáctica, en aras de impedir la contaminación que de tal relación sin duda habría de surgir.

Y será no obstante JOVELLANOS un hombre religioso. Y lo será en el más amplio sentido de la palabra. Cree no en vano nuestro protagonista que la Religión es en sí mismo un auténtico componente de los que son dignos de componer la enumeración de lo que habría de albergarse en toda definición de España, y por ende de los españoles. Así, en una misiva remitida, aunque nunca entregada al Delegado Francés que trae la encomienda de ofrecerle un puesto en el Gobierno Josefino; afirma que la Religión no es sino uno de los componentes que con mayor prestancia sirven para definir la posición que todo español ha de mostrar hacia determinadas consideraciones (como en este caso aquéllas que servirán para despreciar, cómo no con gran maestría la tal encomienda, rechazando en consecuencia la propuesta formal de un Ministerio en el Gobierno del invasor napoleónico.)

Todo ello ¿simplemente? para ayudarnos, cuando no para determinar, la intensidad de la aproximación a la figura de un español patriota, que no necesariamente nacionalista. Porque quizá en tal matiz se encuentre la incógnita que hoy nos sirve para ubicar tal vez a muchos, aunque hoy nos resulte suficiente con nuestro protagonista.
El ingrediente propenso a la hora de hacer plausible tamaño discernimiento, la contradicción. La contradicción como elemento perenne que se vuelve constante generatriz tanto de la personalidad como por supuesto de la obra de JOVELLANOS, y que se convertirá en combustible indispensable de esta máquina de pensar en la que sin duda llegó a convertirse.
Una máquina cuya precisión solo puede llegar a intuirse a partir del análisis de variables que se requiere para comprender el positivo efecto que en este caso llevaron a cabo como entes reguladores, el paso de JOVELLANOS por distintos lugares, y por supuesto con distintas funciones.
Resultará así de especial interés el paso por Sevilla. A raíz del mismo, además de afianzar si cabe sus recelos hacia los estipendios canónicos, nuestro protagonista comenzará de manera oficial sus relaciones para con la Administración Pública. Lo hará vinculado al mundo del Derecho con el cual, si bien la aproximación ha sido corta, y muy reciente, no será menos cierto afirmar que ha sido especialmente provechosa.
Así, y como prueba del bienestar que la mencionada causa en el todavía joven, tendremos a bien observar las dos aproximaciones que hacia el Teatro primero, y hacia la Ópera después, nuestro protagonista desarrollará en torno a finales de la década de 1760.

Y aunque ciertamente sería injusto decir que de las mencionadas experiencias se extrajo algo satisfactorio más allá del propio gusto egocéntrico, o sea, el que se satisface por el mero hacho de demostrar una aptitud, cuando no una mera disposición; lo cierto es que con la perspectiva que el tiempo proporciona nos sirve, qué duda cabe, que nos hallamos ante un hombre excepcional, no solo por lo polifacético, sino más bien por el grado de precisión que era capaz de imprimir en todo lo que hacía.

Puede por ello que por esa senda encontremos la explicación sobre los motivos que justificaron su presencia en sendos Consejos Supremos nada menos que de tres Monarcas. Así, podemos decir que Ilustró al Ilustrado por excelencia ( Carlos III). Soportó a Carlos IV, y mandó varias veces a paseo nada menos que a Fernando VII. Y en todos los casos sin perder por supuesto las formas, ni por supuesto el respeto de los interesados.

Y todo ello sin perder ni una sola vez su esencia. Una esencia que él mismo no definía, cuando sí más bien determinaba, como una suerte de propensión a sentirse asturiano, a la vez que disfrutaba de la Gracia de haber nacido en España.
De haber nacido en una España que, una vez más mostrará para con uno de sus hijos más insignes esa cara tan indolente, cuando no abiertamente desagradable, con la que esta patria premia a aquéllos de sus hijos que tienen la desgracia de ser unos adelantados. Porque una vez más, y por supuesto y por desgracia no será la última, JOVELLANOS será otro de los que engrosan esa inefable lista conformada a partir de los cuales la esencia de España no podría ser objeto de comprensión, si  bien como precio es la propia esencia la que ha de ser entregada en prenda.

En definitiva, un ejemplo más de las peculiaridades con las que hay que contar a la hora de esperar enjuiciamiento a la hora de decir sin tacha que se es español.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario