domingo, 28 de agosto de 2011

TOMÁS LUIS DE VICTORIA. DEL CONTRAPUNTO COMO HERRAMIENTA DE LA POLIFONÍA, HACIA EL NACIMIENTO DE LA MÚSICA.

Cuando uno se sienta al teclado, con el firme propósito de hablar de alguno de los Clásicos por excelencia, como pueden ser Mózart, Beethoven, o cualquiera de los ingentes clásicos con los que nos “codeamos” en este nuestro rincón, nuestro Contrapunto, lo único a lo que no tiene miedo es a mostrarse demasiado amable en los calificativos. Hablar bien de estos monstruos se convierte en un ejercicio de diligencia en el que uno sabe que cuenta con todo el margen del mundo. Un margen no por amplio, desmerecido.

Sin embargo, cuando uno se pone manos a la obra a la labor de poner por escrito, amparado por supuesto en la humildad, y convencido de la imposibilidad de lo objetivo en la ardua tarea por falta de espacio en las pocas líneas; algunas de las genialidades del Maestro que hoy nos ocupa, se encuentra con las dificultades propias del funambulista al que han retirado la red una vez ha iniciado la travesía por la cuerda floja.

Por eso, llegados a este punto, podemos ya afirmar sin miedo, desde la confianza que da saber que aquellos que todavía sigáis leyendo lo hacéis porque os interesa, que Tomás LUIS DE VICTORIA no es sólo, sin ningún género de dudas el mejor y más grande autor de Polifonía español, sino que este calificativo puede hacerse extensivo a toda Europa, y lo que es lo mismo dada la distribución que del mundo hay en la época, no es locura afirmar que, junto a Palestrina, se convierte en el “inventor” del concepto de música, tal y como hoy la concebimos.

A pesar de ello, o tal vez pronunciado con la misma rotundidad, hemos de afirmar que la figura, obra y vida de este insigne compositor, es sin lugar a dudas una de las más vilipendiadas de la Historia de la Música.

¿Cómo podemos entender que para acceder a su discografía tengamos que acudir a la BBC Británica? ¿En qué lugar nos deja saber que hasta hace “cuatro días”, el total de su repertorio musical publicado en España apenas llegaba a las cinco horas de grabación? Puede que todo eso esté en el mismo lugar saber que las mejores grabaciones al respecto, a las cuales hemos de acudir, pertenecen al Coro de la Abadía de West-Michdster.

Una vez más, por nuestras obras nos conocen. A propósito, a día de hoy continúa abierto el debate que desencadenamos hace algunos tres años cuando pusimos en entredicho el hecho de que el retrato que se le atribuye fuera realmente el suyo. Todo parece indicar que se trata de la imagen de uno de sus alumnos.

Mirar la vida y obra de Tomás LUIS DE VICTORIA desde la perspectiva que nos dan estos cuatrocientos años, nos permite, con algunas licencias, descubrir no sólo los misterios de uno de los hombres con más cosas que contar del Siglo XVI abulense. Nos permite realmente sondear en las circunstancias personales y profesionales de un hombre singular, que ya desde el principio parecía estar destinado al misterio. Así, certeza es que ya incluso para fijar su nacimiento ha de existir controversia. Cierto es que viene al mundo en 1548, tal y como se constata de manera irrevocable en los libros de registro de la Catedral de Ávila, donde ingresará como Niño Cantor del Coro. Sin embargo, nada hay en los libros al respecto que nos ayude a esclarecer la duda de si es natural de la propia ciudad de Ávila, o si por el contrario hemos de referir su nacimiento al cercano pueblo de Sanchidrián, como algunos refieren al respecto.

Sea como fuere a los diez años ingresa en el mencionado Coro de la Catedral, donde pronto pone de manifiesto condiciones especiales para la Música en sus acepciones diversas. Este hecho resulta definitivo en su vida, ya que en 1567 es enviado a la Roma jesuita, para completar su formación. Allí es muy probable que conozca a Palestrina, a saber uno de los incipientes responsables de la superación del Canto Gregoriano a manos de la polifonía. De lo que en cualquier caso no cabe duda alguna es de que mantuvo relación con dos de los hijos de este, Rodolfo y Ángel.

En cualquier caso, la influencia conceptual es indiscutible. Tomás abraza la polifonía, y su herramienta fundamental, el Contrapunto, con la pasión propia del que sabe ha encontrado lo definitivo. Con estos elementos, pronto construirá un sólido edificio en el que, al contrario que el caso de su maestro, ni el exceso de repertorio (compone realmente poco), ni la aparición de complementos paganos, (tan sólo compone Música Sacra), acabará rápidamente por consolidarle rápidamente, incluso en su época como uno de los más afamados, conocido y documentado aparece por ejemplo el hecho de la venta hacia 1600 de un libro de motetes del que se lanzaron unos cien ejemplares, obteniendo con ello la suma aproximada de algunos dos mil quinientos ducados.

Mas todo esto carece de sentido en la medida en que su pasión por Dios, reverenciada para siempre a partir de su ascenso a Sacerdote, precisamente un 28 de agosto, de 1575, le promueve de manera definitiva hacia la composición exclusivamente Sacra, hecho este del que no podrá moverle ni su ascenso a Maestro de Capilla, sustituyendo al propio Palestrina.

Y en medio de todo esto, Europa, el Renacimiento. Los movimientos Reformistas, y la Contrarreforma romana, y filipina. El pensamiento ilustrado ha hecho mella en el absolutismo conceptual religioso de la Europa del XVI. Monarcas como el propio Felipe II ven en las manifestaciones de Calvino y de Lutero no ya un peligro para la unidad religiosa, sino que aparejado a esta predicen la más que segura destrucción de la unidad de Europa, unidad esta que se encuentra sustentada en el incorruptible poder del dogma católico por un lado, y en el incuestionable poder de la seguridad en las decisiones de un Rey, y de un Imperio, apoyados de manera inalienable en este poder.

El peligro es, además de evidente, demasiado serio como para dejarlo pasar sin ser descabezado. Por ello, el final de siglo queda enmarcado dentro de las deliberaciones del “Concilio de Trento”, del que aparentemente han de salir las instrucciones en base a las cuales rectificar el rumbo de Europa.

Si bien otros insignes personajes de Ávila, como la propia Teresa de Jesús, o el insigne Juan de la Cruz, participan oficialmente en el Concilio, la aportación de otros, como el propio LUIS DE VICTORIA se hará en un marco más “indirecto”. Así, si una de las decisiones más controvertidas del Concilio versa sobre la interpretación dogmática de la figura de Cristo en tanto que Hijo de Dios, LUIS DE VICTORIA lleva a cabo una labor de afianzamiento indirecto de las consideraciones acerca de la relación de Dios con el Hombre a modo personal, basado en el análisis de las emociones que estas desencadenan en el hombre. Y lo hace gracias al nuevo catálogo de emociones que la música es capaz de hacer experimentar al hombre, acercándole según él, a Dios.

Y así es como el mejor polifonista de la historia de España, y sin duda uno de sus mejores compositores de todos los tiempos, ayuda con su ejemplo y su obra a cambiar el mundo, en la medida en que cambia al hombre, y su relación con Dios a través de la música. Hechos estos que desarrollará hasta su muerte, que sobrevendrá en Madrid, un 27 de agosto de 1611.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.


miércoles, 24 de agosto de 2011

LULLY Y LA CORTE DE LUIS XIV, DE CUANDO EL EXCESO SIRVE AL ARTE, Y A OTRAS ELEVADAS COTAS.


Hablar de Jean Baptiste Lully Florencia noviembre de 1632, París, 22 de marzo de 1687 , supone adentrarse en un terreno originalmente peligroso.

Alejados de cualquier interpretación o prejuicio, y atendiendo en cualquier caso a tan sólo las aportaciones directamente teóricas que hacen efecto a su más que demostrada capacitación no ya sólo como compositor sino también como ejecutante instrumental, Lully se manifiesta como una eminencia en la mayoría de los campos que toca, incluido en este caso el de las dificultosas “relaciones diplomáticas” que podrían darse en una Corte llena de delaciones, traiciones, y manifestaciones varias.

Lully constituye en si mismo un magnífico ejemplo de lo que diferencia el concepto del Arte en la mayoría de sus acepciones; del resto de características casi exigibles a cualquier género propio de la historia. A saber, el largo periodo en lo que se refiere a años que se hacen necesarios para que ocurra cualquier cosa que modifique las acepciones existentes.

Así, si tomamos en consideración que apenas ha transcurrido un siglo desde que Palestrina ha revolucionado la música con la Polifonía, hablamos con propiedad si tachamos como de hecho igualmente revolucionario la sucesión de aportaciones que Lully lleva a cabo para la música, con la diferencia de que el tiempo empleado para ello es de apenas un siglo.

Tanto su nacimiento en Italia, como su pronto traslado a Francia antes de haber cumplido los catorce años, parecen obrar en pos de que el joven Jean Baptite Lully (Giovanni) en la pila bautismal, acceda rápidamente a las mejores fuentes de la música, de su historia, y de lo mejor de la teoría del momento, lo que hará conforme a las instrucciones de sus superiores, cumpliendo igualmente por su cuenta con formación en otras áreas, como por ejemplo la retórica y la diplomacia, a las que se dedicará más en privado.

Con apenas veinte años entra en la Corte de Luis XIV, donde rápidamente destacará entre otras cosas por su innata capacidad para interpretar los más alocados deseos del monarca, los cuales a menudo eran verdaderamente complicados de satisfacer. Así, pronto supera su condición original de violinista, para lanzarse con fuerza a la condición de compositor, entre otros de ballet, algunos de los cuales fueron estrenados por el propio monarca actuando en el papel principal.

Sin embargo, su gran logro estriba en las ingentes aportaciones que hizo al incipiente mundo de la ópera. Así es como con él la misma abandona para siempre el estilo seco que hasta el momento le era propio, para pasar a unos incipientes movimientos de renovación en la interpretación que nos permiten decir que la ópera propiamente dicha nación con Llully. El abandono del recitativo seco, y su sustitución por el armonioso con acompañamiento de bajo continuo, así lo acreditan.

Coordinado todo esto, incluyendo las dotes de diplomacia ya aludidas, y sazonado todo con el apoyo del Rey Sol, no es difícil de entender que Lully se hiciera rápidamente con el control a todos los efectos de la música del XVII francés.

Entonces, ¿Dónde reside el motivo del abandono actual de su música? Pues precisamente de este hecho. Tal fue el hastío que llegó a demostrar hacia sus coetáneos, que estos, una vez desaparecido Luis XIV, y al no poder borrar del mapa al monarca, decidieron que sería más fácil hacer desaparecer a aquellos que le sirvieron con algún prestigio, y Lully, qué duda cabe, se encontraba entre estos últimos.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.


lunes, 15 de agosto de 2011

PALESTRINA, DEL CONTRAPUNTO A LA POLIFONÍA.



Hablar de Giovanni Pierluigi da Palestrina (Palestrina, c.1525 - Roma, 1594) se convierte en sí mismo en un ejercicio de virtuosismo en tanto que el viaje que con ello se inicia, requiere algunas de las dotes que él mismo atesoró, a saber, capacidad para la originalidad, esto es, certeza para saber reconocer en los orígenes las herramientas que en sí mismas se nos proporcionan para innova; y lo más importante, valentía conceptual para asumir las responsabilidades a las que sin duda sería necesario enfrentarse una vez que la vida y conceptualización de la misma, siempre fue hecha por el propio Palestrina atendiendo a criterios netamente espirituales.

Hombre eminentemente espiritual, siempre mostró su conceptualización de la vida a través de los ojos no ya de la religión, sino abiertamente de la Iglesia de Roma, a la que permanecía eminentemente ligado en tanto que al menos dos de los Obispos bao cuya tutela desarrolló su acción musical, ya fuera como intérprete en la Basílica de Santa María la Mayor, en la que formaba parte del coro cuando su Obispo alcanzó el nombramiento de Sumo Pontífice bajo el nombre de Julio III; hasta que luego sufriera sobre sí los odios del Papa que le precedió, Pablo IV. Palestrina mantuvo siempre su compromiso tanto con la Iglesia, como con sus integrantes, a saber los fieles. Y lo hizo por medio del desarrollo de su música.

El Siglo XVI es sin duda ninguna el gran siglo. La liberación conceptual, de pensamiento, y de formas que vienen implícitas con El Renacimiento, no hacen sino poner de manifiesto que el verdadero orden de las cosas ha cambiado de manera tan radical que, cualquier intento protagonizado por reaccionarios y conservadores de restablecer los viejos valores y cánones es, no sólo imposible en tanto que no dispone del apoyo de los verdaderos revolucionarios, a saber, el pueblo.

Y esta sensación es igualmente la que tiene el pueblo, cuando se ve inmerso en el nunca suficientemente estudiado fenómeno de la Contrarreforma. Cuando Lutero clava sus tesis en la puerta de la Catedral, desencadena una revolución que no puede pararse, al menos no por medios conceptuales. Decir abiertamente que La Iglesia de Roma no es un método válido para promover la salvación de las almas, constituye en sí mismo un punto de no retorno. Se convierte en el caballo de batalla que incendiará Europa desde sus raíces más profundas, las de la unidad que procede de un único e inamovible Credo, el del Dogma Católico.

Por eso cuando Calvino viene a terminar de crear el caos afirmando que la predestinación es, ligada al Pecado Original, la que decide ajenas a los hombres y a sus acciones, quien se salva y quien no, La Iglesia de Roma ve como o reacciona, o se apunta al paro.

El Caos dogmático es de calibre semejante al que había provocado Nicolás Copérnico con la publicación del “Arrst Indómitas”, y por ello necesitaba de una solución parecida.

Y para eso vino que ni pintado la existencia de ese Concilio que llevaba aparcado varios años. Noviembre de 1545. buen momento para la celebración del Concilio de Trento, a saber uno de los más impresionantes de la Historia de la Iglesia, si bien el los veinte años que fueron necesarios para su celebración, el mundo cambiaba a pasos vistos.

Figuras de la eminencia de Teresa de Jesús, o de Juan de la Cruz, aseguraban el triunfo conceptual y dogmático de un Concilio en el que vieron la luz entre otras disposiciones según las cuales la categoría moral había de ser rasgo exigible a aquél que optara a ser nombrado Obispo. En definitiva una manera magnifica de acabar con la extendida costumbre de “enrolar” en la Iglesia a los “segundones” de las grandes familias que se habían quedado sin herencia.

Sin embargo los grandes acuerdos, a saber aquellos que debían de hacer factible una contrarreforma sutil, no llegaron a plantearse, de manera que el Sacro Imperio Romano Germánico estaba en peligro, y esta vez el peligro venia de dentro.

Y en esta marabunta de cambios, Palestrina se apunta a la revolución conceptual que de pie a la música moderna tal y como la conocemos.

Para ello, y a partir de la superación conceptual del Gregoriano, deja atrás el canto monocorde de la salmodia, para, a través de la conceptualización del contrapunto, esto es, la disposición enfrentada de pasajes cuyo sentido, disperso a priori, da en realidad una nueva idea de cohesión a la obra. Ha nacido en esencia la Polifonía.

Pero como suele ocurrir en estos casos, la revolución no es bienvenida en la casa reaccionaria y conservadora por excelencia, a saber la Iglesia de Roma. Palestrina es expulsado o rebajado de todas sus funciones, bajo la disoluta acusación de “…permitir con demasiado exceso la intrusión de música profana en sus creaciones sacras”

La Historia de la Música dará gracias, todavía hoy a estas benditas intrusiones.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

agosto de 2011.