sábado, 26 de noviembre de 2011

JOAQUÍN RODRIGO, EL NACIONALISMO VISTO A TRAVÉS DE UNA GUITARRA.


Cuando el 22 de noviembre de 1901 nace en Sagunto, pocas son las circunstancias que pueden hacer presagiar que tanta, tan prolífica, y extendida durante tantos años, habrá de ser la carrera de Joaquín RODRIGO. Pocos pueden decir con la autoridad del maestro, que sus decisiones habrán de ser tan influyentes, sus innovaciones tan profundas, y sus creencias tan arraigadas, a pesar de que, en este caso, tanto su nacionalismo, como su forma de expresarlo, sean absolutamente distintos al de el resto de maestro a los que hasta el momento hemos dedicado nuestras humildes líneas.

Dos habrán de ser las circunstancias que más profundamente incidan en la obra, vida y creaciones de RODRIGO. Por un lado, su ceguera temprana, una infección de difteria lo deja ciego con tres años, le canaliza abiertamente hacia la música como forma de expresión, determinando así mismo la segunda circunstancia añadida, cual es la de su exposición hacia la guitarra como instrumento al tacto por antonomasia. La guitarra le permitirá desde muy joven mostrar su tendencia hacia la música, más concretamente su tradición hacia los palos que le son más habituales dentro del segmento clásico, a saber las canciones, y las concreciones orquestales.

Al contrario de lo ocurrido con sus coetáneos y contemporáneos, RODRIGO no hará del nacionalismo un elemento a ultranza. A diferencia de otros como el ya comentado FALLA, la Política no supondrá para el maestro de Sagunto ningún motivo de acción, simplemente no le resulta atractiva en ninguna de sus múltiples derivadas.

Esta apatía, tendrá pronto su recompensa en la medida en que la mutua desafección que se da entre el maestro y el Régimen, hace que la institución no le crea importante, olvidándose de él, proporcionándole con ello una tranquilidad que es muy de valorar en vista de los tiempos que se aproximan.

Sin embargo, otros comportamientos sí serán motivo de copia. Así, en 1927 acompañará a FALLA en su decisión de iniciar el periplo francés. En París establecerá relación con músicos de la talla de RAVEL, estudiará con leyendas de la talla de DUKAS, y en el terreno de lo personal conocerá a su futura esposa, la pianista turca Victoria KHAMHI.

A raíz, o tal vez por franca influencia de estos campos, el nacionalismo propio de la desazón del que ha tenido que abandonar injustamente su tierra va calando en un RODRIGO, que finalmente decide rendir tributo a su instrumento favorito, la guitarra, fijándose como objetivo el encumbrar a este instrumento en un lugar de privilegio dentro de la música, y más concretamente en el terreno de la ejecución orquestal.

El primer paso para ello se da en 1940, cuando tiene lugar en Barcelona el estreno mundial de El Concierto de Aranjuez, obra para guitarra y orquesta. La obra, aparte de poner en el disparadero de manera definitiva a su autor, constituye todo un alegato, probablemente el mejor y más definitivo que se ha hecho en honor de este bello instrumento tan nuestro, en pos de ubicarlo de manera definitiva como parte imprescindible dentro del catálogo orquestal.

La consagración de la obra, trae consigo el inevitable alzamiento definitivo del compositor, y con él, catapulta definitivamente a la guitarra hasta su definitivo lugar en la ejecución de conciertos, así como la ejecución de los elementos orquestales en forma de canción, que alcanzan con él su máximo desarrollo.

En 1983 recibe el Premio Nacional de Música, y en 1991 el Rey lo ennoblece con el Marquesado de los Jardines de Aranjuez,

Muere en Madrid, en julio de 1999, constituyéndose con ello en uno de los baluartes de la Cultura Musical Española, de la que fue fiel defensor a lo largo de toda su vida, que se extendió a lo largo de todo el siglo XX.

Luis Jonás VEGAS.


sábado, 19 de noviembre de 2011

MANUEL DE FALLA, LAS DISCONFORMIDADES DE UN NACIONALISMO QUE HA DE ALIMENTARSE DESDE EL EXTRANJERO.


Cuando el 23 de noviembre de 1876 nace Manuel de FALLA, en el seno de una familia gaditana, se ponía la primera piedra del que habría de ser sin duda uno de los edificios más firme de la Historia de la Musicología Española.

Si bien sus orígenes burgueses presagiaban una vida desahogada, las presiones que acaecieron sobre todo el país, repercutieron también sobre la familia Falla, complicando la existencia de un joven Manuel que, afortunadamente, adquiere el gusto por la música y la composición directamente de la mano de su madre, María Jesús MSTHEU, de la que debe, además de sus primeras clases, una rígida educación, en la que el gusto por lo bien hecho, y la búsqueda obsesiva de la perfección se ven recubiertas por la eterna presencia de una ferviente religiosidad católica.

Por ello, este ambiente es el ideal para la conformación de una personalidad constante, espartana e incluso un poco apegada al sufrimiento, hecho este que le será tremendamente útil de cara confeccionar estrategias que le permitan conducir situaciones muy complicadas a lo largo de toda su carrera.

Así, por medio de la interpretación de piano en cafeterías y diversos locales, dirán las crónicas que algunos de “dudosa reputación”, logra ingresar como alumno libre en la Escuela Nacional de Música y Declamación, en la que obtendrá la titulación con rango de sobresaliente, abriendo así ante él un panorama nuevo.

Gana en 1905 el Premio convocado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, con la obra La Vida es breve. Esto, entre otras cosas le permite conocer a PEDRELL, músico catalán con el que mantendrá aparte de una relación de franca amistad, una muy fructuosa en lo concerniente a al construcción musical.

Y es que, la primera fase de la destrucción de España está en marcha, y pasa inexorablemente por el reordenamiento, cuando no por la franca destrucción de los avales culturales de todo aquello que no le es útil a la nueva España. Así, de las enseñanzas de PEDRELL, se forma en FALLA, sin duda a partir del arraigo que en él tienen las ideas católicas, una especie de reacción cultural basada en el reforzamiento de las teorías culturales de España, o de lo que él ingenuamente cree que es España.

Porque la desolación con la que comprueba como todos sus esfuerzos son malinterpretados, cuando no abiertamente manipulados por la caterva de politicuchos y militares de medio pelo que se están adueñando de España, le llevan a iniciar un exilio voluntario que comenzará en Francia, se prolongará en Argentina, y postergará su retorno hasta hacerlo imposible en vida.

En Francia conoce a músicos como Debussy Y Ravel, desarrolla su talento musical, y recibe ofertas para presentar su talento en ciudades como Boston, o la propia San Petersburgo. Mas su pena por España va creciendo.

Así, vive con tormento los sucesos previos a los actos de 1931, como ferviente católico protesta contra los saqueos y quema de conventos, lo que hace que el Régimen Franquista malinterprete su predisposición, animándole a que acepte el nombramiento de la recién creada Dirección de Cultura del Régimen. No contribuiré con mi palabra o con mi pluma a que se vierta una gota más de sangre española. No unos ni otros se lo perdonarán nunca.

Ha de marcharse a Argentina en 1939, donde fallece el 14 de noviembre de 1946, mientras dormía.

Enterrado en primer término en Argentina, el Régimen se burla de él reclamando sus restos para enterrarlo en España. Su familia se opone, en pos de mantener su voluntad, pero son acallados.

Los restos llegan a Cádiz, entre saludos oficiales, carrozas, desfile oficial con el Ministro del ramo a la cabeza, promoviendo la última incoherencia, al no promover en muerte la espartana vida que llevó.

Al menos depositaron sus restos en su amada Granada.

Luis Jonás VEGAS.


sábado, 12 de noviembre de 2011

EL CONCILIO DE TRENTO, ÚLTIMO INTENTO PARA SALVAR LA DISCUSIÓN ENTRE FE Y RAZÓN.


Año de Gracia de nuestro señor de 1545. La Europa en ciernes, a saber el Sacro Imperio Romano Germánico, se encuentra en claro y evidente peligro. No se trata ya de hecho de que de nuevo sus fronteras se hallen amenazadas por sus tradicionales enemigos, que lo son; la realidad es otra y mucho más peligrosa. La duda razonable, a saber el más peligroso enemigo que hay, en tanto que ni el más resistente de los cimientos puede hacerle frente, se ha instalado en el Imperio. La estabilidad manifiesta, siempre en manos de la unidad que proporciona el Cristianismo, se encuentra en claro peligro, y su caída amenaza con arrastrar de manera irreversible al Imperio.

Desde 1518, los protestantes alemanes, conscientes de su poder, han planteado a Carlos I, en su condición de Emperador del Sacro Imperio, la celebración de un Concilio que, con finalidad integradora, ponga fin a las diferencias existentes entre la tradicional forma de concebir el Dogma Cristiano, y la nueva forma de entender la Religión que ellos preconizan. A tal efecto, 1521 ve el pronunciamiento de la Dieta de Worms, convocada con esa finalidad, y a la que incluso se permite acudir al propio Martín LUTERO. Sin embargo, la acción de bloqueo llevada a cabo por los elementos cristianos hace imposible cualquier tipo de acuerdo.

A la condición extrema de crisis de la propia Iglesia, hay que añadir el factor nada desdeñable y ya sugerido de la franca amenaza que para las fronteras suponía el enemigo turco. La sujeción de las fronteras era un hecho incuestionable, y para ello era imprescindible la intervención de los Príncipes Alemanes, los cuales por otro lado estaban ahora en franca dúbita en tanto que muchos de ellos habían abandonado el Dogma Católico, para arrojarse en manos del Protestantismo, por considerarlo más humano y coherente con las interpretaciones vulgares de imagen que de la vida y las enseñanzas de Cristo dan las Sagradas Escrituras.

Y para terminar de complicarlo todo, falta el ingrediente de discordia que en este caso proporciona la catadura moral y personal de Carlos I. como ya hemos dicho máximo responsable del Sacro Imperio, y defensor a ultranza, como no podía ser de otra manera, de las teorías católicas.

Además, como factor contextual, la Crisis de Población acaecida en el siglo XIV, que tuvo como consecuencia fundamental el traslado del vulgo a la ciudad, provocando el resurgimiento de éstas como centro de poder, provocó asimismo en primera derivada la constitución y auge de nuevas estructuras de conocimiento y saber ajenas al control exhaustivo que hasta ese momento habían ejercido sobre el saber las órdenes reglares.

Surgen así las scholas antiquas, o las Vulgata Universitates. Estos centros, verdaderos gérmenes de las actuales universidades laicas, rápidamente se convierten en el centro no sólo del saber, sino de la investigación a través de la experimentación, salvando con ello todos los límites que la mera acción de copia y transcripción que llevan a cabo los monjes, no podía ni siquiera plantear, convirtiéndose así en uno de los mayores obstáculos que para el alcance del saber han existido.

Y como muestra de este dilema, el enfrentamiento que, a nivel de Órdenes Religiosas se manifiesta entre Dominicos y Franciscanos. Unos y otros se jactan de poseer el conocimiento y el saber máximo, procedente siempre de Dios, sin embargo unos lo postulan como un saber pasivo, sobre el que sólo cabe la contemplación y el atesoramiento, en tanto que todo el voluntad de Dios. Por el contrario otros abogan abiertamente por la investigación de los hechos, como realidad que agrada a Dios.

Y con este ambiente, el Papa Paulo III convoca el Concilio de Trento, que arrancará tal día como el 13 de noviembre de 1545 en la ciudad italiana de Trento, Se prolongará hasta 1543, siendo Pío IV el encargado de clausurarlo.

Tras 25 sesiones, en las cuales se tratan temas tan imprescindibles como la virginidad de Maria, la validación de los Sacramentos, o la certeza de las fuentes de las que bebe la Fe, sólo una cosa queda clara, la condición de Dogma que preconiza por antonomasia la Iglesia Católica hace de su carácter intransigente el mejor de sus defensas, a la par que garantiza su supervivencia.

Luis Jonás VEGAS.


EL CONCILIO DE TRENTO, ÚLTIMO INTENTO PARA SALVAR LA DISCUSIÓN ENTRE FE Y RAZÓN.


Año de Gracia de nuestro señor de 1545. La Europa en ciernes, a saber el Sacro Imperio Romano Germánico, se encuentra en claro y evidente peligro. No se trata ya de hecho de que de nuevo sus fronteras se hallen amenazadas por sus tradicionales enemigos, que lo son; la realidad es otra y mucho más peligrosa. La duda razonable, a saber el más peligroso enemigo que hay, en tanto que ni el más resistente de los cimientos puede hacerle frente, se ha instalado en el Imperio. La estabilidad manifiesta, siempre en manos de la unidad que proporciona el Cristianismo, se encuentra en claro peligro, y su caída amenaza con arrastrar de manera irreversible al Imperio.

Desde 1518, los protestantes alemanes, conscientes de su poder, han planteado a Carlos I, en su condición de Emperador del Sacro Imperio, la celebración de un Concilio que, con finalidad integradora, ponga fin a las diferencias existentes entre la tradicional forma de concebir el Dogma Cristiano, y la nueva forma de entender la Religión que ellos preconizan. A tal efecto, 1521 ve el pronunciamiento de la Dieta de Worms, convocada con esa finalidad, y a la que incluso se permite acudir al propio Martín LUTERO. Sin embargo, la acción de bloqueo llevada a cabo por los elementos cristianos hace imposible cualquier tipo de acuerdo.

A la condición extrema de crisis de la propia Iglesia, hay que añadir el factor nada desdeñable y ya sugerido de la franca amenaza que para las fronteras suponía el enemigo turco. La sujeción de las fronteras era un hecho incuestionable, y para ello era imprescindible la intervención de los Príncipes Alemanes, los cuales por otro lado estaban ahora en franca dúbita en tanto que muchos de ellos habían abandonado el Dogma Católico, para arrojarse en manos del Protestantismo, por considerarlo más humano y coherente con las interpretaciones vulgares de imagen que de la vida y las enseñanzas de Cristo dan las Sagradas Escrituras.

Y para terminar de complicarlo todo, falta el ingrediente de discordia que en este caso proporciona la catadura moral y personal de Carlos I. como ya hemos dicho máximo responsable del Sacro Imperio, y defensor a ultranza, como no podía ser de otra manera, de las teorías católicas.

Además, como factor contextual, la Crisis de Población acaecida en el siglo XIV, que tuvo como consecuencia fundamental el traslado del vulgo a la ciudad, provocando el resurgimiento de éstas como centro de poder, provocó asimismo en primera derivada la constitución y auge de nuevas estructuras de conocimiento y saber ajenas al control exhaustivo que hasta ese momento habían ejercido sobre el saber las órdenes reglares.

Surgen así las scholas antiquas, o las Vulgata Universitates. Estos centros, verdaderos gérmenes de las actuales universidades laicas, rápidamente se convierten en el centro no sólo del saber, sino de la investigación a través de la experimentación, salvando con ello todos los límites que la mera acción de copia y transcripción que llevan a cabo los monjes, no podía ni siquiera plantear, convirtiéndose así en uno de los mayores obstáculos que para el alcance del saber han existido.

Y como muestra de este dilema, el enfrentamiento que, a nivel de Órdenes Religiosas se manifiesta entre Dominicos y Franciscanos. Unos y otros se jactan de poseer el conocimiento y el saber máximo, procedente siempre de Dios, sin embargo unos lo postulan como un saber pasivo, sobre el que sólo cabe la contemplación y el atesoramiento, en tanto que todo el voluntad de Dios. Por el contrario otros abogan abiertamente por la investigación de los hechos, como realidad que agrada a Dios.

Y con este ambiente, el Papa Paulo III convoca el Concilio de Trento, que arrancará tal día como el 13 de noviembre de 1545 en la ciudad italiana de Trento, Se prolongará hasta 1543, siendo Pío IV el encargado de clausurarlo.

Tras 25 sesiones, en las cuales se tratan temas tan imprescindibles como la virginidad de Maria, la validación de los Sacramentos, o la certeza de las fuentes de las que bebe la Fe, sólo una cosa queda clara, la condición de Dogma que preconiza por antonomasia la Iglesia Católica hace de su carácter intransigente el mejor de sus defensas, a la par que garantiza su supervivencia.

Luis Jonás VEGAS.


sábado, 5 de noviembre de 2011

NOVIEMBRE, SIN DUDA EL MES DE LA MÚSICA EN ESPAÑA.


Una de las circunstancias que sin duda pone de manifiesto no ya la peculiaridad de España como país, sino especialmente lo peculiar del carácter de los españoles, es aquella circunstancia tan sabiamente elegida a la par que explicada por el insigne Julián MARÍAS, cuando este afirma que…si bien en cada momento de la actualidad puede resultar difícil encontrar dos circunstancias que confluyan en el mismo grado de importancia para dos españoles coetáneos, no así ocurrirá a la hora de provocar reacciones previsibles en dos españoles separados en realidad por varias decenas de años, cuando no de siglos. Así, un español del Madrid de los sesenta, reaccionará igual que otro con época en el “Madrid de los Austrias”, a la hora por ejemplo de reconocer a una mujer bella, o de defenderla ante el ataque de algún rufián. Pero siempre sin reconocerse ellos mutuamente el mismo tipo de valor, o semejante procedencia.

Y este es, sin duda, el más correcto de los puntos de partida que habremos de introducir a la hora de aproximarnos al reconocimiento, o más bien a la falta del mismo, que en relación a la música española se ha llevado a cabo, casi siempre con el recatado silencio, cuando no con la abierta aquiescencia, de España, y de los españoles.

No se trata aquí de entonar una recua plañidera. Ni tan siquiera habremos de promover un conato de crítica. Simplemente intentaremos promover un sucinto análisis en virtud del cual intentar llegar a las conclusiones básicas en torno a las que explicar por qué la música española está marcada de los dos máximos vicios que históricamente practica el español, a saber considerar siempre lo extranjero como mejor, por el mero hecho de ser extranjero, y sufrir del conocido trauma que para España significa reconocerse como española.

Cuando hablamos de otras ciencias, aptitudes, o comportamientos; relacionados con materias o ciencias tan diversas como la Filosofía, la Política o la Medicina; los logros e implicaciones que las aportaciones de los españoles tienen, no sufren, afortunadamente, de este pequeño gran lastre. Obras como las investigaciones de MARAÑÓN pioneras en el programa genoma, el desarrollo de estructuras políticas innovadoras como las I y II Repúblicas, con figuras como AZAÑA, o las aportaciones al campo de las Humanidades de genios como UNAMUNO, aparecen no obstante libres de esta lacra, que impide su desarrollo a la par que limita su conocimiento, por otro lado tan imprescindible para propios y extraños.

Así, nadie en su sano juicio puede negar que las aportaciones de los creadores españoles a la Música Clásica, han supuesto una innovación cuando no una modificación de perspectivas que ha evitado muchas veces el enquilosamiento de ésta.

En conclusión, los dos últimos siglos, esbozando el comienzo del XIX con el nacimiento de FALLA, y el fin del XX con la muerte de RODRIGO, constituyen el periodo de mayor trascendencia técnica, con perdón de algunos como LUIS DE VICTORIA, O CABEZÓN, teniendo a su vez en cuenta las aportaciones de otros como GRANADOS.

Por ello, aprovechando la especial circunstancia que se pone de manifiesto en la incidencia que el mes de noviembre tuvo siempre en la vida de todos ellos, es por lo que vamos a comenzar aquí un ciclo especial de Música Española con el mes de noviembre como protagonista.

Esperamos sinceramente que os guste.

Luis Jonás VEGAS.