sábado, 30 de junio de 2012

A VUELTAS CON EL SIGLO XVIII, CON SUS REVOLUCIONES, Y EN EL CASO QUE NOS OCUPA HOY, CON ROUSSEAU.


No es casual que, del uso que resulta de repasar con menor o mayor intensidad los bagajes propiciatorios de éste, nuestro CONTRAPUNTO, podamos exponer, aún a riesgo de resultar un tanto reiterativos, pero sin la menor posibilidad de pecar de alocados; la absoluta certeza de que precisamente ese periodo histórico ha venido a constituir, sin el menor género de dudas, el de mayor impulso y revitalización en lo que se aplica a los usos y costumbres, sobre todo en materia de Política, que ha acaecido en la Historia de la Humanidad, si descartamos claro está y por motivos obvios, el siglo que acabamos de dejar atrás, el ya pasado Siglo XX.

Política, Economía, Religión, Nada quedó a salvo de los nuevos vientos que soplaron, podríamos decir en todo el mundo, a lo largo del periodo 1700-1800. Desde la pérdida de las colonias por parte de algunas metrópolis, como es el caso de Inglaterra, con los Estados Independientes de las Colonias, embrión de los Estados Unidos de América; hasta la firma de tratados bochornosos, como los firmados en 1713 entre España y la propia Inglaterra, que tuvieron como consecuencia la pérdida a su vez de cuantiosos territorios, como el caso del propio Gibraltar; lo importante en el caso que nos ocupa no es ya el hecho como tal, sino específicamente la constatación de la existencia de un pensamiento revolucionario que, pese a llevar latente en los diversos pueblos multitud de años, no había terminado de dar el paso.

Nunca hasta el momento que hoy traemos a colación, la existencia puntual y matizada de determinadas personas, como Jean Jacques ROUSSEAU, son en sí mismo, y a título individual, tan imprescindibles de cara no ya a entender, sino abiertamente a explicar, la existencia y desarrollo de los pensamientos que cimentaron la existencia de una Sociedad tan determinada, tan específica, como la que no sólo posibilitó, sino que abiertamente dio píe a los múltiples y diversos acontecimientos revolucionarios que necesitaron, bien es cierto, de toda la centuria del XVIII para desarrollarse. Pero no es menos cierto que gracias a ese determinado pasado, tenemos hoy el presente que tenemos.
Un presente, convulso, no cabe duda, pero que aún en el peor de los escenarios que nuestra capacidad pudiera recrear, siempre seguiría conformando una imagen en la que los cánones de civismo, desarrollo, sociedad y progreso no podrían, ni por asomo, retrotraernos a las realidades que en Europa habían imperado con anterioridad al éxito del periodo revolucionario. Unas realidades que si definitivamente han sido ya desterradas definitivamente de nuestro acervo cultural, pero sobre todo político y moral, es gracias a los ingentes avances que tuvieron lugar como polea motriz del XVIII revolucionario.
Y como uno de los elementos más vinculantes en todo ese impactante  proceso, Jean Jacques ROUSSEAU.

Filósofo, Humanista, Escritor…ROUSSEAU constituye una de esas costosas figuras que de vez en cuando alumbra la Historia, y que revisados con la perspectiva que proporciona el propio paso del tiempo, se constituyen, sin el menos género de dudas, en verdaderos faros, si no balizas desde las cuales proceder con un análisis ordenado de todas las circunstancias que les fueron propias. Y semejante llamamiento al orden, en una época como la que manejamos hoy, resulta especialmente satisfactorio.

Sin ánimo de ser irreverentemente trágicos, puede que una de las certezas de la obscuridad propiciatoria del momento en el que vivimos, pueda constatarse a partir de la unificación de circunstancias  tales como la falta de la más mínima conmemoración del hecho matriz, cual es el trescientos aniversario de su nacimiento, acaecido el 28 de junio de 1712.

Nacido en Ginebra, por aquel entonces Ciudad-Estado a la que sus padres habían emigrado por circunstancias de marcado carácter religioso, la tragedia social viene pronto a hacer mella en la vida de nuestro protagonista, cuando su madre muere a la semana de dar a luz. Su padre no sabe hacerse cargo del infante, lo que le lleva a dejar su educación en manos de sus familiares. A pesar de ello, el joven Juan Jacobo se desarrolla magníficamente en casa de sus tíos, En el campo, rodeado de los que le quieren, y correteando por los campos en compañía de su primo, se va forjando una época que el propio autor cataloga años después como de ampliamente idílica.

Así, si para cualquier mentalidad los acontecimientos que se desarrollan en la etapa infantil son importantes, para el caso de una mente privilegiada como la de ROUSSEAU estos bien alcanzan el grado de trascendentales. La aparente facilidad de la vida en el campo, en compañía de una familia que satisfacía todas sus demandas, promueve el evidente desarrollo, al menos en el sentido incipiente, de algunas de las consignas que con el tiempo serán el amparo de la Temática Conceptual Revolucionaria. El elevar al terreno de lo culto, aspecto tales como el de la naturalidad, va promoviendo de manera ya imparable la forja de una teoría conceptual en la que convicciones tales como que el Hombre es bueno por Naturaleza, se van abriendo paso de manera cada vez más eficaz.

Es ya por aquel entonces, 1728, que ROUSSEAU se traslada a la ciudad de ANNECY. Allí conocerá a Madame de WARENS, de la que cree enamorarse, pero de la que, más allá del tal hecho, obtendrá de manera inequívoca otros beneficios, tales como la amplia formación que la mencionada le proporciona, en tanto que le adopta a modo de pupilo.

Esa época representa sin duda el reencuentro con la época dorada que pensaba, desgraciadamente había quedado atrás. Se dedica al estudio, el cual sobre todo le sirve para cimentar de manera argumentada sus tesis de Libertad Natural. “Renunciar a la Libertad, es renunciar a la más importante de las cualidades del Hombre, a los derechos de la Humanidad, y lo que es más, a los deberes.”

Con semejante efervescencia conceptual, hacia 1730 su trabajo como copista de partituras, y su especial gusto por la Música, le llevan a desarrollar un sistema de notación musical que presentará en la Academia de Ciencias de París en 1742. Inesperadamente le lleva a acceder a la Encyclopedie

En 1750, regresado ya a París, esa misma Academia, presenta un Concurso bajo el lema: “¿Contribuyen las Artes y las Ciencias a corromper al individuo?” ROUSSEAU aprovecha definitivamente la ocasión. Su obra: “Discurso sobre las artes y las ciencias.”  No  sólo gana la propuesta, sino que lo hace situándose en un lugar privilegiado de cara a proyectar sus ideas, si cabe de por si innatamente revolucionarias.

Pero para ese entonces, sus múltiples contradicciones estructurales, inevitables si sometemos a análisis la producción de un hombre que promulga activamente su ideal del naturalismo a ultranza en el seno de una Sociedad ya marcadamente sometida por el ambiente pre-revolucionario, lo que a la par le lleva a una situación francamente delicada al situarle en posición de agravio frente a unas autoridades que, como es lógico, presuponen un evidente riesgo en la lectura de cualquier movimiento que a la sazón pueda poner en peligro cualquier modelo que a priori justifica su permanencia.

Su juicio está más que celebrado, y el veredicto no puede ser otro que el de culpable. Pero hay que esperar, se hace imprescindible esperar, ya que de hacerse las cosas de una manera inadecuada, se corre el peligro de convertirlo en un mártir, y eso es lo único que necesita la causa, un referente moral hacia el cual canalizar el cada vez más ferviente espíritu que se ha ido poco a poco adueñando de las masas, las cuales amenazan con tomar su propio camino una vez que el límite del patriotismo ya se ha visto desbordado de cara a seguir actuando como limitador.

Y es entonces cuando, como no podía ser de otra manera, el propio ROUSSEAU les sirve su cabeza en bandeja. En 1762 publica Emilio, o de la Educación. El que viene a ser el reflejo de la evolución de un infante, basado en el desarrollo de uno de sus propios hijos, al parecer uno de los pocos que no fue arrojado a la inclusa tal y como había hecho con todos los demás, siempre bajo la justificación de “…no poder tolerar que quedaran bajo el auspicio de su familia política, ignorantes al máximo, y sin duda incapaces de educar correctamente a un niño.” El libro, uno de los primeros manuales si no el primero verdaderamente en la historia que refleja la evolución natural del educando, a la par que ofrece pautas de desarrollo y teorías de educación las cuales, fundadas en las permanentes creencias naturalistas del autor, constituyen, incluso todavía hoy, una de las mejores fuentes de teoría de cara promover teorías formales de Educación, constituyendo todavía hoy uno de los mejores recursos de formación dentro de las normales de todo el mundo.

El Sistema no puede desperdiciar la ocasión. Las posibilidades que aporta el hecho de que haya sido el primero en identificar al infante como una realidad autónoma e independiente, el que haya osado calificar al niño como una realidad en sí mismo, alejándose de las creencias según las cuales los niños no son sino “adultos en pequeño”, constituye una realidad demasiado peligrosa en tanto que abre un sinfín de posibilidades al discernir por primera vez de manera clara y evidente el hecho de que el niño es en sí mismo una etapa del desarrollo que finaliza con su consagración como Ser Humano. ROUSSAU ha definido los parámetros de la nueva Educación, como el código de procedimientos encaminados a lograr la plena formación del educando.

Pero todo esto ocurre demasiado deprisa. Es como si todo en la vida de nuestro protagonista de hoy fuese demasiado revolucionario. Los Poderes ven en todo lo descrito una amenaza más peligrosa en tanto que es más difusa, por ello destierran a ROUSSEAU.

Volverá a París en 1768, bajo la promesa de no volver a publicar más. Se consagra hasta su muerte el 2 de julio de 1778  a su querida labor de copista de música.

Tras el triunfo de la revolución, sus restos son finalmente trasladados al Panteón de París.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

sábado, 23 de junio de 2012

ESPAÑA 1212, DE LAS NAVAS DE TOLOSA A HOY, PASANDO POR LOS “Studium Generale”


La carta que en 1263 envía el Papa Urbano IV a Palencia, elogiando la buena disposición de la ciudad, así como los magníficos resultados que se hacen patentes respecto de los estudiantes que de Palencia salen, constituye en realidad mucho más que una mera carta destinada a elogiar la personalidad, o abiertamente el empecinamiento de aquél que ha logrado no sólo salirse con la suya, demostrando además el grado de certeza de aquello que en un primer momento sólo era por él visualizado. Tampoco puede reducirse a un mero elogio, destinado a apropiarse en última instancia, de un bien que otro ha trabajado, amparándonos en que se trata “de alcanzar la mejor Gloria de Dios.” Se trata en última instancia de reconocer en la figura del Obispo palentino Tello Téllez, la capacidad y lucidez del que fue capaz no sólo de ver la importancia de hacer general el Estudio como arma en los Reinos Cristianos. Se trata en realidad de manifestar el homenaje y la honra de aquél que fundó los estudios universitarios en España. Palencia, 1212.

Palencia es, por aquel entonces, una pequeña ciudad. No contando con una población mayor  de cuatro mil habitantes, nada hace presuponer que en la misma puedan no ya asentar su sede los considerandos de unos “Studium Generale”, sino mucho menos pensar que sobrevivan. Sin embargo, pocos pueden contar con el ingrediente diferenciador que obrará el milagro, la presencia en la ciudad del Obispo Tello Téllez. Hombre versado, letrado y culto, posee una ingente serie de cualidades, entre las que destacan el respeto por el saber, y por los asuntos propios al mundo laico.
De la mezcla que surge de apacentar estos extraños requisitos, máxime cuando todos se unen en la figura de un servidor de la Iglesia, se unen los ingredientes que logran desarrollar en Palencia unos Studium Generale. La labor no sólo no es sencilla, sino que más bien es ardua. El cumplimiento de los requisitos imprescindibles para ostentar la consideración, a saber, ser capaz de atraer estudiantes de todas partes, constituirse en el centro de Alta Educación en al menos una de las tres materias por excelencia (teología, gramática o medicina); y lograr atraer a Maestros que sean Autoridades en su materia; constituyen de por sí un ejercicio de cuya ingente dificultad bien pudieron atestiguar otras ciudades con más pujanza, incluso en la propia época, a saber, París, o incluso Oxford.

En cualquier caso, la correcta ordenación de los acontecimientos fue proclive a la consolidación del proyecto, si bien éste anduvo desde el primer fomento con dificultades, lo que provocó su desvanecimiento en poco más de un siglo. Sin embargo, esto no fue óbice para que de sus “aulas” surgieran grandes asesores de estado, escribas, religiosos, e incluso elementos de marcado prestigio histórico, como el mismísimo Gonzalo DE BERCEO.

Constituye además no ya el precedente, sino abiertamente el precedente de la Estructura Universitaria que, poco a poco, va calando en las ciudades de primero los Reinos Cristianos, y luego en especial la propia Castilla, saltando además el impedimento existente hasta ese momento de que una ciudad hubiera de ser abiertamente Sacra para optar a la posibilidad.
Palencia es una ciudad pequeña, pero es el precedente de la organización en Universite, como término acuñado para referirse al gremio o estructura organizativa que agrupa a los distintos elementos de una Comunidad Educativa, ya sean estos alumnos o profesores. Con el tiempo, los grupos crecen en número y composición, haciéndose imprescindible el uso del plural Universitates.

Lucio DE TUY, y Rodrigo JIMÉNEZ DE RADA harán pronto de cronistas de excepción en relación al hecho. La importancia y auge que la institución alcanzará en el último tercio del siglo XIII será tal, que incluso interesa atribuir su fundación al mismísimo Rey Alfonso VIII. Sin embargo, poco o nada hace validar tal consolidación. Varios son los motivos. El primero es ingentemente pecuniario: Alfonso VIII se encuentra embarcado en varias aventuras bélicas. La primera y más importante, el sostenimiento de la marca o terreno fronterizo respecto de los reinos Andalusíes, que ahora empujan bajo la acción terrible de los Almohades, los cuales tras su victoria en Alarcos 1195, y la captura de centros como Calatrava, campean muy propensos a buscar objetivos más substanciales. Por otro lado, problemas de familia someten a continuas tensiones el sostenimiento de fronteras que aparentemente habrían de ser menos exigentes, lo que a menudo merma recursos a la Reconquista, a la par que distrae la mente del monarca.

Además, otras circunstancias, estas sí de carácter estrictamente técnico, irán poco a poco minando la solvencia del Centro de Estudios Salmantino. Por aquel entonces, una vez que Alfonso VIII ya ha establecido la importancia estratégica de los Studium Generale para el Reino, dos son las funciones generales que a tales se les atribuyen. Por un lado, la formación y cualificación de Hombres de Estado, a saber, estrategas, escribas y otros llamados a formar los Consejos Reales de España, cuando no de Europa.
La otra opción, la religiosa. Se trata de poner al servicio de La Iglesia elementos con cualificación y solvencia demostrada, los cuales ayuden a mantener fuerte y sin fisuras un edificio, el de la propia Iglesia, que comienza a enfrentarse a grandes enemigos, unos extranjeros, y otros nacionales.

Y Palencia decide apostar por esto. Si bien su apuesta manifiesta es la Teología, no será menos cierto que no descuidará la formación en las grandes áreas del Trivium y Quadrivium. Así, las denominadas Artes Liberales, a saber Dialéctica, Retórica y Gramática, verán en las personas de grandes Maestros internacionales, como el italiano Ugalino DE SESSO, o el alemán HERMANN más que satisfecha la demanda en formación.

Pero la suerte está echada. La carta del Pontífice de 1263 no encierra tan solo felicitaciones. El empeño que ésta trae de dotar a Palencia con consideraciones y ventajas especiales, como ya ocurre en otras como París y Bolonia, parece constituir la certeza previa de que el proyecto es insostenible.
El empeño de Palencia en apostar en exclusiva por el Derecho Canónico, supone su condenación. Otros son ya los intereses, ahora es más importante el Derecho Civil, y eso lo explota con ingente éxito Salamanca desde 1250.

A pesar de todo, y en el trascurrir del más del siglo y medio que queda, el Studium Generale de Palencia se apuntará entre otros el tanto de ser el centro desde el que se estructurará el fenómeno cultural del Mester de Clerecía, a saber, la manifestación ordenada y coherente de las aportaciones que la Iglesia Católica hará a la Cultura, en sus versiones más laicas, destacando por supuesto la Poesía, y la Música.

Con todo, la inclusión de la Iglesia en el proceso de formación, es más que evidente, y trasciende con mucho del hecho probado de que deban hacerse cargo del pago de los Honorarios de los Maestros que imparten. Mucho más sencillo y no menos importante resulta el conocimiento de detalles tales como que el nacimiento de las Bibliotecas Universitarias hay que buscarlo en el armariolum, a menudo no mucho más que una estantería en la que los monjes depositan los libros que han de ser leídos en la galería de mandatum. Ésta, situada en el lado de levante, junto a la capilla, constituía a menudo el lugar más cálido de todo el convento, con la excepción del scriptorium, muchas veces el único recinto calefactado de todo el cenobio.
Pero el proceso de absorción ha de hacerse despacio. Así, ya para finales del XIII la irrupción en las ciudades de las Órdenes Mendicantes trae consigo el establecimiento de escuelas urbanas cuyo prestigio aumenta rápidamente, permitiendo el desarrollo de elementos maravillosos tales como el aula abierta al Patio de los Reyes, en el Monasterio de Santo Tomás, en Ávila.

Todo parece así perfectamente ordenado. El matrimonio en el año 1170 de Alfonso VIII con Leonor DE PLANTAGENET, hija del Rey Inglés Enrique II y Leonor de AQUITANIA, se convierte en el primer ejercicio de matrimonio estratégico con repercusiones internacionales.

El desastre de Alarcos, ha sido superado rápidamente. La superioridad conceptual, los Cristianos se creen verdaderamente reforzados por una supuesta superioridad, se ve reforzada por la predisposición ordenada de una estructuras de gobierno que superan en orden, formación y concepto, no sólo a las del enemigo, sino a las del resto de Reinos Cristinos (Palencia y Salamanca serán hasta Lérida las únicas sedes universitarias de los reinos cristianos).

La suerte parece decidida, caminamos hacia Las Navas de Tolosa.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.


sábado, 16 de junio de 2012

DE EL PRECIO DE LOS SUEÑOS. DESPERTAR PARA MORIR.


Una vez más, comparecemos ante nuestro juicio con la Historia. Y como viene ocurriendo en los últimos dos mil seiscientos años, lo hacemos no sólo carentes de humildad, sino que hoy venimos a añadir, a la que se constituye ya como una larga lista de pecados y faltas, el de la absoluta arrogancia.
El Hombre lleva toda su vida enfrentándose a esta clase de juicios. Con el tiempo, se ha familiarizado tanto con ellos, que incluso a llegado a catalogarlos bajo una nomenclatura común. Los llama, “su cita con la Historia”. En realidad, no se trata más que de momentos en los que la perversión y la petulancia, nos lleva a dar un paso más. Incapaces como somos de aceptar no ya lo circunstancial de nuestra existencia, sino por supuesto empeñados en resaltar la inapropiada necesidad de nuestra existencia, nos lanzamos a un juego peligroso, terrible “en tanto que tal”, el cual, poco a poco, se fue complicando enormemente, hasta el punto de acabar convirtiéndose en una singularidad, esto es, un fenómeno que supera la naturaleza que le es propia, hasta alcanzar conciencia de sí mismo.

Y el monstruo creció. Y de partida tan sólo contaba con lo que aquellos primeros hombres podían darle. Pero todo aquello pronto fue poco. El Individuo se vio superado, dando paso a la idea de Civilización. La idea de transcendencia caló pronto entre aquéllos, concibiendo primero una mitología que pronto fue desbordada, surgieron así las religiones politeístas, con sus dioses antropomórficos, que pronto dieron paso al verdadero a la par que complejo pensamiento simbólico máximo, aquél que es imprescindible para concebir la idea de una fuerza única, capaz de superar todas las primicias expuestas por el “motor inmóvil de Platón” hasta consolidar todo un protocolo religioso absoluto, que hace del dogma su fuerza, y del oficio su arma.
Y es así como la Religión Monoteísta, se erige en patrón definitivo que regirá durante siglos el desarrollo de Europa.

A medida que el Hombre evoluciona, lo que no supone más que describir de manera científica al proceso por el cual el Hombre abandona paulatinamente los componentes que le categorizan como animal, lo único que hemos podido observar sin el menor género de dudas, es el progresivo aumento en la complejidad tanto de los problemas a los que el Hombre se enfrenta, como de los desarrollos conceptuales en los que éste ha de apoyarse para solventarlos.
Nos encontramos, en definitiva, ante un Sistema, en definitiva, que se retroalimenta a sí mismo, garantizando con ello su pervivencia a lo largo del continuo espacio-tiempo. Y el nexo común que lo sustenta, el binomio que encontramos entre el Hombre, y su propia Evolución.

La superación de los principios elementales, lleva implícitamente aparejada la necesidad de desarrollo de nuevos elementos conforme a los cuales enfrentarse a la nueva realidad que surge. La Sociedad se muestra como la forma en torno a la cual se aglutina esta superación. Su instrumento último, la civilización como muestra palpable de los procesos desencadenados en pos de la consecución de esa certeza compartida según la cual la unión hace la fuerza.

Y Europa es, sin duda ninguna, el paradigma que ejemplifica todos los avatares de los que es capaz el Ser Humano, desde que esta idea anidó en lo más profundo de su alma, desde que Grecia se sirviera de la Diosa Europa, montada a lomos del toro blanco, que no era sino Zeus haciendo de las suyas, para explicar luego el surgimiento de la nación griega, como algo más que una serie de conquistas de polis pequeñas y primitivas, por otras más desarrolladas. Se trataba sin duda alguna de darle un carácter más necesario, aunque para ello hubiera que limar las asperezas, y barnizar los desconchones que la verdad histórica dejaba entrever.

A pesar de todo, el camino estaba ya trazado de formar unívoca. La capacidad conceptual de Grecia, se apoyaría luego en la contundencia de las razones esgrimidas por las legiones romanas. Luego habrían de ser los Suevos y Vándalos, Bárbaros del Norte, los que colocaran, a lo largo de siglos, los elementos que acabarían por conformar lo que sería el germen de lo que hoy entendemos como Europa, el Sacro Imperio Romano Germánico. Y todo ello, gracias a la conformación de una estructura social que entendió, antes que nadie, o tal vez mejor que nadie (por ello sobrevivió a otras que a priori parecían incluso mejor dispuestas), las implicaciones del gran marco de sistema, aquél que proporciona la correcta ordenación de los elementos preceptivos: Economía, Sociedad, Política y Religión.

Porque todo, absolutamente todo, gira en torno a la implicación que guarda para con esos elementos, o al efecto que sobre ellos causa. Así, podemos afirmar sin dejar mucho espacio para la duda, que el tránsito entre las distintas épocas que constituyen la Historia, no se produce sino en base a las diferentes reordenaciones que entre esos elementos se llevan a cabo, convirtiéndose a su vez las revoluciones que jalonan la Historia, en las manifestaciones traumáticas que estos cambios en la disposición y criterio provocan en los seres humanos, ahora ya ciudadanos, lacayos o vasallos según se trate, que conforman esos estadios.

Podemos así decir, en base a la observación directa, que la distancia en tiempo que separa cada una de las etapas históricas preceptivas, así como el grado de impacto que cada uno de los episodios traumáticos que son precedentes, es cuantitativamente menor, a la vez que la intensidad del impacto aumenta exponencialmente en términos cuantitativos. Así, si la superación de la Edad Media fue un hecho cuya explicación ha de ser buscada entre otros elementos principales en el aumento y mejora de las técnicas agrícolas en Europa, lo que provocó el desarrollo de una Economía Excedentaria que pronto hizo del comercio la actividad más prolífica. No es menos cierto que en base al esquema propuesto, las revoluciones que son preceptivas no están sino argumentadas en el hecho del cambio de orden que lleva el colocar a la Economía en el primer puesto dentro del mencionado esquema.
Un primer puesto del que desde entonces no ha habido manera de removerla. Cierto es que desde entonces, muchos han sido los cambios acaecidos, y otras tantas las revoluciones que les son atribuidas. Sin embargo, desde el instante referido, sólo uno ha sido el verdadero cambio radical surgido, el nacimiento del concepto de Economía Especuladora; y la implantación del paladín que libra por ella sus batallas, El Capitalismo.

Desde la llegada de Colón a América, abriendo rutas de comercio aún hoy ventajosas, hasta el arrase de Europa a manos de las hordas nazis, pasando por los viajes de Carlos I a Alemania, cargado de oro para comprar su nombramiento como emperador del Sacro Imperio, poco han cambiado en realidad las cosas, al menos en el terreno de lo conceptual. Sin embargo, mucho lo han hecho en otros campos. El acceso casi instantáneo a los hechos y a las fuentes por parte de los ciudadanos en tiempo real, no sólo facilita el tránsito de información, sino que impide la manipulación de la misma por parte de los gobiernos. Esto, que a priori constituye una virtud, se muestra en realidad como algo no tan positivo, llegando a convertirse en un problema. La instantaneidad se ha instalado en nuestro mundo. No se trata de saber lo trascendental que es un hecho, se trata de ser capaces de calcular los segundos que va a tardar en ocurrir otro hecho tan si no más notorio. Y esto nos está volviendo locos, hasta el punto de poner en riesgo estructuras que basan su éxito en todo lo contrario, en valores tales como la permanencia, el rigor, la trascendencia, etc.

Precisamente por eso, en estos instantes, en los que todo parece desmoronarse a nuestro alrededor con la velocidad del rayo. Momentos en los que el aquí y el ahora han perdido todo su valor en pos del instante de tránsito que los une, es cuando, si cabe, más necesitamos rescatar esos elementos fundamentales que siempre han estado ahí, seguros, resguardados, esperando su futuro.

No se trata de que Europa se la juegue. Es que toda la teoría ciudadana se la juega. El individuo, y todas las certidumbres que éste lleva aparejadas, se está viendo cuestionado. Es por ello imprescindible acudir a esas fuentes perpetuas.

La Cultura, la Filosofía, la Música, constituyen el nuevo marco regenerador a partir del cual recuperar el camino de la conformación del mundo, y reemprender con ello la labor que olvidamos hace algunos años.

Es curioso, todo empezó en Grecia, y parece que volverá a ser Grecia la responsable del comienzo de una nueva era.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.


domingo, 10 de junio de 2012

POLONIA, DEL ROMANTICISMO A LA EUROCOPA, PASANDO POR CHOPIN.


Escasas y contadas son las ocasiones, y tal vez por ello sea más inexcusable la obligación de aprovecharlas; en las que actualidad y pasado se dan la mano, y lo hacen además de manera tan incuestionable.
Pocos son, igualmente, los acontecimientos sociales de índole mundial, tales como el fútbol, que aglutinan en torno de sí tal grado de importancia para el lugar en el que los mismos tienen lugar, como por otro lado ocurre con la gestación, desarrollo y celebración, de un acontecimiento masivo como es el caso de una Eurocopa de Fútbol.

El fútbol trasciende su condición de deporte. Supera con mucho incluso las características que a priori pueden actuar en este caso a modo de limitadores. El fútbol se revela como un verdadero instrumento de renovación social. Capaz de aglutinar en torno de sí a personas y pasiones de todos los colores, se manifiesta como el verdadero eje en torno al que giran las pasiones, vicios y necesidades que, hasta hace algunos años, y sobre todo en los últimos dos siglos, bien podían ser considerados como los catalizadores conceptuales de las grandes revueltas. Nacionalismo, patriotismo…afán de conquista, son conceptos que, unidos a las emociones que les son propias, convergen actualmente en torno no ya de la necesidad de conquista del país limítrofe, en respuesta a la necesidad de liberar el instinto. Todo eso queda, hoy por hoy, sublimado bajo el manto esbelto que la condición de seguidor de fútbol, de hincha, o de hoollygan en el peor de los casos, te proporciona la condición de seguidor de un equipo de fútbol, siempre que estés dispuesto a pagar los peajes que tal condición lleva implícitos.

Y el fútbol escala posiciones en tanto que elemento de interés social. Gana batallas que defienden pasiones que de cualquier otra manera, y en cualquier otra época hubieran dado lugar a verdaderas confrontaciones y, por supuesto, promueve el accedo directo al Olimpo de los Dioses, a todo aquél que logra el éxito mediante la práctica del mismo, éxito al que se accede bien por la coherencia con los estereotipos que la buena práctica del mismo considera como adecuados; si bien otras veces éste depende de variables menos claras.
Ineludiblemente asociado a estos condicionantes, vienen otros de carácter mucho más populistas, como por ejemplo, los económicos. Así, ser designado como País Anfitrión de un torneo internacional de Fútbol, como puede ser una Eurocopa, bien puede convertirse en el mayor logro que, en términos de proyección internacional, un determinado país puede alcanzar en mucho tiempo. Un acontecimiento en torno del cual pueden darse cita emociones con origen muy diverso, incluso contradictorio, como pueden ser las emociones nacionalistas.
El nacionalismo no es una emoción. Mucho menos una sensación. Se trata más bien de un fenómeno psicológico que, ateniéndonos de manera estricta a los principio freudianos, no viene sino a componer, mediante el uso de los componentes sociales, un catálogo de elementos sustitutivos que ayudan al individuo a confeccionarse su propio marco de pertenencia, a partir del cual proyectarse hacia el mundo.
Por ello, apoyándonos de manera indisoluble en ésos mismos principios psicológicos, resulta paradójico utilizarlos como a priori de cara a comprender las motivaciones de CHOPIN  y de su música; convirtiendo si cabe en mucho más paradójico el considerar las mismas como de nacionalistas, al menos si para ello nos limitamos a tirar de las acepciones tradicionales.

Nace Chopin en la pequeña localidad polaca de T. Lowda. Situada a unos 60 kilómetros de la capital, Varsovia, no hay nada en ella que la convierta en algo digno de ser tenido en cuenta. Tal vez, lo único que parece propiciatorio para la pequeña localidad pase porque, salvando las diferencias proporcionales lógicas obrantes de ser una localidad, en ella se dan de manera pormenorizada y ordenada, todas y cada una de las circunstancias propiciatorias que, por otro lado, no se  dan en Polonia como nación. Así, resulta evidente que Polonia es un país que en realidad parece haber faltado a su cita para con la Historia. Desde muy pronto, su posición geográfica, que la sitúa en condición de paso obligatorio para cualquier movimiento que haya de producirse por Europa, lleva al país a un continuo proceso de intercambio. Esto, genera en la población el surgimiento de un pensamiento generalizado que bien puede describirse como de eterna ausencia de referencia.
Si bien la entrada en el Sacro Imperio Romano-Germánico pone relativo coto a la situación, no es menos cierto que la difusa toma de posición de Polonia ante acontecimientos como el enfrentamiento Ruso Prusiano, dejan al país en una situación poco clara. Semejante situación, no hace sino incrementar las tensiones obvias para con sus vecinos. Unas tensiones que pronto se rearman a medida que la forma de comportarse de Polonia como país es interpretado como síntoma de debilidad. Todo esto acabará el uno de septiembre de 1939, cuando soldados de la Wermha, ejército alemán, responden con violencia a un fingido ataque protagonizado en apariencia por guardias de frontera polacos. El resultado es doble, sirve como detonante de la II Guerra Mundial, y permite a Hitler anexionarse Polonia en apenas 96 horas.

Si bien los acontecimientos remontados parecen no tener concordancia con los hechos atribuibles a la vida de Chopin, un pequeño repaso bastará, en este caso, para verificar que no es así. Los que se desarrollaron con antelación a los tiempos de nuestro protagonista, sirvieron por otro lado para conformar el marco de referencia al cual atribuir las altisonancias de su vida, al menos en lo que concierne a los aspectos conceptualizados. Tenemos con ello, que la necesidad de generar un espíritu propio que sufre Polonia, aparece igualmente velada por un miedo oculto a que semejante comportamiento pueda ser interpretado por los eternos enemigos, como pueden ser Prusia o Rusia, lo que puede dar lugar a otro furibundo castigo. De esta manera, el país, o más concretamente su conciencia, necesita diseñar un mecanismo que le faculte para desarrollar un concepto de nacionalidad, que sea por otro lado lo suficientemente ambiguo como para no ser considerado una amenaza para los ya referidos. Es entonces cuando la Cultura, y en especial la Música, acuden al rescate de Polonia.

Chopin no se encuentra a gusto en casa. No ya en su aldea. No se encuentra a gusto en Polonia. Su rápido desarrollo musical, que le lleva a componer sus primeras obras concebibles con apenas ocho años, impresiona tanto a su familia, como a algunos conocidos. Se va formando en él la convicción de que los espacios que le rodean le atan, no por pequeños, sino por vacíos. Polonia no le motiva.
Abandona así todo, y marcha a Viena, Capital Cultural del momento. Allí, su ingente capacidad es comprendida, y su brillantez técnica en la ejecución es valorada. Sin embargo no hay fealling. Las críticas, si bien son técnicamente agradecidas, dejan un trasfondo amargo en forma de la acusación velada de que “…toca bajo de volumen”. “¡Van listos, si esperan que para satisfacerles haya de aporrear el teclado! “ Esa es toda la respuesta que reciben del maestro.
Sin duda de ahí emana la manifiesta ánima aversión que siente hacia el público, y hacia las actuaciones. Chopin considera los actos públicos como un duelo en el que tiene que convencer a un atajo de ignorantes de una serie de principios para los cuales no están preparados. Abandona definitivamente la idea de triunfar, al menos en los términos en los que ésta puede concebirse, y se dedica a dar clases magistrales, 20 francos por sesión (unos 90 euros), lo que a cuatro por día, le permiten no obstante vivir francamente bien.

Sin embargo a eso no puede quedar reducido su hacer. Desanda definitivamente el camino que años atrás anduviera su padre, un emigrante francés, y se planta en París, donde según sus propias palabras un hombre puede desarrollarse de manera completa, pues todo el mundo ríe, a su manera. Todo el mundo llora, a su manera, y nadie se entromete.
Se introduce pronto en el Círculo de Amigos de Polonia, conformado como es de imaginar por autores, críticos y productores polacos que están exiliados, en mayor o menor medida. De esas relaciones, obtendrá entre otras cosas la satisfacción de ser valorado, así como la satisfacción más material de cerrar interesantes contratos que tendrán como resultado recitales que conformarán un ambiente elitista en el que el maestro se mueve con mucha soltura.
Tiene así, por otro lado, tiempo y justificación para recuperar los conocimientos desarrollados en los tiempos todavía jóvenes, cuando siendo muy joven, su mala salud obligaba a sus padres a mandarle con su tía a Morodovia. Allí tuvo contacto con las polonesas y mazurcas. Se tratan las primeras, más que las segundas, de estructuras netamente concebidas con fines nacionalistas. Chopin las despojará a unas y a otras del aditamento gravoso para experimentar con ellas el casi olvidado modo griego. Con ello, las composiciones ganan en rigor, sobre todo en el modo grave, consolidando con ello unas piezas francamente interesantes, que serán muy bien acogidas por todo el mundo.

La convergencia de todo esto, permite a Chopin estar vacunado contra la lacra que en forma de Romanticismo mal comprendido, sacuda el primer tercio del XIX. El autor no sólo no se verá libre del acoso, sino que además dejará su impronta en el Romanticismo serio posterior, mediante la irrupción maravillosa de los nocturnos.
Son estas unas composiciones que, a lo largo de una sucesión de compases, nunca superior a 109, el piano logra conformar un universo sonoro de tal magnitud que perturba por igual al ejecutante, como al oyente, arrastrando a ambos por un laberinto preceptivo que sólo una cosa tiene garantizada, la certeza de que se trata de algo imposible de recuperar en tanto que cada interpretación es irrepetible.

Con ello, Chopin, logrará como pocos, conquistar en apenas 39 años un sitio indiscutible en la esfera de los grandes, un sitio que se resume en la frase con la que sus coetáneos le describen:
Con Chopin, viene a cerrarse el eterno esquema de la Música: Bach compuso para el Universo, Beethoven lo hizo para la Humanidad. Chopin lo hizo para que cada Individuo se reencontrara.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

sábado, 2 de junio de 2012

DE EL SIGLO XVIII A LAS REVOLUCIONES, PASANDO POR ARENAS DE SAN PEDRO, Y LUIGI BOCCHERINI.


Cualquiera que diga que el 19 de febrero de 1743 algo podía presagiar la agitada vida que le esperaba al niño que acababa de nacer, sin duda le dispondría para ser dignamente tomado por un augur de talla sin parangón, o, abiertamente, por el mayor charlatán de la Historia. En cualquier caso, poca es a menudo la distancia que separa a los individuos militantes en una especie, respecto de la otra.
Mas a pesar de todo, el feliz alumbramiento del que luego sería bautizado como Luigi Rodolfo BOCCHERINI, acaeció en circunstancias tan positivas y agradables, como luego agitada sería sin duda su vivencia, y el catálogo de vivencias que acumularía.

Nacido en Lucca, provincia de La Toscana, en el seno de una familia imbuida en la Música, no en vano su madre era bailarina de ballet, en tanto que su padre tocaba el chelo, si bien con escaso éxito. No obstante, estos acontecimientos se coordinaron positivamente de cara a permitir que se dieran las circunstancias imprescindibles para que al menos, el talento del futuro compositor fuera rápidamente reconocido, y a la sazón protegido. Además de esto, su padre asumió, como en tantas otras ocasiones, la labor de formar al niño, si bien en este caso no se observan las por otro lado tan repetidas situaciones en las que la figura paterna no hace sino arrojar sobre el infante la obligación de saldar las cuentas que a menudo se hallan pendientes en forma de frustración. De manera sorprendente, sobre todo por la época en la que nos encontramos, tanto el joven Luigi, así como todos sus hermanos y hermanos, pueden gozar de la fortuna de decir que fueron educados en una familia sorprendentemente ilustrada. Es como si las influencias de Rousseau  y sus maquinaciones educativas hubieran alcanzado de alguna manera a la familia BOCCHERINI la cual, de manera brillante, puso en práctica los principios pedagógicos que el erudito francés había establecido en la que se trata de uno de los más antiguos, si no realmente del primer compendio de teoría educativa didáctica de la historia, Nos estamos refiriendo, qué duda cabe a la obra Emilio, o de la Educación. Sin embargo, tal relación es imposible, si pretende ser trasladada al plano causa-efecto, en tanto que no fue publicada hasta 1762.

Sea como fuere, los acontecimientos se ordenan de tal manera que con catorce años, protagoniza su primer concierto, no podía ser de otra manera, de violonchelo. El hecho es trascendente, y lo es por varios motivos. En primer lugar, el violonchelo es, en estos años, un instrumento vilipendiado. Subyugado por la fuerza de otros componentes de la cuerda, e incapaz de luchar con ellos en materia por ejemplo, de elegancia, el cello asume de manera silenciosa su papel. Así, acostumbrado a permanecer en un segundo plano, acompañando la brillantez de los otros componentes de la cuerda, y lo que es mucho más injusto, a menudo tapando por superposición de tono los errores que éstos cometen; el violonchelo espera paciente su ocasión, la que le proporcione aquella obra que permanece aún en la metáfora de obscuridad que para la música se constituye en el silencio.
Y la oportunidad se materializa en aquel mismo concierto. Impactando a propios y extraños, el niño BOCCHERINI es enviado a Roma, donde estudia con Giovanni Battista CONSTANZI. Allí será donde se empape de las obras y, lo que es más importante, de los métodos y proceder de los grandes como PALESTRINA y el mismísimo ALLEGRI. Verá su alma inflamado por obras como el Misserere,

Todo esto cambiará de manera irrevocable tanto su vida, como la percepción que del mismo tiene. Y así, aunque jamás perdió el contacto con la familia, a pesar de conseguir en Viena plaza a sus hermanos en el cuerpo de baile, la verdad es que sus impulsos acaban por manifestarse. Se sabe un músico con talento, y, lo que es más, competente para revolucionar el concepto de la que por entonces se empezaba a denominar Música Galante.
En viva relación con la Música de Cámara, en la que influiría de manera definitiva; precursora sin lugar a dudas del Movimiento Romántico que está por llegar, la Música Galante se establece, y lo hace por méritos propios, como uno de los más importantes alcances que en el terreno de la cultura nos proporciona el siglo XVIII. Surgido en término conceptuales como contraposición al exceso del que ha hecho gala el movimiento Barroco, dominante por antonomasia, el Estilo Galante se apoya en elementos que podríamos denominar contrapuestos respecto de éste. Así, además de concebir frases más largas, no obstante redunda manifiestamente en la coherencia de las mismas, pudiendo con ello prescindir del exceso de graves del que hasta el momento se había hecho gala imprescindible, de cara a lograr el subrayado de momentos principales de la obra, para lo cual ahora se usa la propia fuerza de la frase.

Como quiera que sea, todo esto coloca BOCCHERINI en una posición francamente ventajosa, en tanto que todo ello redunda en la mejora situación de la que parte la cuerda, así como las formaciones musicales que le son propias. Dotado para la Música de Cámara, y en especial para la composición y ejecución de Cuartetos, en 1768 se cruza en su vida Joaquín Anastassio de Pignatelli. Embajador de España en Francia, Pignatelli se entusiasma con la interpretación del Cuarteto nº1 que el músico ha ejecutado en París. Le aclama, le ayuda, y le promete que se encargará personalmente de que la pasión que él mismo siente, sea comprendida en la Corte de España.
Pero las aguas en España no están para cuartetos.
En 1769, BOCCHERINI llega a Madrid, donde ha sido nombrado violonchelista y maestro de cámara del Infante D. Luis Antonio de BORBÓN. Nacido en Madrid, el Día de Santiago de 1727, El Infante D. Luis es hijo de Felipe V, lo que le convierte en potencial heredero al Trono del Imperio Español; y de Isabel de FARNESIO, con la que Felipe había contraído segundas nupcias en lo que sin duda había sido otro más de los ejercicios de estrategia en los que se convertían las denominadas alianzas matrimoniales, máxime si tenemos en cuenta la disposición a heredar territorios y mando en Italia.

En tanto que Luis seguía todos los acontecimientos de lejos, su padre maniobraba para destinarle a la vida eclesiástica, y para ello no dudaba en negociar incluso con el Sumo Pontífice. Así, Felipe V logra con el tiempo que se nombre al joven Luis Cardenal Arzobispo de Toledo, e incluso Arzobispo de Sevilla, a pesar de las manifestaciones en contra que para ello existían de los que citaban ciertos acuerdos ratificados en el Concilio de Trento.

Mientras el tiempo sigue su curso, y con ello los acontecimientos van disponiendo. Los hermanos y hermanastros del Infante D. Luis van falleciendo, o se quedan sin descendencia. Hasta que el orden sucesorio llega a Carlos, que gobierna como Carlos I. Ordenados los acontecimientos, así como la forma en la que los mismos han tenido a bien acontecer, Carlos ve en Luis a un potencial enemigo al trono. Éste ha abandonado las actividades eclesiásticas en 1754. Llegado ese momento, el ahora Rey Fernando VI ha dispensado a Luis de sus obligaciones sacras en virtud de lo leído en una misiva que el mencionado ha enviado, en la que se cita “aspira a una mayor tranquilidad de su espíritu, y seguridad de su conciencia.” Pero la realidad es otra, placeres como la caza, los derivados de la práctica de la esgrima, construyen para el Infante D. Luis acicates de vida a los cuales no está dispuesto a renunciar. Y además, su gusto por la belleza en la mujer le perturba de tal manera que no está dispuesto a aceptar una forma de vida que le prohíbe específicamente acceder a los placeres que las mismas le prometen.

Todo esto constituye el principio definitivo de los problemas de Luis, problemas que contagiará a los que lo acompañan, incluyendo por ejemplo a nuestro protagonista. Las causas hay que buscarlas en la redacción de la Ley Sálica. En su redacción original de 1713, ésta impide de manera concisa el acceso al trono de España a cualquier heredero que no haya nacido en España, y los herederos del por entonces Rey no cumplen con el requisito.
La solución es magistral, y es tomada de manera radical. Luis es objeto de un matrimonio morganático el cual, al ser por definición la elegida perteneciente a un categoría nobiliaria inferior, deja al contrayente fuera de cualquier aspiración lícita al trono. Y para mayor seguridad, se obliga a los contrayentes a firmar un documento que deja igualmente fuera de la aspiración a la Corona a sus descendientes. Como muestra de la violencia conceptual del documento, los hijos no podrán ni tan siquiera hacer uso de su apellido Borbón, viéndose obligados a usar el de su madre María Teresa de Villabriga y Rozas, hija de un Conde, camarero del propio Rey.

De ahí al exilio, primero por Madrid, para acabar en Arenas de San Pedro, Ávila, donde morirá finalmente el 7 de agosto de 1785, amargado por la convicción de que su hermano se encargaría, como así hizo, de segregar a toda su familia, en pos de seguir evitando un conflicto que cuestionara, si no su sucesión, si probablemente el sostenimiento de sus herederos en la línea sucesoria.

Y junto a él grandes como Goya, pero ninguno tan fiel como BOCCHERINI el cual, convencido de sus obligaciones, sería capaz de componer en Arenas de San Pedro una de sus mejores obras, que a la par se convertirá en una de las obras culmen de la cuerda en España. Nos referimos a la Música Nocturna de las Calles de Madrid.

Pero la muerte de su gran valedor le deja sólo y, por qué negarlo, incapacitado. Las cuestiones de corte son poco acordes para su música, la cual no se comprende. Por ello muere sólo y arruinado, en Madrid, el 29 de mayo de 1805, dejando un legado magistral tanto en composición, como en concepción de la Música.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.