domingo, 24 de enero de 2010

DE LA DIDÁCTICA DE LA MÚSICA, A LA MÚSICA COMO DIDÁCTICA.

No hace mucho tiempo aún, de hecho algunos lo recordamos como una parte muy positiva de nuestro proceso formativo, se cuestionaba no sólo la necesidad, sino incluso la conveniencia, de que los niños estudiaran música como parte de la currícula oficial del proceso formativo.

Echando la vista atrás, lo que por otro lado nos sirve para tomar conciencia de que el tiempo, inexorablemente, va pasando, podemos incluso comprender ahora, gracias precisamente al prisma que la edad nos confiere, como la enseñanza de la música, tan sólo presente a partir de aquello que se conocía como 2º de B.U.P., se hacía desde el prisma de lo desconocido. Y si bien tampoco sería justo decir que la enseñanza de la música era un tema
tabú, sí que habríamos de decir que su enseñanza se hacía casi desde la incomprensión del profesorado que a ello se dedicaba. Una incomprensión que, aunque pueda llegar a ser sorprendente, no partía de los alumnos (ya que quien más y quien menos agradecía aquellas dos horas aparentemente perdidas a la semana). Se trataba de algo mucho más macabro, ya que el desprecio profesional en el que desembocaba aquella incomprensión, partía del resto de profesionales con el que el especialista de música compartía claustro.

Por ello, no resultaba por aquel entonces chocante, si bien hoy suena a casi rocambolesco, que el profesor tuviera que aplicar a sus clases un
barniz de cierto respeto, vistiendo sus clases de Historia de la Música, convirtiendo en toda una osadía el buscar un lugar en aquellos obsoletos centros creados por el Antiguo Régimen, en el que fuera posible llevar a cabo una audición en forma y manera cuando menos respetuosa.
Es precisamente ahora, una vez transcurridos más de quince años, cuando podemos comprender la valía de profesionales como aquél que a mí me tocó. Por ello, espero que la presente reflexión sirva como respetuoso homenaje a aquél profesor, Sr. Estrada, el cual poco a poco, casi de soslayo y a menudo con disimulo, supo insertar en aquél mendrugo que era yo, si no los conocimientos necesarios, sí al menos la sed que me ha llevado con los años, a tomar las medidas que me han permitido hoy disfrutar y hacer disfrutar con la Música Clásica.

Una vez dicho esto, y una vez que el tiempo, y algo de esfuerzo, han permitido que ahora el profesor sea yo, podemos anunciar sin temor a equivocarnos, que las cosas han cambiado. Hoy, el profesional de música es respetado como tal, a la misma altura y con los mismos privilegios que gozan compañeros como el de Lengua, o el de Matemáticas, y esto, evidentemente es algo muy positivo.

La enseñanza de la música hacia los infantes es una realidad que se ha mostrado rápidamente como extraordinariamente eficaz ya que, al contrario de lo que ocurre con la enseñanza de la mayoría de materias, su aceptación tiene resultados múltiples en el proceso formativo del educando, resultados que generalmente superan a las características específicas del campo de
conceptos o procedimientos que le sería específicos a la materia. Así, la enseñanza de la Música tiene resultados muy positivos a la hora de desarrollar y mejorar aptitudes como son la memoria y la composición. Mejora además la capacidad de concentración, y qué decir tiene sobre todo del ingente campo que se abre ante los ojos, y los oídos del educando en materia de creatividad.

En definitiva, la Didáctica de la Música se muestra como un instrumento de una valía todavía no suficientemente estudiada de cara al refuerzo de otras aptitudes imprescindibles para el correcto desarrollo completo del infante, de manera que su enseñanza no sólo es adecuada, sino que resulta por lo demás altamente recomendable.

Además, o tal vez incluso por ello mismo, la enseñanza de la música es algo que debe ser potenciado, desde el punto de vista no sólo didáctico, sino incluso desde el punto de vista de la Justicia Democrática dado que, el acceso a tesoros culturales como los que en la mayoría de ocasiones constituyen las obras Clásicas, requieren por definición de unos conocimientos a priori sin los cuales resulta imposible reclamar ni tan siquiera el acceso a los mismos.

Por todo ello, desde CONTRAPUNTO, recomendamos fervorosamente la intensificación de los procesos de enseñanza de la Música como parte de la oferta de nuestro Sistema Educativo.