sábado, 28 de abril de 2012

CONTRAPUNTO. CUATRO AÑOS PASEANDO POR LA MÚSICA.


Era el seis de abril de 2008. Aquella mañana, de cálido y radiante domingo, me presenté en los Estudios de Radio Gredos Sur, portando tan sólo un disco de Música, no podía ser de otra manera, Juan Sebastián BACH; mis someros conocimientos en la materia y, eso sí, una caja enorme, repleta hasta los topes, de ilusión por disfrutar, y a la par hacer disfrutar, a todo el que lo creyera conveniente, poniendo encima de la mesa la pasión que siento por la Música Clásica.

Por aquel entonces, yo no conocía a nadie. Aún recuerdo, ahora con gran afecto, la cara que pusieron las dos personas que me recibieron, y que de manera respetuosa primero, y algo incrédula después, escucharon la exposición que de mi proyecto hacía.
-¿Cuándo estás dispuesto a comenzar?
-Ahora mismo si os parece bien.
-Pero…¿Así, sin papeles?

Aún hoy, tantos y tantos domingos después, creo que lo que más sigue llamando la atención de todos los que conocen CONTRAPUNTO, es que se sigue haciendo sin papeles.

Efectivamente, habrá quien diga que somos unos perfectos indocumentados. Y, mirándolo con rigor, puede que no les falte razón. Pero es que, sinceramente, cuando se habla desde la pasión, cualquier tipo de dato escrito previamente, no hace sino poner limitaciones.
Porque es que, como dijo MOZART, lo que diferencia al músico, del hacedor de pasteles, es que La Música no es más que la traducción ordenada de un impulso mágico, que nace en el corazón. La Música, y en especial la Clásica, se yergue austera, aunque no por ello carente de elegancia, para institucionalizarse, en estos momentos de tensa espera, en uno de los baluartes en los que la cada vez más deteriorada condición humana, puede guarecerse.

La Música es, el último a la par que por excelencia, elemento capaz de unificar las dos condiciones que separan, de manera constitutiva, la propia condición del Hombre. Por un lado, la Música amansa a las fieras. Se manifiesta en sus efectos como el más firme y eficaz bálsamo capaz como pocos de curar las heridas del espíritu. Es así, en consecuencia, uno de los instrumentos más eficaces que existen para alcanzar con éxito los recovecos existenciales de la componente metafísica de nuestro ser. Por otro lado, la Música se manifiesta continuamente, a la par que en todas las épocas, como uno de los instrumentos más capacitados que se conocen para lograr la relajación física del Hombre.

Históricamente, forma parte desde el principio de los Tiempos conceptuales, es decir desde que el Hombre dejó de transitar por los insospechados paisajes del mito, para hacerlo por los certeros caminos del logos, de todos y cada uno de los elementos fundamentales de Educación. Nadie dudó jamás de que un Hombre Culto ha de tener, de manera incuestionable, nociones de Música.
Sin embargo, tal y como suele pasar con muchas cosas, semejante concepto fue malintencionadamente pervertido. Lo que en un principio se mostró como una de las herramientas más eficaces de cara a promover el desarrollo íntegro del Hombre, al tocar todos y cada uno de los planos epistemológicos del mismo, a saber, moral, ética, conducta y ego; la Música acabó convirtiéndose, en un elemento de separación.

Como toda realidad humana, se halla sometida a los criterios cuando no antojos de su creador, en este caso, el propio Hombre. Por ello, una vez que la Música se encontró junto al Ser Humano, inmersa en los criterios de segregación que éste impuso, se convirtió en un instrumento más, encargado de promover cuando no de manifestar, la diferencia de categoría social. A partir de ese momento, cuando el conocimiento de la Música, o incluso su abierto disfrute, se convierte en motivo de análisis, se lleva a cabo uno de los ejercicios más deshumanizadores que el propio Ser Humano puede llevar a cabo.

Afortunadamente, el triunfo definitivo de las libertades en la práctica totalidad del mundo desarrollado, ha permitido la paulatina desvinculación de La Música respecto de semejante tipo de conceptualizaciones. Así, la manifestación musical es hoy sinónimo de comportamiento humano. La progresiva evolución del sistema, ha corrido paralela a la evolución que, desde el grito primario, ha consolidado la inseparable relación hoy por hoy y de manera ineludible, resulta existente entre Música, y Ser Humano.  La forma de conseguirlo, evidente. La Educación única manera de consolidar de manera plena, todos y cada uno de los componentes que conforman un ser humano pleno, ha encontrado en la Música un aliado inestimable.

Porque la Música es eso. Plenitud, satisfacción, ilusión, pasión, virtud. Expresión de deseos, de sueños, de miedos y esperanzas. Es en definitiva, la máxima capacidad de creación extraordinaria de la que puede hacer gala el Ser Humano.

Y para mí, cuatro años después, ha supuesto igualmente, la sorpresa, siempre maravillosa, de encontrar un grupo de personas maravillosas que, de manera desinteresada, me han hecho sentirme siempre como en casa, a la par que me facultaban para desarrollar la que constituye una de mis mayores pasiones, la de disfrutar, dando a conocer, algunas de las que son las más hermosas creaciones del Ser Humano.
¿Me acompañáis un día más?

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

domingo, 22 de abril de 2012

DEL NACIMIENTO DE UNA NACIÓN. DE CUANDO LOS NOBLES HACEN PATRIA SOBRE LA TIERRA QUE EL PUEBLO HA REGADO CON SU SANGRE.


Tal y como dijo en repetidas ocasiones el insigne Sánchez Albornoz, “El nacimiento de España sólo será plenamente conocido una vez se asuma con todas las consecuencias la muerte de Castilla, hecho éste que le será consuetudinario.”

Cuando las diezmadas, agotadas, y lo que es pero, descorazonadas tropas Comuneras ubicaban sus cañones en las estrechas y destartaladas para el efecto, calle de Villalar, mostraban con su estrategia, todo el catálogo de sinsabores, sangrías, desilusiones y frustración, que dos años de Guerra por falta de respeto no declarada, pueden descifrar en el interior de los hombres.

Dos años de una guerra monótona, humillante, sin grandes batallas. Dos años en los que la falta de actividad beligerante, sobre la que se había basado la estrategia de ambos contendientes sobre todo a lo largo de los últimos ocho meses, había hecho estragos, como era de suponer, entre los hombres que componían las filas de los sublevados. Porque una vez más, como ya constituye tradición en nuestra tierra “El paso previo para ser llamado héroe, pasa inexorablemente por ser reconocido primero como traidor”.

Bastaría con preguntar a los cañones propiamente dichos, para comprender la ingente, a la par que insoportable situación en la que se encuentra La Compañía Comunera. La mayoría de ellos proceden del arco mediterráneo. Para entendernos, han venido rodando desde los parques artillados de Murcia y Alicante, fundamentalmente. La historia del aparataje artillero discurre paralela a la del levantamiento como tal. Henchidos con la fuerza que da el triunfo, los primeros éxitos, entre los que se incluyen la toma de El Parque Artillado de Medina del Campo, parecen presagiar un rotundo logro a la causa. Luego vendrán las diferencias, muchas veces provocadas por la intromisión de nobleza y clero reglar en el movimiento. El estatismo que las luchas internas promueven, se refleja en el desgaste interno que sufrirán tanto los hombres, como las propias piezas artilladas. Luego vendrá la desbandada, el abandono, la necesidad de volver a explicar aquello que aparentemente estaba claro. Y, por último, Villalar escribirá, entre el barro, el llanto, y la vergüenza por la ocasión perdida, el último capítulo de la GLORIOSA REVOLUCIÓN DE LOS COMUNEROS DE CASTILLA.

La llegada a España de Carlos I, en su condición de “Heredero legítimo de la Corona de España”, constituye en sí mismo un hecho de trascendencia sólo comprensible una vez se analiza de manera contextualizada, es decir, con perspectiva global.

Desde su nacimiento en la ciudad de Gante, hecho acaecido veinte años antes, sobre el monarca descansa la conclusión de la que bien podríamos caracterizar como primera verdadera política de matrimonios estratégicos, esto es, Carlos es el “resultado” de una larga serie de procedimientos encaminados a hacer converger sobre él, por métodos pacíficos, toda una serie de tributos, poderes, posesiones y territorios; para cuya consecución, en caso de haber sido promovida por otros medios, hubieran sido imprescindibles muchos años y, probablemente, el derramamiento de mucha sangre.

Desde el hecho manifiesto de ser propietario de terrenos en los lugares más remotos, hasta el hecho de tener bajo su dominio a súbditos de la más diversa condición, categoría y. por supuesto, nacionalidad; Carlos I de España, y V de Alemania, es en realidad la prueba viva y evidente de que la Política comenzada por su abuela Isbel I de Castilla en el “Pacto de los Toros de Guisando”, septiembre de 1468, no sólo era viable, sino a todas luces muy efectiva.

Sin embargo, curiosamente lo que más satisfacciones producirá sobre el Rey, no será precisamente las acciones de su abuela materna, sino más bien será su ascendencia paterna. Maximiliano, su abuelo, le proporciona por derecho su más que probable ascenso al Trono del Sacro Imperio Romano-Germánico. Y Carlos no está dispuesto a perder la ocasión.

Por ello, cuando en 1520 se presenta la oportunidad de utilizar a España, o más concretamente sus recursos, entre los que destacan sin lugar a dudas los metales preciosos que fluyen de manera aparentemente imparable desde los Territorios de Ultramar, a Carlos no se le pone nada por delante para tomar tierra, y, raudo, dirigirse a Tordesillas, donde su madre se encuentra “retenida por su propia seguridad”.

Juana de Castilla, legítima Reina de España, como sin lugar a duda así reconocerán en todo momento los Comuneros; se encuentra con su hijo. Cuentan las Crónicas que éste, más que por el estado de su madre, se preocupa en todo momento por la posibilidad de encontrarse con que ella haya recuperado la cordura y, en el ejercicio de su derecho, decida hacer uso de sus competencias recuperando la Corona, desbaratando con ello todas las ansias de poder de Carlos. Pero la entrevista es breve, y satisfactoria para los intereses del de Gante. Juana no tiene intención alguna de ejercer sobre su derecho y poder.

Salvado el escollo, Carlos I convoca Cortes Extraordinarias. Lo que en un principio parece constituir un hecho satisfactorio, parece que el Rey tiene prisa por ponerse al día con los Asuntos del Estado, se convierte pronto en un problema. En un ejercicio inadmisible, se convocan no sólo a las ciudades evidentes, sino que se llama también a las auxiliares; y, lo que es más extraño, se exige que los corregidores acudan dotados de plenos poderes. La cita es en Santiago de Compostela, mes de marzo de 1520.

Tal y como versa en La Tradición de San Isidoro de Sevilla. “…así la ruina caerá sobre Castilla cuando las Cortes sean convocadas en Galicia. Será el campo yermo, la oveja no tendrá trasquile, y la vaca dejará de dar leche.” Sea como fuere, la convocatoria de Cortes de semejante manera no constituye, de manera alguna, un acierto. Superado el primer susto por lo de San Isidoro, cierto es que la proximidad del puerto pone de manifiesto las más que evidentes intenciones del monarca de salir del reino, en esta ocasión hacia Alemania, con casi un millón de florines renanos amonedados, en una carga que supera las dos toneladas de oro.

Y, para colmo, desnaturaliza al Estado, dejando los asuntos en manos de Chancilleres, Ministros y Delegados varios de marcada ascendencia alemana y, para colmo, francesa. Constituirá este hecho, no sólo ahora sino incluso durante todo el periodo de gobierno hasta la retirada a Yuste, uno de los principales problemas que arrastrará Carlos. Su excesiva dependencia de hombres como Creverieles convertirá en incomprensible para su Pueblo, su forma de gobernar.

Pero ahora, lo que hay, es un desgobierno motivado directamente por la acción voluntaria del Monarca, que con su abandono del País dejándolo en manos de una camarilla de extranjeros que poco o nada saben de su forma de gobernarse correctamente, no hacen sino empeorar las cosas cada día que pasa.

Ni se puede ni se debe esperar un día más. Una vez más, las especiales condiciones de organización que tiene España, y que convergen en la tenencia de un sistema urbano mucho más desarrollado que el de la mayoría de países de nuestro entorno, hecho éste para el que mucho hay que tener en cuenta la presencia hasta 1492 de burócratas judíos en el entramado del Estado; permiten la pronta organización de unas Juntas de Ciudad las cuales, tan pronto sirven para organizar la estrategia del movimiento, como para diseñar el actus belis una vez esa opción ha sido dictaminada.

Toledo, Ávila, Burgos. Pronto se organizarán otras como la propia Sevilla. En todas ellas, lo más importante y característico, se trata de un movimiento expresamente urbanita al menos en su origen, pero que en cualquier caso ha mantenido al margen tanto a la nobleza, como al clero propenso, a saber franciscanos y dominicos.

Todo lo demás es Historia. Más allá de resultados, lo importante y propiamente dicho pasa porque la primera, la original revolución de un Pueblo contra los designios de un Rey, anticipando claramente lo que luego serán las formas y modos propios del Absolutismo, se dio en Castilla, en un tiempo en el que otros permanecían encaramados a sus respectivos árboles, ya fueran éstos metafóricos o materiales.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

domingo, 15 de abril de 2012

DEL HUNDIMIENTO DEL TITÁNIC, MUCHO MÁS QUE UNA CATÁSTROFE.


14 de abril de 1912, aguas del Atlántico Norte. El Transatlántico TITÁNIC surca de manera orgullosa incluso más que despreocupada, las traicioneras aguas. Todos, o al menos todos los que deben saberlo, son conscientes del peligro que supone el creciente flujo de icebergs, un tránsito que precisamente en esta época del año es si cabe mayor precisamente por la lógica época del deshielo.

Pero como suele ocurrir siempre en estos casos, las circunstancias parecen aliarse de manera que resulta casi fraticida. La negligencia, la dejadez, o simplemente el exceso de confianza que desde el principio ha acompañado a este barco, configuran un contexto que verdaderamente parece abocado inexorablemente al fracaso más dramático.

En el entorno de las 23-40 horas, se produce el choque fatídico, El resto de la historia es sobradamente conocido. Falta de botes salvavidas, las demandas estéticas fueron colocadas un peldaño por encima de las consideraciones preventivas. Y así, hasta conformar un largo etcétera de sinrazones que en cualquier caso provocaron una de las que ha sido sin lugar a dudas catástrofe que más duramente ha impactado en el subconsciente de la Sociedad a nivel mundial, e histórico.

Sin embargo, aceptar que con el TITÁNIC se hundió exclusivamente un barco, constituiría un ejercicio de injusticia social que rozaría la negligencia.

El TITÁNIC era, a todas luces, mucho más que un barco. Constituía la materialización definitiva de una serie de aprioris conceptuales que, desde el siglo XVIII, conformaban la manera de pensar de toda la clase científica europea, y bien pudiéramos decir mundial.

Desde que el Hombre se rige por principios científicos, esto es, desde que se superó el mito, para pasar a regirnos por el Logos, la nueva dialéctica de la que el Hombre obtiene su sustento conceptual pasa ineludiblemente por el planteamiento de cuantos terrenos sean necesarios en pos de librar la lucha imprescindible respecto de la pregunta extrema: ¿Puede el Hombre vivir sin la necesidad de acudir a la existencia sustentadora de una mentalidad superior? La búsqueda de la respuesta a esta pregunta, conformará a partir de aquél momento, aproximadamente siglo VI a.C, el catálogo al que cualquier científico, por no decir cualquier persona, se agarrará con decisión a partir de ese momento.

Con el paso del tiempo, variarán así mismo los procedimientos no sólo de búsqueda de la respuesta, sino incluso de plantear la pregunta en sí mismo. Algunos, como el maestro de Aquino, creerán firmemente haber encontrado la respuesta. Poco después, el sometimiento al imprescindible juicio crítico al que hay que someter a cualquier procedimiento científico, demostrará no obstante la presencia de errores, en este caso procedimentales, consistentes en que para demostrar la existencia del hecho buscado, Tomás partió ya de la suposición de que, efectivamente, la causa buscada era causa creadora. Mas como suele ocurrir en Ciencia, se aprende más de los errores, que de los aciertos en sí mismos. Y tal vez por ello, los procedimientos erigidos por el genio de Aquino, promovieron una serie de certezas que, ineludiblemente, proyectaron la capacidad de pensamiento del Ser Humano, hacia unas cotas hasta ese momento ni tan siquiera soñadas. El camino hacia el Racionalismo estaba trazado, y ya era del todo inevitable.

El Raciovitalismo, en otras palabras, la superación por el Hombre de la inexcusable necesidad de un Dios. En otras palabras, la conformación de un nuevo espíritu científico que fuera capaz de dar forma si no a un nuevo universo, si al menos a una nueva manera de acercarse a él. Libre de prejuicios, y por ende de limitaciones, ésta nueva forma de buscar explicaciones al mundo superaría al anterior, al de la Grecia Clásica que se perdió con la segunda quema de la Biblioteca de Alejandría, en que no tendría sino al Hombre como único Principio y Fin. Así, nada limitaría el potencial de las teorías descubiertas.

El salto planteado realmente abruma por lo radical. No sólo hace falta un nuevo concepto de Ciencia, sino que por encima de éste se hace imprescindible un nuevo concepto sobre el que atribuir funciones al Ser Humano. Surge así la Ilustración, como proceso eclíptico que viene a dar una solución global a éste nuevo catálogo de necesidades, hasta este momento desconocidas. La revolución es completa, inigualable. Las posibilidades son inauditas.

Todo se resume en una frase, que da forma a la idea: El Hombre como medida, como principio y fin de todas las cosas.

Sin embargo, aunque el marco procedimental parece cubierto, con todas sus carencias e improperios, una nueva realidad surge con fuerza. La nueva manera de acercarse al Hombre, arroja en realidad nuevas formas de comprender cuando no de definir al propio hombre. Surge entonces la necesidad imperiosa de convertir a la Psicología en agente trascendental de la aventura.

Cuando Nietzsche puso en boca del Viejo la frase: “Te recuerdo o Zarathustra, subiste a la montaña arrastrando las cenizas del valle. Ahora retornas al Valle llevando en tus ojos el fuego de la montaña. Recuerda o Zarathustra, a los incendiarios, se les condena…” el genial alemán no estaba sino anticipando esta imperiosa necesidad de una nueva psicología. Una nueva mentalidad resulta imprescindible para el Hombre. Una nueva Psicología que supere al Racio-Vitalismo, que deje atrás a la Ilustración. Que haga palidecer al genial Descartes, y sus dudas sobre si el mundo conocido puede no ser sino una ensoñación. Y que convierta a La Enciclopedia francesa en un procedimiento tan inútil como el de contar los granos de arena de una playa.

Y todo eso, nada más y nada menos, es lo que se consiguió en el XIX. El Ser Humano da el vuelvo definitivo. La eclosión real de revoluciones pasadas conforma entre otras una nueva forma de pensar que promueve el establecimiento definitivo de nuevas teorías de organización social que proyectan igualmente nuevas formas de Gobierno. La superación de miedos ancestrales, devuelven al Hombre el anteriormente respeto hacia sí mismo, y hacia sus potencialidades futuras, consolidando con ello un nuevo marco en el que ahora sí, definitivamente, sólo el propio agente tiene los límites y el marco de su propio conocimiento. Es curioso que sólo tras la superación del Humanismo Ilustrado, se logren completar sus ansiados principios.

Y entonces, cuando el Ser Humano se ha liberado de todos los lastres, surge el Superhombre, libre de la castración conceptual que inflinge la religión en sus diversas formas, el Verdadero Hombre Nietzsceliano ve la luz, inaugurando, ahora sí, el siglo XIX.

Y ese es el único siglo en el que tiene cabida un pensamiento como el capaz de concebir el insumergible TITÁNIC. Un siglo en el que por fin la ansiada fusión entre Ciencia y Tecnología convierte en realidad el hasta ese momento mito según el cual, lo que puede ser pensado, puede ser construido.

Y entramos entonces en el Siglo XX. Como en el caso del TITÁNIC, el Ser Humano navega por el intransitado universo del Tiempo con la despreocupación, o más bien con la soberbia propia de los jóvenes. Una soberbia que sólo puede ser disculpada si se considera arrogancia, otras veces motor de cambio.

Si en el caso del Barco fue un Iceberg lo que provocó el drama, en la noche del 14 al 15 de abril de 1912; en el caso de Europa lo será la Guerra, entre 1914 y 1918, la que nos someterá de nuevo al juicio de la Humildad, desde la implacable necesidad de superar la sinrazón.

Muchos dirán después que el hundimiento del TITÁNIC fue un castigo destinado a erradicar la ausencia de valores materializada en el exceso de orgullo que promovió su construcción. Tal vez, en realidad el TITÁNIC no fuera sino el aviso previo del ingente precio que poco después el mundo habría de pagar por no entender que cada época es dueña de cada tiempo, y que ésta sólo se supera cuando el desarrollo humano, en toda su extensión global así lo determina.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

sábado, 7 de abril de 2012

STABAT MATER. DE LAS PASIONES, LOS SACRIFICIOS, Y DE LA VIDA EN GENERAL.


Estaba la madre dolorosa, junto a la cruz, llorosa, en que pendía su Hijo. Su alma gimiente, contristada y doliente atravesó la espada.

Así comienza la que sin duda es una de las obras ad hoc, esto es, confeccionadas a título, y con función específica; que más y mayor influencia han tenido en la Historia de la Humanidad, no ya sólo en el capítulo concerniente a la Música Sacra en particular, sino a la Historia de la Humanidad en general.

El STABAT MATER, de Giovanni Battista de PERGOLESI, constituye una de las aproximaciones a La Pascua Cristiana, más acertada, brillante y rica, que la historia musical ha sido capaz de crear.

Capaz de conciliar de manera sencillamente brillante efectos tan contradictorios tales como el drama que supone la muerte de Cristo en la Cruz, con la alegría que confiere el hecho de manifestar que el cumplimiento de las profecías de los profetas mayores asegura por fin la definitiva salvación del Hombre: el Stabat Mater presenta además en torno a ello, un catálogo de recursos, giros, elegías y mediaciones, que no sólo eran desconocidos para los compositores que con anterioridad se habían dado a componer para éste recurso, sino que además inaugura de manera definitiva una manera original de hacerlo, confiriendo con ello espíritu propio a su obra, la cual, no lo olvidemos, no sólo sustituirá a la de Alessandro SCARLATTI en las celebraciones de viernes de dolores, sino que acabará superando ampliamente a ésta, adquiriendo rápidamente personalidad propia.

Stabat Mater Estaba la madre dolorosa. Así comienza una de las estructuras de arte sacro más importantes de la Historia. Propuesta por INOCENCIO III, se convierte en uno de los Textos de Secuencia Sacra de mayor relevancia de la Historia. Sobre el mismo han actuado musicalmente más de dos centenares de compositores, desde Vivaldi hasta Bach llegando a Dvorâk. Si bien, será el de PERGOLESSI el que más fama alcance.

Destinado a ser interpretado en los actos propios del viernes de Dolor, El Stabat Mater viene a recrear los hechos acaecidos en torno a la Pasión y Muerte de Cristo en Pascua, acudiendo a la visión humana que una madre como la Virgen María puede dar de la muerte de su Hijo. Así, el texto se constituye como una de las obras más trascendentes a la par que hermosas, de toda la Tradición Cristiana.

Escrito en origen por el PAPA INOCENCIO III, la redacción del texto se lleva a cabo a finales del Siglo XII.Muchas eran las dificultades por las que cruzaba no ya sólo la Iglesia Católica, sino todo el proyecto de Sacro Imperio peligraba. Por el Sur, los Almohades golpeaban sin piedad a unos disolutos e incipientes reinos cristianos de Castilla, y no tanto de León; los cuales aparentemente representaban la convicción de que tras la unión que podía aportar el Cristianismo, podía presentarse la futura y aparentemente deseada unidad territorial y política. Por el Este, Saladino incrementaba cada vez más la presión que ejercía sobre unos cada vez más débiles reinos que, incapaces de verificar de manera específica su aparente unidad, se constituían en presa fácil para un militar musulmán que, comenzando casi de bandolero, había acabado amasando más poder del que realmente parecía poder manejar.

A los evidentes problemas fronterizos, o si se prefiere externos, hemos de sumar las evidentes desavenencias que se manifestaban igualmente mente de puertas hacia adentro. La definitiva Crisis del Feudalismo, va dando paso a la incipiente sociedad burguesa. Sus criterios, necesidades y deseos son, evidentemente otros. Fruto de ello, se observa una más que evidente fortificación de los Estados a título individual, lo que redunda de manera efectiva en el crecimiento que en poder y autoridad se observa en los Reyes. Monarcas como el de Inglaterra, y el de Francia, que poco a poco van conformando si no una alianza, si una amenaza más que digna de ser tomada en consideración, contra el “Santo Temor de Dios”.

Para entonces, La Iglesia, si bien es consciente del peligro, no lo es tanto de las soluciones. Las desavenencias internas, que se especifican aunque no se reducen, a las manifestadas entre Franciscanos y Dominicos, no hacen sino poner de manifiesto la imperiosa necesidad de que alguien con más capacitación que el presente PAPA, tome el control, ya que Celestino III carece de las agallas suficientes para llevar a cabo su misión.

Por eso, a la muerte de este último, todo parece dispuesto no sólo para que Lotario de los Condes de Segni, fuera designado Sumo Pontífice, bajo el nombre de INOCENCIO IIII, hecho que acaece el ocho de enero de 1198, sino para que sus espectaculares ideas, labradas durante años dado lo especial e ingente de su formación, en Teología y Derecho Canónico, en París y Bolonia respectivamente; tomen forma en pos de su gran apuesta.

INOCENCIO III no sólo cree en la afirmación de que La Iglesia es anterior al Estado, procediendo éste de la primera, sino que es el artífice de la idea que luego será ley, que aboga por la Plena Potestad de la Iglesia respecto del Estado “plenitudo potestatis”. Las palabras de Mateo XVI según las cuales Cristo otorga a Pedro las llaves de la Iglesia, le llevan a concederse discrecionalidad incluso en lo concerniente al nombramiento de gobernantes, si en ello se observan razones de pecado “rattione pecatti”. Los motivos parecen obvios, o al menos para él lo son: “…mirad así que los Príncipes y gobernantes terrenales sólo están para velar por el bienestar físico de sus súbditos. Yo, Vicario de Dios, soy el único con capacidad para hacerlo por su bienestar espiritual.”

La convocatoria del IV CONCILIO DE LETRÁN, en 1215, constituye igualmente uno de los hechos más trascendentes de su ejercicio, y sin duda uno de los más vinculantes no sólo en lo concerniente a la Iglesia, sino a lo relativo a los cánones que en adelante habrán de obrar en sus relaciones de ésta con los Estados. Así, en el mismo se dictará de manera definitiva la convicción de que los Estados Terrenales emanan de La Iglesia, debiéndose pues, a ella. “el Imperio procede así pues de la Iglesia, no sólo principalitter (en origen), sino también finaliter (en sus fines). “ De esta manera, quedaba definitivamente establecido el principio de poder según el cual los poderes del gobernante obran en pos, por, y para mayor gloria de Dios, siendo ante éste ante el único al que deben cuentas. El absolutismo queda configurado.

Luis Jonás VEGAS.

domingo, 1 de abril de 2012

31 DE MARZO DE 1492, DE LA ENÉSIMA DIÁSPORA.


Cuando en la aquella noche de junio de 1490, Benito García regresaba a su casa en La Guardia, Toledo, nada o casi nada le permitía comprender el motivo de su detención a manos de esbirros pertenecientes a la Santa Inquisición. E indudablemente lo que ni él, ni aparentemente nadie salvo el responsable de la detención, nada más y nada menos que Torquemada, podían igualmente llegar a intuir la trascendencia que la misma alcanzaría como elemento capital de cara a sustentar la condena que terminaría constituyendo el argumento definitivo que daría con la certificación definitiva de la enésima expulsión de los Judíos de un territorio que, como ha ocurrido siempre con ellos a lo largo de la Historia, no es su Tierra.

La Historia Universal del Pueblo Judío se encuentra irreversiblemente ligado a su relación para con dos términos, Éxodo y Diáspora. El primero de ellos tiene que ver con la necesidad de encontrarse siempre en un permanente viaje. El Judío se sabe dueño de nada, en tanto que no se dirige a ninguna parte, viviendo igualmente ligado tan sólo al aquí, y al ahora. A la par, el término Diáspora tiene todavía si cabe, componentes más trágicos. Se trata de una permanente dispersión, es como si los individuos que paradójicamente componen uno de los Pueblos con más arraigo en la propia Historia, fueran por definición incapaces de encontrar un lugar en el que echar raíces. Como si se tratara de paja que, continuamente es aventada por un agricultor, extendiéndola de manera azarosa por todos los rincones de su terreno.

Mas a pesar de todo, la palabra éxodo supera todos los condicionantes expresos o no que al respecto puedan hacerse. Ligado de manera inexorablemente al mundo bíblico, concretamente al Antiguo Testamento, la narración de los varios decenios que el Pueblo del Libro pasa vagando por el desierto, huyendo primero de las tropas del Faraón de Egipto, así como los varios años más que luego constituirán según algunos historiadores los años imprescindibles para formar un ejército competitivo de cara a conquistar al resto de pueblos que les rodean; vendrán a conformar esa leyenda-mito que rodea al Pueblo Hebreo.

En cualquier caso, lo que nos interesa hoy a efectos de contextualización, se encuentra no ya ni tan siquiera en la Diáspora, o sea la dispersión definitiva de los judíos por el mundo una vez que las Legiones de Tito desencadena la Segunda destrucción del Templo de Jerusalén, en el 70 de nuestra Era, sino más concretamente las consecuencias que tienen para los incipientes Reinos Visigodos de la Península Ibérica la llegada de los primeros hebreos a sus territorios.

Ya desde el principio, fueron víctima de persecuciones religiosas. La conversión al Cristianismo de Recaredo, en el 587, conlleva los primeros dolores de cabeza, los cuales no se verán sino acentuados a partir del 616 cuando Sisebuto ordena la primera conversión forzosa, bajo pena de expulsión. Ervigio redunda alrededor del 680 una nueva expulsión. Aunque la palma en lo concerniente a barbarie religiosa la alcanza la orden dada por Égica, el cual ordena que la expulsión vaya acompañada del secuestro de los menores de cinco años, para ser adoctrinados en la Santa Voluntad del verdadero Dios.

Con semejantes prerrogativas, a nadie le podría sorprender que verdaderamente tomaran parte activa en la entrada de los Musulmanes en la Península en el 711. Tal hecho, unido a la pronta conquista del territorio, y posterior asentamiento de las marcas, hace que la comunidad Judía asentada en nuestras tierras ponga rumbo al Sur. Así, Toledo, Sevilla, Córdoba y la propia Granada, reciben con entusiasmo a los integrantes de esta comunidad llena de sabios, eruditos; pero sobre todo burócratas, contables, cambistas y banqueros; que constituirán un gran impulso para una sociedad, la musulmana, ya de por sí muy desarrollada.

Se dará así una época de gran convivencia, positiva para los tres grandes pueblos, a la sazón de los más antiguos, y en definitiva de los más avanzados en materia de creencia, al ser los únicos capaces de alcanzar el grado de madurez imprescindible para concebir un orden monoteísta. Toledo será el modelo de esta convivencia. En Toledo convivirán aparentemente sin esfuerzo las tres culturas. La Judería obrará aparentemente de forma armoniosa con la Mezquita, y en el caso de los cristianos incluso habrá un Obispo.

Sin embargo detrás de esta maravillosa convivencia hay pequeños detalles. Los Judíos pagan más impuestos, son juzgados con legislación diferente, e, incluso, en el caso de ser condenados a muerte, pueden ser ejecutados siguiendo métodos específicamente más dolorosos.

Todo ello juega a favor de la conversión moderada, esto es, la que se lleva a cabo atendiendo a criterios funcionales.

La llegada primero de los Almorávide, y luego de los Almohades, facciones radicales de la religión musulmana, da al traste definitivamente con la ilusión de convivencia. De nuevo los judíos son empujados, en este caso hacia el norte.

Los reyes cristianos acogen con los brazos abiertos a estos viejos conocidos, que vuelven si cabe con más cultura de la que ya de por sí llevaban cuando su anterior expulsión. En esencia, los estados incipientes que se estaban creando al humor de la implantación de la teoría de la Reconquista, saludaron con efusividad la llegada de quiénes constituían el mayor acercamiento respecto de lo que estos proto-estados habían estado nunca, de un modelo de burocracia.

De esta manera la simbiosis es completa. Los reyes cristianos “fichan” burócratas que engrosan las líneas del estado, a la par que los judíos recuperan el respeto y la disposición perdidas.

Pero será tan sólo un sueño. Las envidias y disputas del proceloso pueblo cristiano, arrastra una vez más a los judíos al desolladero. El resultado de una recurrente interpretación de un pasaje de La Torá, según el cual parece que el judío no puede desarrollar trabajos manuales, les lleva a ocupar todos los demás puestos, casi siempre liados con la acción económica. La incipiente banca, con tintes de usura, e incluso el cobro de impuestos, está en sus manos.

Esto será aprovechado por Enrique II de Trastámara en su guerra civil con Pedro I, su hermanastro, en el episodio que ya trató esta serie, y que para lo que hoy nos ocupa aporta el hecho de que la llama incendiaria que Enrique prendió contra los judíos porque le interesaba, nunca fue luego completamente extinguida.

Ahí está el origen de la detención de Benito García, al que se acusa de nigromancia. Tras seis días de torturas, éste confiesa encontrarse en posesión de una hostia que luego habría de ser mezclada con la sangre de un infante al que supuestamente habrían dado muerte en Viernes Santo. El objetivo era matar a todos los cristianos de La Guardia, para apoderarse de sus posesiones.

Si bien en el municipio no falta niño alguno, Benito García, judío bautizado hace más de treinta años arde en la hoguera junto a otros siete presuntos cómplices el 16 de noviembre de 1491, mientras la inexistente víctima es canonizada.

El Inquisidor General, Tomás de Torquemada, da publicidad al caso en tato que se trata como sabemos del confesor de la Reina Isabel. Pide la expulsión de los judíos, lo que le será concedido con la firma del Decreto de Expulsión, hecho que acaece el 31 de marzo de 1492.

Una vez más, y no será la última, los Judíos han de iniciar la enésima diáspora.

Luis Jonás VEGAS.