sábado, 7 de abril de 2012

STABAT MATER. DE LAS PASIONES, LOS SACRIFICIOS, Y DE LA VIDA EN GENERAL.


Estaba la madre dolorosa, junto a la cruz, llorosa, en que pendía su Hijo. Su alma gimiente, contristada y doliente atravesó la espada.

Así comienza la que sin duda es una de las obras ad hoc, esto es, confeccionadas a título, y con función específica; que más y mayor influencia han tenido en la Historia de la Humanidad, no ya sólo en el capítulo concerniente a la Música Sacra en particular, sino a la Historia de la Humanidad en general.

El STABAT MATER, de Giovanni Battista de PERGOLESI, constituye una de las aproximaciones a La Pascua Cristiana, más acertada, brillante y rica, que la historia musical ha sido capaz de crear.

Capaz de conciliar de manera sencillamente brillante efectos tan contradictorios tales como el drama que supone la muerte de Cristo en la Cruz, con la alegría que confiere el hecho de manifestar que el cumplimiento de las profecías de los profetas mayores asegura por fin la definitiva salvación del Hombre: el Stabat Mater presenta además en torno a ello, un catálogo de recursos, giros, elegías y mediaciones, que no sólo eran desconocidos para los compositores que con anterioridad se habían dado a componer para éste recurso, sino que además inaugura de manera definitiva una manera original de hacerlo, confiriendo con ello espíritu propio a su obra, la cual, no lo olvidemos, no sólo sustituirá a la de Alessandro SCARLATTI en las celebraciones de viernes de dolores, sino que acabará superando ampliamente a ésta, adquiriendo rápidamente personalidad propia.

Stabat Mater Estaba la madre dolorosa. Así comienza una de las estructuras de arte sacro más importantes de la Historia. Propuesta por INOCENCIO III, se convierte en uno de los Textos de Secuencia Sacra de mayor relevancia de la Historia. Sobre el mismo han actuado musicalmente más de dos centenares de compositores, desde Vivaldi hasta Bach llegando a Dvorâk. Si bien, será el de PERGOLESSI el que más fama alcance.

Destinado a ser interpretado en los actos propios del viernes de Dolor, El Stabat Mater viene a recrear los hechos acaecidos en torno a la Pasión y Muerte de Cristo en Pascua, acudiendo a la visión humana que una madre como la Virgen María puede dar de la muerte de su Hijo. Así, el texto se constituye como una de las obras más trascendentes a la par que hermosas, de toda la Tradición Cristiana.

Escrito en origen por el PAPA INOCENCIO III, la redacción del texto se lleva a cabo a finales del Siglo XII.Muchas eran las dificultades por las que cruzaba no ya sólo la Iglesia Católica, sino todo el proyecto de Sacro Imperio peligraba. Por el Sur, los Almohades golpeaban sin piedad a unos disolutos e incipientes reinos cristianos de Castilla, y no tanto de León; los cuales aparentemente representaban la convicción de que tras la unión que podía aportar el Cristianismo, podía presentarse la futura y aparentemente deseada unidad territorial y política. Por el Este, Saladino incrementaba cada vez más la presión que ejercía sobre unos cada vez más débiles reinos que, incapaces de verificar de manera específica su aparente unidad, se constituían en presa fácil para un militar musulmán que, comenzando casi de bandolero, había acabado amasando más poder del que realmente parecía poder manejar.

A los evidentes problemas fronterizos, o si se prefiere externos, hemos de sumar las evidentes desavenencias que se manifestaban igualmente mente de puertas hacia adentro. La definitiva Crisis del Feudalismo, va dando paso a la incipiente sociedad burguesa. Sus criterios, necesidades y deseos son, evidentemente otros. Fruto de ello, se observa una más que evidente fortificación de los Estados a título individual, lo que redunda de manera efectiva en el crecimiento que en poder y autoridad se observa en los Reyes. Monarcas como el de Inglaterra, y el de Francia, que poco a poco van conformando si no una alianza, si una amenaza más que digna de ser tomada en consideración, contra el “Santo Temor de Dios”.

Para entonces, La Iglesia, si bien es consciente del peligro, no lo es tanto de las soluciones. Las desavenencias internas, que se especifican aunque no se reducen, a las manifestadas entre Franciscanos y Dominicos, no hacen sino poner de manifiesto la imperiosa necesidad de que alguien con más capacitación que el presente PAPA, tome el control, ya que Celestino III carece de las agallas suficientes para llevar a cabo su misión.

Por eso, a la muerte de este último, todo parece dispuesto no sólo para que Lotario de los Condes de Segni, fuera designado Sumo Pontífice, bajo el nombre de INOCENCIO IIII, hecho que acaece el ocho de enero de 1198, sino para que sus espectaculares ideas, labradas durante años dado lo especial e ingente de su formación, en Teología y Derecho Canónico, en París y Bolonia respectivamente; tomen forma en pos de su gran apuesta.

INOCENCIO III no sólo cree en la afirmación de que La Iglesia es anterior al Estado, procediendo éste de la primera, sino que es el artífice de la idea que luego será ley, que aboga por la Plena Potestad de la Iglesia respecto del Estado “plenitudo potestatis”. Las palabras de Mateo XVI según las cuales Cristo otorga a Pedro las llaves de la Iglesia, le llevan a concederse discrecionalidad incluso en lo concerniente al nombramiento de gobernantes, si en ello se observan razones de pecado “rattione pecatti”. Los motivos parecen obvios, o al menos para él lo son: “…mirad así que los Príncipes y gobernantes terrenales sólo están para velar por el bienestar físico de sus súbditos. Yo, Vicario de Dios, soy el único con capacidad para hacerlo por su bienestar espiritual.”

La convocatoria del IV CONCILIO DE LETRÁN, en 1215, constituye igualmente uno de los hechos más trascendentes de su ejercicio, y sin duda uno de los más vinculantes no sólo en lo concerniente a la Iglesia, sino a lo relativo a los cánones que en adelante habrán de obrar en sus relaciones de ésta con los Estados. Así, en el mismo se dictará de manera definitiva la convicción de que los Estados Terrenales emanan de La Iglesia, debiéndose pues, a ella. “el Imperio procede así pues de la Iglesia, no sólo principalitter (en origen), sino también finaliter (en sus fines). “ De esta manera, quedaba definitivamente establecido el principio de poder según el cual los poderes del gobernante obran en pos, por, y para mayor gloria de Dios, siendo ante éste ante el único al que deben cuentas. El absolutismo queda configurado.

Luis Jonás VEGAS.

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