sábado, 24 de marzo de 2012

DE LOS ORÍGENES DE LA MÚSICA, DE LOS ORÍGENES DEL HOMBRE. JUAN SEBASTIÁN BACH.


¿Qué necesidad tenemos, de perder un solo segundo? En palabras de Malcolm BOYD, su mejor biógrafo, J.S. BACH es, sin duda alguna, el mayor músico que ha conocido la historia.

La verdad es que, dicho así, de entrada, puede sonar un poco atrevido. Parafraseando en términos algo más modernos, puede sonar incluso un poco fuerte. Sin embargo, a la luz de su vida, de su obra; y sobre todo después de analizar meticulosamente las consecuencias que esta ha tenido para el resto de la historia, y no sólo de la Música, bien podremos decretar que las palabras de BOYD, pese a estar sin duda pronunciadas desde la inflamación de la pasión, no son para nada exageradas.

Y como primera muestra, o tal vez como consecuencia de ésta, nótese que nadie habla de el mejor músico, sino que, abiertamente, se hace referencia inexcusable a “el mayor músico de la historia.”

La causa de semejante tratamiento, no puede entenderse a priori. Ni siquiera, como ocurre en la mayoría de las ocasiones, se trata de un hecho accesible para los que le son contemporáneos. La obra de J.S. BACH, enorme, tanto por lo prolífica, como por lo trascendental, escapa al análisis del mundo, quedando tan sólo al análisis de los tiempos que, tal vez, han de venir.

Sin embargo, y lejos de caer en misticismo, y mucho menos en la siempre atractiva tentación de lo metafísico, la genialidad de BACH estriba precisamente en la ingente capacidad que tenía para convertir en accesible lo que para otros era, sencillamente operable accediendo al recurso de la ensoñación.

En línea semejante a la producida en el comienzo del presente artículo, BACH es, sin el menor género de duda, el creador de la Música Moderna, tal y como la conocemos. No se trata de que en sus páginas podemos encontrar, como así de hecho ocurre, composiciones y estructuras musicales que bien podrían ser propias de cualquier composición musical actual. Se trata en realidad de la afirmación tajante de que Juan Sebastián BACH lleva a cabo las modificaciones estructurales imprescindibles para qué, a partir de las estructuras musicales previas, pueda conjugarse una nueva concepción de la Música que parece reinventada. Es como afirmar que la Música, al menos en su concepción posterior, y vigente hasta la actualidad, hubiese nacido con él.

Y todo esto, como es lógico, ha de tener necesariamente su origen en los dos ingredientes básicos que han necesariamente de comparecer en todo momento histórico proclive a ser considerado como tal. Estamos hablando de la conjunción de pasión y conocimientos, en su justa medida. Y de ambos había ingentes dosis.

Poco ha cambiado el paisaje de la Turingia, región de la Alemania Central, situada al sur del macizo de Harz. Sus boscosas laderas y sus fértiles prados, en los que todavía podemos comprobar como los tejados rojos se apiñan alrededor de la aguja de una iglesia. Sin embargo éstas si que ofrecen hoy en día un aspecto bastante más desaliñado. En cualquier caso parece evidente que nunca más ofrecerán empleo para un potencial maestro de órgano, afinador, o constructor de instrumentos…

Ya en la época, las urbes más pobladas, así como las ciudades libres de Turingia, constituían el objetivo de los músicos en el ejercicio de su carrera profesional. En ellas se hacían imprescindibles desde organistas para las iglesias, hasta Kantors que enseñaban en los colegios, y organizar actividades musicales con función social.

A pesar de todo, la Música no recibía tratamiento “oficial”. No se estudiaba como disciplina independiente en las universidades, a pesar de lo cual, profesores y estudiantes de ciudades como Erfurt, Halle, Jena y Leipzig se integraban en la vida musical de la comunidad, principalmente a través de la iglesia, y el collegium musicum seglar.

De esta manera, puede rápidamente confeccionarse una visión de contexto según la cual las ciudades llegaron a rivalizar en disposición y capacidad técnico-musical. La mayor parte de ellas mantenían una Kapelle o conjunto de cantantes e instrumentistas que proveían de música tanto a la iglesia como a la capilla de la corte, sin decir que no a los acontecimientos profanos que el príncipe o el duque tuvieran a bien promocionar. Así, cortes menores como la de Weimar ofrecían a los músicos mejores posibilidades que muchas de las mayores iglesias de municipios más espléndidos. Pero a menudo otros factores, como el prestigio, justificaban la permanencia en determinados estados de la corte

El entorno social, político y religioso de Turingia, fomentaba la figura de un músico tradicional, conservador y reacio por tanto a las influencias externas, sobre todo a las italianas propiciatorias del novedoso fenómeno operístico que, en cualquier caso, se mantenía alejado de aquellas tierras. La única forma de tener contacto con novedades musicales, pasaba, como le ocurrió a Bach, por tener acceso a centros cortesanos como la propia Weimar, o Dresde. Mientras en las ciudades, e incluso en la misma corte, las tradiciones se perpetuaban en aras de un sistema gremial en el que todo se transmitía de padres a hijos. La estética del Barroco ubica la artesanía por encima de la originalidad, lo cual da origen al surgimiento de auténticas familias musicales, como pueden ser Scarlatti en Italia, o los Pourcell en Inglaterra; por ello no es sorprendente que la familia en la que nació BACH llevaba cuatro generaciones dando a Turingia algunos de sus músicos más renombrados.

Con ello, el nacimiento el 21 de marzo de 1685 de J.S. BACH, si bien podía presagiar la integración de otro músico, nada podía por el contrario hacer suponer que hubiera de ser de la magnitud y tamaño que luego la historia ha tenido que proveerle.

Si bien es de suponer que su padre le dotase de los rudimentos musicales, seguramente fuera su tío Ambrosius, organista de Leipzig el que le dotara de los conocimientos capacitadores que permitieron la salida a la luz de la ingente capacidad del joven BACH.

La conjunción de estos elementos, unido a la predisposición del momento, solaparon los acontecimientos en pos de promover un instante histórico propiciatorio para que un joven dotado no sólo de la capacidad, sino de la ambición necesaria, diera el salto definitivo, que le permitiera salvar la distancia conceptual existente entre el tradicionalismo luterano imperante en la corte, que amenazaba con destruir toda posibilidad de cambio y de mejora asociada al mismo, y la realidad estructural vigente, constituida en el folclore imperante en la época.

Y ahí puede residir una parte fundamental de la genialidad de BACH, la que se materializa en su capacidad para acercarse con tintes renovadores a unas estructuras rígidas absolutamente preconcebidas.

El mejor ejemplo de esto, lo tenemos en Los conciertos de Brandeburgo. Compuestos no como un ciclo unitario, si que constituyen el primer intento de renovar la estructura de la forma existente. En ellos, BACH supera a otros como Vivaldi o Corelli, influyendo de manera definitiva en la concepción de la música orquestal de toda Europa. El motivo, la capacidad para superar todo lo anteriormente conocido al ofrecer a cada sección orquestal una independencia e identidad propia, lo que obliga a articular el lenguaje imprescindiblemente de otra manera. Si además añadimos la incorporación de instrumentos de viento-metal, a los que dotó de fuerte importancia, podemos entender el cúmulo de novedades que los conciertos, acabaron por provocar.

En definitiva, la renovación, en forma de constante enfrentamiento con la realidad musical existente, constituyen el marco existencial de éste hombre que dedicó su vida a la música, como satisfacción propia, y, sobre todo, como forma de hacer méritos de cara al Santo Temor de Dios.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.


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