sábado, 22 de octubre de 2011

FRANZ LISZT, DE LA COHERENCIA COMO MODELO EN UN MUNDO INCOHERENTE.


El 22 de octubre de 1811, veía la luz por primera vez, en el castillo de Esterházy, en Raiding, actual Doborjan, Franz LISZT.

Intentar trazar la senda vital de éste genial compositor, resulta duro en extremo, cuando no abiertamente imposible, si nos empeñamos para ello en emplear técnicas exclusivamente biográficas, o escuetamente historicistas. Así, su condición vital estará neta y en todo momento ligada a los continuos cambios y al frugal devenir que el siglo XIX marcará en Europa. Desde la caída del absolutismo, que será seguido en Francia, hasta el triunfo de las teorías Racionalistas, que en este caso comprobará en Alemania, LISZT hará de los permanentes viajes por Europa una forma de vivir, y de la concepción de Cosmopolita, una forma de entender la vida.

La única circunstancia que se mantendrá inapelable, aportando unidad, tanto a la vida en sí, como al resto de relaciones vitales que devendrán de ello, será la Música.

Brillante hasta la extenuación en la ejecución del piano, el hecho de que su padre, Adam LISTZ, secretario administrativo de los mismos príncipes que dieron de comer a HAYDN, concilia con su labor sus otras grandes pasiones cuales son la Música, y su condición de melómano; se revela como la gran circunstancia que terminará por confeccionar un marco de formación musical, y de contexto vital que promueva la conciliación de variables de cara a que el uno de diciembre de 1822, a la tierna edad de doce años, Franz dé su primer concierto en Viena. Cuenta la leyenda que BEETHOVEN lo abraza, garantizándole un más que brillante porvenir.

Iniciada así de manera brillante su prometedora carrera, los sinsabores habrán de venir muy pronto, ya que apenas un año después, el once de diciembre de 1823, CHERUVINI, director del Conservatorio de París, le niega el ingreso a través de una interpretación restrictiva de las normas, que impiden el acceso a extranjeros.

Curiosa circunstancia ésta, la de un húngaro que debe su formación musical a Alemania, su amplísima cultura literaria es netamente francesa, y tendrá que ser al final de su vida, cuando su relación con el Belle canto y el descubrimiento de la Ópera en Italia, le lleven a sentirse netamente realizado.

Si cronológicamente ha de ser integrado en la tercera generación romántica, la verdad es que sería injusto hacerlo así, sin más. Analizar lo que LISZT supuso para el arte de los sonidos, no es nada fácil, si tenemos en cuenta el movedizo y cambiante carácter que lo impregnaba todo, lo neblinoso y desencuadrado de la figura del gran pianista y compositor.

Sin embargo, pese a que otro como BERLIOTZ o el que luego sería su yerno, WAGNER, bien pueden ser considerados los fundadores de el concepto; la realidad es que el romanticismo de LISZT lo es en términos desbordantes. Así, las ideas literarias, heredadas entre otros de Víctor HUGO, el egoismo en las actitudes y los gestos, alcanzan su cénit. LIZT aprendió a abarcar todo lo que el siglo le ofrecía, si bien lo hizo desordenadamente.

Una vez superado el camino que en principio estaba enfocado a la ejecución musical pianística, se fue enriqueciendo paso a paso, en tanto que se iba introduciendo de forma cada vez más profunda en lo pliegues de las ideas que le rodeaban poco a poco en el siglo de las revoluciones. El interés por los movimientos sociales, la política, e incluso lo religioso (llegó a tomar las órdenes menores, siendo Abad), le llevaron a deambular a lo largo y ancho de Europa.

…Virtuoso, apóstol, filósofo, francmasón, abade…educador si no pedagogo, arrojado por Hungría sobre Europa Occidental, alimentada su inteligencia en Francia, madurado su juicio en Alemania, creyendo encontrar en Roma su patria espiritual; peleará durante cuarenta años para expresar mediante su arte al de los maestros del resto de las artes, tales como DANTE, HUGO, RAFAEL Y GOETHE, BYRON Y MIGUEL ÁNGEL .

En definitiva, se consolida con todo lo dicho la imagen de un LISZT netamente contradictorio, fruto de una época de corrientes diversas, y de movimientos a veces contradictorios, que no fue capaz de sintetizar por completo. “HOMERO, La Biblia, Platón Byron, Mózart y Webber…todos están a mi alrededor. Los estudio, los medito, los devoro con furor.” Confesaría en una carta dirigida a su amigo Pierre WOLFF en 1832.

Con todo esto, se confecciona de manera definitiva un esquema de pensamiento que evoluciona en el marco de la creatividad hacia la necesaria superación de los cánones estructurales que le son propios a la época. Así, superada la composición sinfónica, por estrechez de mira, LISZT encontrará en el poema sinfónico la forma adecuada para estructurar de manera coherente el modelo de desorden que se respira en toda su composición.

Atendiendo a la definición que da CHABTAVOINE, “…el poema sinfónico es aquella composición que, por contraste con la estructura y el desarrollo de la sinfonía clásica, subordina su estructura a un recuerdo, una idea una alegoria, un símbolo que la música recuerda y sugiere.”

De esta manera, la superación de lo estructural, en pos de la consecución de lo narrativo, hacen de esta forma la más adecuada para una composición en la que se alternan rupturas, frases inacabadas, silencios expresivos de angustiosa interrogación. Unos esquemas en definitiva que no proponen verdaderas melodías plenas y rotundas que se puedan cantar, sino motivos esbozados, curvas atormentadas y sombríos rugidos.

En definitiva, sólo el poema sinfónico, que como estructura no presenta coherencia implícita sino una vez analizado en toda su extensión, constituye la metáfora perfecta para comprender a un hombre cuya trayectoria musical, como intérprete y como creador, es tan sólo comprensible una vez analizada en toda su extensión.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.


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