lunes, 3 de octubre de 2011

DE LA MÚSICA COMO ALIMENTO DEL ALMA, COMO ÚLTIMO SUSTENTO DE NUESTRA CONDICIÓN.

Anochece. Una jornada más, parece que todo ha acabado. La ausencia del sol, y el inseparable silencio natural que tal hecho trae aparejado, parece definitivamente alejarnos de la inexorable realidad según la cual podemos plantear la eterna pregunta cuya respuesta pocos saben pero todos intuimos: ¿Ha transcurrido un día más, o nos encontramos en realidad ante la mísera certeza de disponer de un día menos?

La profundidad de las cuestiones, nos lleva obligatoriamente, o tal vez más bien por mera cuestión preventiva, a acudir a los Clásicos. Ellos tal vez no dispongan de la pregunta, pero su condición de tales nos da la certeza de que sin duda ya accedieron a la pregunta, y sin duda a la manera adecuada de orientarla.

Así, Aristóteles ya definía la posición de las cosas respecto del Hombre en función de la manera según la que éstas afectaban a cada uno, si no a los tres, de los Estados Fundamentales del Hombre. A saber Parte Sensible, Parte Racional y Parte Concupiscible. Así, definidos los distintos elementos, se ubicaban respectivamente en Cerebro, Corazón y Estómago.

Con esto claro, aquello que podríamos llamar posición respecto de la Vida, quedaba identificado según la forma mediante la que las cosas afectaban a cada una de las partes por separado, a dos de ellas, o a las tres. Así, resulta sencillo entender que las Ciencias afectaban al dominio de lo Racional, destacando entre ellas las Matemáticas. El conocimiento de la Naturaleza afectaba a la Parte Sensible, siendo la observación directa de fenómenos su medio de acción. Y las Artes en general se convertían en aquello que exaltaba la Parte Concupiscible, aquella que por única nos diferencia de los animales, aportándonos la ingente y única capacidad de disfrutar con la creación y uso de Artes Estéticas, promoviendo de entre ellas a la Música como la mayor de las mismas.

La Música es Magia, es Poder. Es Expresión de los Sentidos, en tanto que sólo es concebible y manejable desde el entendimiento, Se trata en definitiva de una de las condiciones de superioridad por exclusividad de las que posee el Hombre para afianzarse en la posición que le corresponde en el esquema de las cosas. La Música es por definición integradora, en la medida en que es capaz de establecer orden en los principios que originariamente regían desde el Kaos. Es capaz de llevar al éxtasis a la Razón, a partir de la conjugación ordenada de elementos que a priori son dominio exclusivo de la Parte Empírica.

La Música es por ello, la consagración de la Parte Concupiscible, la superación de las limitaciones del Hombre. Supone la proyección del mismo hacia nuevos horizontes, partiendo para ello de la superación de las limitaciones internas que ponen lastres a su desarrollo. Es en definitiva, la capacidad de jugar a ser creadores, si como tal se concibe la capacidad de crear cosas nuevas e independientes a partir de la conjugación de partículas más pequeñas, en principio aparentemente desordenadas.

La Música es por encima de todo expresión. Expresión de lo que somos (Realidad de facto), y manifestación consciente o inconsciente de aquello a lo que aspiramos (Realidad potencial). Se convierte así en la más potente de las máquinas de las que dispone el Hombre, en tanto que elemento capaz de decirnos a nosotros mismos quiénes somos realmente, en la misma medida en que es útil para comunicar tal extremo a los demás.

Así, a la Música hay que acercarse no de cualquier manera. Hacerlo de una manera desordenada, cuando no lo suficientemente analizada, puede tener consecuencias desastrosas, sólo comparables a las que produce obligar a un infante a leer un libro para el que no se está preparado.

A la Música hay que enfrentarse con la decisión del guerrero que busca en el compromiso con su rival, la certeza que dota de sentido aquello por lo que vive. Hay que acercarse con la fe del que está dispuesto a entender incluso aquello para lo que no cree estar preparado. Pero sobre todo hay que acercarse con la ilusión del niño que, pase lo que pase, le traen sin cuidado las consecuencias, estando dispuesto tan sólo a disfrutar. Así es como la Música se revela con su verdadero papel, el de la integración. El del descubrimiento, el de la realización del Ser Humano, destinado a las cotas más altas.

Por todo ello, la forma de acercarse a la Música no puede estar dominada por ninguna de las primacías propias de cada parte del Hombre. Así, hemos de huir de aproximaciones excesivamente técnicas, según las cuales los logros sólo vendrán marcados por el éxito técnico (factor racional). Aún menos hemos de promover los acercamientos estrictamente sencillos, esto es aquéllos que sólo proporcionan placer.

A la Música solo se puede acceder, como a la mayoría de las cosas importantes, a través del corazón, camino evidente hacia el Espíritu.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.


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