sábado, 27 de diciembre de 2014

DE PRIM COMO MODELO DE CONTROVERSIA…

…O de cómo la Historia ilumina ahora la senda del que otrora fuera tenido por traidor, dejando pues el espacio libre para que los verdaderos traidores lo ocupen.

Y es que antes incluso de entrar en materia, puede albergarse en tamaña paradoja, la certeza de que sin duda, nos hallamos ante una controversia que sin duda obedece a criterios estrictamente españoles, esto es, a los que una y mil veces, y por supuesto nunca por siempre, se juegan cada vez la esencia de la integridad de España, sin cuidarse una sola vez de no ultrajarla cada vez que con ello piensan son capaces de engrandecerla; ya sea a la misma, o a la leyenda que para mantenerla unos y otros han tramado.

Sea como fuere, lo único cierto es que en la tarde del 27 de diciembre de 1870, el General PRIM, Presidente del Consejo de Ministros de España, caía víctima de un atentado criminal que bien podría ser, y de hecho así lo fue años después; considerarse modelo para futuros magnicidios.
En términos que podríamos considerar como estrictamente abocados a lo práctico, ya solo las cifras apabullan. Treinta y seis esbirros, venidos de procedencias tan dispares como La Rioja, la propia Cataluña, e incluso Andalucía, conformaban una unidad por otro lado del todo dispar en tanto que entre si no se conocían, salvedad hecha por supuesto entre las respectivas unidades las cuales, en un número no inferior a seis, cercaban Madrid conformando sin duda una maraña que se cerraba sobre el Presidente, con la única finalidad de que fuera como fuese, no saliera vivo de allí.

Para cualquiera que sea consciente de la magnitud de tales cifras, o más concretamente del hecho incontestable que las mismas suponen al considerarlas desde el terreno de lo meramente cuantitativo; sin duda el hecho en sí mismo constituirá una muy jugosa pista a la hora de ir conformando el entramado tras el que toda la cuestión gira.
Así, el que ya fuese en su momento considerado el asesinato más caro de la Historia, bien podría tener en tal cuestión la primera de las cuestiones que una vez superadas las estipulaciones legendarias, podría someterse a una cuestión eminentemente práctica cual es la que surge de contestar a la pregunta obvia. ¿Quién podía tener, además de motivos, la capacidad para formalizar semejante cantidad de medios en pos de ejecutar tamaño magnicidio?

La cuestión, lejos de baladí, se presenta más que interesante ya que además de descartar por cuestiones basadas en la obviedad práctica al por otro lado considerado como máximo responsable, a saber el Parlamentario Paúl Angulo; nos arroja más bien en toda su extensión en pos de la búsqueda de un autor intelectual el cual, además de poseer a priori múltiples medios que puedan se fácilmente movilizados en pos de una empresa como ésta, ha de sacar sin duda el máximo partido de la misma. Un partido que ha de ser en cualquier caso equiparable de una u otra manera a los riesgos que la misma entraña, los cuales de resultar fallidos bien podrían arrojar al o a los conspiradores al cadalso. Así pues, ¿constituye semejante empresa algo digno de ser encomendado por menos que por, digamos, la propia Corona de España?

Lo específico de las acusaciones, reduce por ende en gran medida el espectro de los que podrían darse por aludidos es más, parece que la trama resultante reduce la sección de su objetivo a la presencia infundida por Antonio de Orleans, duque de Montpensier, e hijo del rey de Francia.
A tal respecto, la Comisión Prim, la cual entregó la conclusión de sus trabajos en 2012, ya afirmó de sus trabajos que, sin el menor género de dudas, el duque invirtió una más que cuantiosa suma de dinero en el desarrollo de estrategias destinadas a la consecución del trono de España (…) algunas de las cuales requerían, como hecho incuestionable la desaparición del valido, a saber el Gral. Prim. A título de información, la mencionada comisión quedó disuelta de manera casi inmediata a los pocos días de promulgar sus conclusiones, siendo la versión oficial “…el elevado coste conceptual e histórico que tamañas consideraciones podrían traer aún hoy en día aparejado.”

De una manera o de otra, lo cierto es que el General Prim pertenecía sin duda a esa clase de personas que de una forma u otra, ya fuera de forma consciente en unas, o inadvertida en otras, lograba dejar su impronta. Una impronta marcada en la esencia de proceder estrictamente castrense toda vez que desde tamaña perspectiva erigía siempre los patrones destinados a ejecutar lo que en cada caso consideraba oportuno.

General, y a pesar de ello, diplomático, Prim mostró desde un principio una peculiar capacidad para las conductas políticas. Peculiar, porque si algo ha quedado claro a partir de la lectura más o menos atenta de la Historia de España, es la evidente propensión que los militares han tenido para degenerar en tiranos, cuando no en meros reyezuelos, una vez que la perversión de la política, en apariencia lo único a lo que ésta puede aspirar una vez cae en manos de soldaditos de plomo, sometía a éstos y a sus obras a los designios de procedimiento conocido.
Sea como fuere, bien por el mero acto de patriotismo, o por la abigarrada disposición mostrada por Prim en pos del mantenimiento de la figura de la Corona, tal y como se desprende de sus denodados esfuerzos en pos de devolver a España a su en principio inherente condición de país monárquico, lo que conseguirá más no verá al llegar el que será durante unos pocos meses Amadeo I de Saboya un poco tarde, concretamente seis días; lo cierto es que Prim encarnará como nadie ese viejo dicho que afirma que tres son las maneras de entender el desenlace de una cuestión: bien, mal, y por supuesto como la resuelve un militar.

Ya fuera con la ayuda de otros como los dispuestos en el alzamiento de 1842 contra Isabel II, en el que el también General Narváez se pusiera a sus órdenes para poner coto a lo que muchos comenzaban a considerar desmanes protagonizados por la reina; en la Batalla de Tetuán donde finalmente mostró su valía, o incluso por supuesto en los acontecimientos de Cataluña, en los que sin duda mostró su carácter de ante todo, patriota; lo cierto es que el General Prim puso pronto sobre la mesa una disposición exagerada toda vez que de la impronta de un guerrero, se extraía también la semántica de un político.  Y todo ello conformaba sin el menor género de dudas, una entidad altamente peligrosa, sin duda, para muchos.

Una entidad altamente peligrosa, en torno de la cual, y bajo el supuesto lema el enemigo de mi enemigo es mi amigo, pasaron a integrarse muchos de los que, por unas cuestiones o por otras; presas en ocasiones de la envidia, víctimas en otras del mero oportunismo, hicieron de la muerte de Prim la antesala imprescindible de la solución a sus problemas, los cuales eran en unos casos reales, resultando en otros meras cuando no vulgares ensoñaciones.

Y entre todas estas, como figura genial, el también general, Francisco Serrano Domínguez, el cual se erige como responsable último de la muerte toda vez que Prim había quedado bajo su protección desde el momento mismo del ingreso de éste en el Palacio de Buenavista; gravemente herido, y perdiendo mucha sangre.

Es a partir de ese preciso instante, el que se desencadena tras el ingreso del herido en el palacio, cuando se pone en marcha la parte más repugnante de todo el episodio, ya que de la lectura atenta del mismo extraemos que al General Prim lo mataron dos veces.

Partiendo de la atenta lectura de la obra publicada por Francisco Pérez Abella “Prim, la momia profanada”, muy interesantes son los hechos desvelados en base a los cuales, al general lo mataron, en realidad, dos veces. Así, si traumático hubo de resultar sin duda el episodio acontecido en la Calle de El Turco, donde un grupo formado por no menos de tres arcabuceros abrió fuego contra él en repetidas ocasiones causándole graves heridas: lo cierto es que los asesinos hubieron de esperar para finalizar la labor con tanto empeño por otro lado desarrollada, para acabar dando muerte a Prim en su cama. Una cama no lo olvidemos emplazada en el palacio de Buenavista. Un palacio, no lo olvidemos, que se condujo de manera tanto formal como de procedimiento durante aquellos tres días bajo las exclusivas órdenes del General Serrano.

Así, y a partir de la red de mentiras que el propio Serrano comenzó a elaborar desde el momento en el que, y a las pocas horas del suceso ordenaba a la prensa publicar un escrito en el que de forma burda, si bien no se negaba el atentado, sí que se minimizaban sus consecuencias; hasta el momento mismo de la muerte del general, acontecida en circunstancias poco claras tres días después, y que de haberse producido por causas como indicaba la primera autopsia relacionadas con la evidente pérdida de sangre tampoco minimizarían en un ápice la responsabilidad de Serrano toda vez que el propio médico de Prim había afirmado que de peores heridas había salido después de entrar en combate, lo cierto es que muchas son las brumas que se ciernen sobre esas fatídicas 72 horas. Brumas que, una vez analizados los más de seis mil folios que componen el sumario, muchos de los cuales han sido terriblemente dañados en un intento de ¿ocultar la verdad? no hacen sino incrementar la percepción de estafa histórica.

Sin embargo, y una vez logrado vencer los presagios que, por ejemplo llevaron a disolver la Comisión Prim al poco de que presentara sus conclusiones para ¿tratar de desautorizarlas? Lo cierto es que de la lectura atenta de la documentación que Pérez Abellán nos regala, se derrama una última conclusión fidedigna: La última muerte de Prim se debió a la acción de una pulcra ejecución a lazo.

Constituye la muerte por lazo, una de las más rápidas, eficaces y a la sazón limpias formas de morir. En contra de lo que pueda alcanzarse, la muerte infringida por este medio no se parece al ahorcamiento, ni siquiera al estrangulamiento. La muerte por lazo se produce de manera muy rápida al estar asociada a la hipoxia, es decir, se produce por la hipoxia que se traduce en imposibilidad de acceso del oxígeno al cerebro…

Se trata de una forma de ejecución muy practicada entre las Sociedades Iniciáticas, como puede ser el caso de Los Masones.
Y Prim era Masón, concretamente de Grado 33.
Y Serrano era Masón…

El trabajo pudo ejecutarlo José María Pastor, directamente imputado en el sumario en principio por reclutar mercenarios para el asesinato.
O pudo hacerlo el propio Narváez, a la sazón responsable de su escolta y guardia.

La cuestión es: ¿Lo hicieron bajo la expresa orden de Serrano, o incluso con éste presente en la habitación?

Son preguntas para cuya respuesta tal vez no estemos preparados. O al menos eso debieron pensar los que mutilaron cientos de las miles de páginas que componen el sumario del Asesinato del General Prim.



Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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