sábado, 11 de agosto de 2012

RADIO GREDOS SUR. LA CERTEZA DE QUE VEINTE AÑOS NO SON NADA.


¿Qué es el tiempo? ¿Una sucesión de segundos? ¿La acumulación de horas, días y tal vez incluso años? Sencillamente no lo sé, y sencillamente creo que cada vez estamos más lejos de poder llegar a saberlo.

¿Qué es el tiempo? ¿Instantes, momentos? Sinceramente creo, una vez más, que lo importante no es el qué, sino el cómo.

Lo que diferencia un segundo de un instante, lo que nos permite definir una vida, no es lo que ésta ha durado, sino la cantidad de cosas que hemos sido capaces de hacer en el transcurso de la misma. Por eso hay instantes que llenan una vida.

El segundo pasa, el instante perdura; y mientras, la vida, transita. Transita, siempre hacia delante, siempre directa, embarcada en la maldición del que sabe que tiene mucho por hacer, habiendo de acudir al recuerdo, como única manera de apropiarse de lo que nunca le fue propio, de lo que nunca estará al alcance de nadie, atrapar el tiempo.

Camina el Hombre, por la vida, presa de su propia maldición. La que procede de ser la única realidad de las que pueblan la Tierra, que posee consciencia de sí mismo, así como de sus múltiples capacidades, y lo que constituye mayor motivo de desgracia, de sus incapacidades. El Hombre, la Tierra y el Tiempo, un triunvirato magistral, en el que tan sólo la vitalidad del Hombre presenta desinencia.
La Tierra y el Tiempo son compatibles, son eternos por definición. La causa de semejante certeza, no pueden concebir un principio de sí mismos, lo que abiertamente los conduce a la certeza de que tampoco resulta evidente la conceptualización de un final. La causa evidente, no sólo no se necesitan entre ellos, sino que ni tan siquiera poseen la capacidad para conceptualizarse a sí mismos, lo cual los libera de la posibilidad de concebir su destrucción.
Por eso, el triunvirato permite la irrupción de el Hombre. El Hombre constituye el elemento formal. Aporta orden, principio y fin, a base de introducir el concepto de necesidad. El Hombre, a priori el más débil de los tres elementos participados, se manifiesta como el único competente para marcar el orden de las cosas.
Respecto a cómo marca ese orden, parece bastante evidente. En lo material, en lo concerniente a la Tierra, se apropia de ella. La organiza, gestiona y coordina, convencido por otro lado de su aparente perspectiva externa procedente de la convicción moral de que está por encima de la propia Tierra, así como de cuantas cosas obran en ella.
En cuanto a lo etéreo, a lo difuso, en lo concerniente a el Tiempo, huye del mismo. Se aleja, se distancia. El Tiempo derrota al Hombre, porque no puede someterlo. Sólo puede jugar con él, soñar con que lo controla. Pero al final de cada partida, de cada jornada, el Hombre sólo ha accedido a un mero premio de consolación, el que queda al ver la manera mediante la que el vulgar sucedáneo elegido, se resbala entre las manos, escapa entre los dedos, como la arena que lo representa, en el enésimo vano intento de hacerlo comprensible.

Entonces ¿Cómo comprender la relación de el Hombre con el Tiempo? Pues como se entienden o al menos se intenta, la comprensión de las relaciones del mismo con el resto de realidades que le circundan.
Así, una vez más la Evolución, es la que nos aporta los instrumentos para hacer cuando menos comprensible semejante relación.

Una de las cosas que de verdad diferencia al Hombre, del resto de realidades que comparten con él este planeta, se comprende exclusivamente cuando revisamos con nueva perspectiva la relación que el Hombre tiene, con el Tiempo.
Los animales ven pasar el Tiempo. Son libres en el más absoluto de los sentidos, siendo una de las fuentes más importantes de esta libertad precisamente el hecho de no ser conscientes del flujo del tiempo, lo que les exonera del conocimiento de hechos como principio, fin, y el largo etcétera de considerandos que de la mencionada comprensión se derivan.
Por el contrario, una de las obligaciones de el Hombre precisamente como tal, pasa por la comprensión, y uso responsable de la misma, precisamente de semejante concepción.
Se suscita así un nuevo marco en la conceptualización del término responsabilidad, el que procede de la diferente categorización que de el Tiempo han, y pueden hacer, los animales, y los Hombres. Diríase incluso que de la relación distinta que ambos tienen para con esa misma realidad, podrían derivarse diferencias estructurales que nos servirían a la hora de establecer primacías.

Así, allí donde un animal ve fluir el tiempo, un hombre lo pierde. Donde un animal no se plantea preguntas, un hombre se convertiría en un irresponsable, en el caso de no hacérselas. Donde un animal muere con el tiempo, un hombre es capaz de transcender a partir precisamente, de su paso por la vida, temporal donde las haya.

Surgen así, o se derivan más bien, nuevas relaciones del Hombre para con el Tiempo. Donde un animal vive por el Tiempo, un Hombre transita una Vida. Donde un animal pierde el Tiempo, un Hombre invierte sus instantes.
El instante supera así al segundo. El tránsito supera a la propia vivencia. Un instante es el resultado que en la vida deja el llenar un segundo. Puede llenar una vida, sustituirla, mediante el permanente ejercicio del recuerdo, o en el mejor de los casos, llenarla, en los momentos en los que el presente es poco menos que Baldío.
Un instante es, así, exclusivo no ya de el Hombre, sino propio de El Ser Humano.
De manera semejante, el Hombre no se limita a ver pasar el Tiempo. Lo invierte, convirtiendo cada instante en una vivencia, que adquiere sentido en la medida en la que aporta algo, para sí mismo, o para los demás. En eso se diferencia, definitivamente, un segundo, algo natural, de un instante, que necesita de un esfuerzo, de una aportación espiritual.

Y dónde subyace, supuestamente claro está, esa especie de catalizador, que atribuye al Hombre la capacidad para, entre otras cosas, transformar un mero segundo, en algo etéreo y transcendental, como es el caso de un instante. Pues precisamente en otra característica del Hombre, en la generosidad.
Constituye la generosidad, una de las mayores especificidades de el Ser Humano. Constituye la manera de darse a los demás, ¿Cómo? Dándose a los demás en forma de Tiempo dedicado.

Constituye así el Tiempo algo etéreo, transcendental. Algo que más que verse se percibe, algo que más que comprenderse, se concibe.
Y surge en la misma medida la Radio. Algo de naturaleza igualmente etérea, la Radio, y su manifestación física, la onda Hertziana, comparten con el Tiempo conceptos, principios, representaciones y manifestaciones.
Y de nuevo, como elemento de cohesión, el Hombre, a través del ejercicio activo de la generosidad, expresada en la forma de darse a los demás, poniendo su tiempo, y sus conocimientos, al servicio de los demás, a través precisamente de LA RADIO.

Y eso es precisamente lo que lleváis haciendo los de RADIO GREDOS SUR, desde hace ahora veinte largos años. Daros a los demás, sin esperar nada a cambio, sencillamente porque aquello que dais, vuestro tiempo, es algo que, naturalmente, jamás nadie podrá devolveros.

Por ello, sencillamente, FELICIDADES. Felicidades por un trabajo bien hecho. Por un trabajo siempre constructivo, brillante, eficaz y sobre todo gratificante. Porque por encima de todo, habéis sido capaces de hacerlo, sin dejar de disfrutar, un solo día, a la par que los demás nos íbamos, poco a poco, uniendo a vuestra fiesta.
Una fiesta que para vosotros dura ya VEINTE AÑOS, y a la que algunos nos unimos hace menos, pero de la que estamos seguros, deseamos compartir muchos años más.

Por ello, RADIO GREDOS SUR ¡FELICIDADES POR VEINTE AÑOS!

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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