sábado, 21 de marzo de 2015

DE COMPRENDER QUE BACH ES SENCILLAMENTE INCOMPRENSIBLE.

Tan humilde puede ser la motivación que nos lleve hoy a detenernos unos instantes no en un personaje, ni tan siquiera en una fecha, sencillamente en una sensación. De eso puede ser en última instancia de lo único que hablemos hoy, de emociones, toda vez que solo recorriendo el multidisciplinar mundo de la emotividad, podamos hoy aspirar a encontrar algo nuevo, cuando no algo que merezca ser contado, máxime si tal aspiración viene refrendada en pos de la figura, obra y ¿Por qué no? milagros, vinculados a Johan Sebastian BAHC, o por decirlo desde una postura más respetuosa, en tanto que más acertada, a su música.

Nada podemos hablar de BACH, en tanto que nada nuevo podemos aportar. En consecuencia, y auspiciados cuando no justificados en el concurrente universo de posibilidades que nos abre el hecho de comprobar que hoy es 21 de marzo, trataremos de movernos con cautela, quién sabe si deseosos en realidad de pasar desapercibidos, haciendo por una vez de la humildad no la miseria propia del pensamiento de los masivos, de la chusma, (como sin duda una vez más apuntaría el Filósofo Alemán); para en realidad buscar refugio, tal vez asilo, en los poco exigentes vestigios que la constatación cronológica nos dispensa, en tanto que hoy hubiera cumplido 330 años.

Acudiendo pues a la sabiduría de lo popular, y entendiendo que todo mal que no mejora, es solo propenso a empeorar; que buscaremos refugio no en la más que esquilmada faceta histórica convencidos de que perpetrar otra crónica exhaustiva por acertada que pudiera llegar a ser, no haría sino incrementar el deseo de salir corriendo que puede comenzar a enraizar en la mente de los que todavía no pueden explicar o explicarse a sí mismos en un alarde de concentración cuál ha sido el motivo que les ha llevado a detenerse en la lectura del presente. Pero lo que más me asustaría sería sin duda la certeza de que por muy bien, o por muy mal que la presente quedara, siempre encontraríamos a alguien descontento, incluso insatisfecho con lo dicho, o con la manera de decirlo; con lo ignorado, o con las pretensiones cuando no ínfulas que pueden habernos llevado a propiciar tamaño olvido.

Una vez que comenzamos a limitar el escenario, por otro lado hasta ahora casi infinito (por supuesto tanto en el espacio como en el tiempo) en el que transcurre la relación con J. S. BACH, habremos de indicar a título casi de responsabilidad procedimental, que solo el protocolo subjetivo justifica, cuando no incluso auspicia; los continuos devaneos, giros y retrueques a los que a veces por obligación, otras por satisfacción personal, habremos de proceder con la esperanza hay que decir de que el resultado final acabe por valer la pena.

Infinito, subjetividad…abstracción. En definitiva la muestra palpable, a la par que siempre incipiente, de las grandezas cuando no del manifiesto virtuosismo en el que siempre se movió, nuestro protagonista.
Mas si muchos son, han sido y serán los maestros que han merecido, merecen y esperamos merecerán en un futuro tamaña consideración, a la sazón la mejor de las muestras de reconocimiento, lo cierto es que ninguno lo merece como J. S. BACH. O por ser, de nuevo, más preciso, no lo hubieran merecido de no ser por él.

¿Qué separa a Dios del Hombre? La capacidad de crear dirían algunos, sin duda después de pensar un poco. Si usted está de acuerdo con tal afirmación, sepa que está elevando a BACH a los altares, y yo diría que a un lugar de privilegio si es que tal existe en semejantes lugares.
Porque BACH es creador, el primero verdaderamente creador si nos ceñimos, superando por supuesto el matiz limitador al que el concepto intrínsecamente responde; a la realidad que nos dejó en herencia.

“El Mundo es vuestro, tomadlo.” Tal es la expresión por la que Dios entrega el Mundo al Hombre. “Haz de ello lo que quieras.” Afirman algunos que añadió después.
BACH no dijo nada. Simplemente insufló aire en nuestro espíritu con “Tocata y Fuga en Re Menor”. Nos ilustró en Historia (del futuro) con “Los Conciertos de Brandenburgo.” Nos aleccionó para entender el propio mundo con “Clave bien temperado.” Y nos enseñó a reconocer el cielo con “Suite en Do.”

Todo eso nada más, o nada  menos, era BACH. Creador sin duda de un universo, el Universo BACH, sin el cual no es que resultara imposible entender el resto de la Música que se ha compuesto después; es que resulta muy probable que sin él, lo que resultaría del todo inaccesible sería el compendio de emotividad que rodea al Ser Humano desde entonces,

Vamos así poco a poco, desde la paradoja de la dispersión, infiriendo la suerte de escenificaciones a partir de las cuales osar no comprender, a lo sumo experimentar, a Juan Sebastian BACH. Un Hombre de su tiempo, aunque carente de su tiempo, un hombre sin duda apegado a su época, pero condenado a obrar para el infinito. Tales afirmaciones, lejos de ser descabelladas, bien podrían constituir el mejor reflejo no de la figura, imposible de definir, como sí más bien del impacto que la Música de BACH provoca, y de la que provocó.
Si bien nunca totalmente ignorado, ni BACH ni su música recibieron en su tiempo la merecida atención, quedando pues obviado de los merecimientos de los que sin duda se hizo acreedor. Entre las múltiples causas que podemos interpretar en la línea de comprenderlo, sin duda que la incredulidad que sin duda una y otra vez hubieron de demostrar quienes componían el primer círculo del ya denominado Universo BACH, ocupaba un lugar privilegiado a la hora de comprender lo que decimos.

“El Hombre que vive sólo, o es una Bestia, o es un Dios. Yo añadiría otra opción, la que pasa por comprender que el Filósofo, cuando renuncia a todo, pasa a cumplir con tal exigencia.” De nuevo NIETZSCHE. De nuevo el historicismo, y aunque no por gusto, desde luego sin ninguna clase de rubor, puesto que sin el menor género de dudas solo desde las pesquisas a las que son propensas tamañas posiciones, podemos optar a comprender algo. Una comprensión que en contra de lo que pueda parecer no nos lleva al pasado, sino que nos proyecta hacia el futuro, como ya en su momento lo hiciera con los protagonistas mencionados, garantizando por ende su inmortalidad, y haciendo que desde la percepción del resplandor, máxima aspiración de quienes somos meros mortales, podamos atisbar más allá del velo con el que el tiempo nos recubre, haciendo nuestras a título de certezas lo que hasta ahora solo tiene cabida en el mundo de las esperanzas.

Tal es la guisa en la que se expresa BACH. Una expresión de futuro, aparentemente encerrada en una música del pasado. Y digo aparentemente no porque no sea del pasado, sino porque ni tan siquiera tal hecho, imposible de superar no para la mayoría de los demás, sencillamente para todos, se quebró como incipiente ramita de esqueje de primavera cuando acabó en manos de BACH.

Porque si acudiendo nuevamente al filósofo en pos de dar materia (aunque ésta sea la informe propia de una Idea) lo cierto es que muchas más son las aproximaciones. “He venido a partir en dos la Historia de la Humanidad. Por un lado quedará la que se escribió hasta mi nacimiento. Luego quedará la que plasme los acontecimientos que mi muerte promueva.”  NIETZSCHE escribió, y tubo que hablar una y mil veces para tratar de hacerse entender. BACH toco, y no habló porque sabía que por muchas veces que lo hiciera, no sería capaz de hacerse entender. Por ello a lo máximo a lo que podemos aspirar es a sentirle, a emocionarnos.

Porque si bien es cierto que la Música no comienza con BACH, no es  menos cierto decir que con él resulta comprensible, hasta el punto que sin su aportación la música de su futuro, incluyendo por supuesto la que supone nuestro presente, hubiera sido imposible.
BACH compendia todo lo que se había hecho hasta su momento, lejos de aglutinarlo lo supera, y proyecta por definición hacia delante todo lo que su cabeza, su corazón y su estómago tiene, logrando pues la Integración del Hombre Clásico según las connotaciones del Mundo Griego. Y por el camino conduce con mano sabia al Barroco hasta sus máximas cotas.

Es así pues BACH un Hombre que carece de Tiempo, que carece de Época. El primero le constriñe, la segunda no le hace justicia. Es así pues BACH un hombre contemporáneo de cualquier tiempo, al que lo eterno le resulta fácilmente asumible no solo por componer obras reconocibles por los hombres de cualquier tiempo; como sí más bien porque son sus aportaciones las fácilmente reconocibles en la música de cualquier época.

Es por ello “el asunto BACH” algo que no se puede entender, algo contra lo que no se puede luchar. Supone una corriente de tal índole que, o te sumas, o te apartas, oponerse no tiene sentido, sencillamente porque te arroya.
Como dijo Gustav LEONHARDT hace ahora 25 años: “¿Entender a BACH? Usted está loco, BACH no se puede explicar. (…) Es muy difícil comprender el misterio de BACH, su atracción irresistible. BACH es serenidad, es emoción, es inteligencia, es arquitectura, es todo esto y mucho más. No sé verdaderamente cómo explicarlo. BACH ponía en música una visión penetrante del mundo. Estudiando la época y las partituras musicales se puede enriquecer algo su comprensión, pero no es suficiente. BACH es un milagro.”

Como dicen otros más versados en asuntos de milagros: “No te empeñes en entenderlo, siéntate y disfrútalo.”


LUIS JONÁS VEGAS VELASCO.

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