sábado, 15 de diciembre de 2012

ISABEL DE CASTILLA, DEL PACTO DE LOS TOROS DE GUISANDO, A SU CITA CON LA HISTORIA.


No será simple redundancia, y de ello nos haremos en todo caso responsable a lo largo de las siguientes líneas, si venimos una vez más a decir que la Historia de España, es sin duda alguna una de las más espectaculares del mundo, y sin duda de las más impactantes de Europa.
Y mucho más impactante si cabe, cuando nos permitimos el lujo de resaltar que, en este caso, los acontecimientos más importantes y destacables, proceden al contrario de lo que sucede en otros países, de la acción organizada de grandes hombres y mujeres los cuales, dando muestra unas veces de un valor sin parangón, y otras de un ingenio difícilmente comprensible, se permiten no obstante no solo pasar a la Historia, sino en la mayoría de los casos cambiarla, convirtiendo su vida en algo único, en algo grande, asegurándose la certeza de que su nombre perdurará por encima de los tiempos, en tanto que muchas veces éste escribe sus líneas gracias a los considerandos que ellos dejaron plasmados.

Es además un hecho constatable, el que la Historia y el Tiempo, como máxima asociada, se perciben en relación de contrastes esto es, en base al efecto que la comparación desde el pasado, se produce para con los hechos del presente. Y como, hoy por hoy, el presente no resulta con mucho nada alentador, es por ello que tal vez, figuras como la que traemos hoy a colación, parecen incrementar todavía más si cabe su propia leyenda, toda vez que la decrepitud moral existente, viene a redundar en la necesidad perentoria no ya de recuperar las escenas propias de personas como ella, aunque sí de comprender que el contexto histórico en el que en definitiva tuvieron lugar sus actos, sigue conservando cuando menos, su esencia.

Es así que Isabel I de Castilla constituye por sí misma, todo un modelo digno no ya sólo de análisis, cuando sobre todo de franca admiración.
Mujer en un mundo de Hombres, Isabel de Trastámara fue capaz de unificar en torno de sí y de su figura, toda una serie de variables históricas, humanas, políticas e incluso estructurales, las cuales, por diversos motivos, se hallaban netamente dispersas, mediante la implantación en algunos casos de relaciones y limitaciones las cuales, francamente, parecían hacer imposible el menor atisbo de redefinición, y mucho menos para una mujer, por mucho que ésta fuera aspirante a reina, o en último caso reina verdaderamente.

Resulta por ello más que un mero hecho anecdótico, y por ello hemos de proceder ya con su entrada en el sistema de variables que estamos componiendo, precisamente el hecho de que se tratara de una mujer. En un país, cuando no en un agrupamiento de reinos cristianos, que probablemente  constituyera la acepción más acertada de cara a describir los designios de la por aquellos entonces aún inexistente España, es probable que aprovechando la acción del tiempo transcurrido, y sin abusar de la perspectiva, no fuera injusto decir que ése fuera precisamente uno de los aspectos que acabó jugando a su favor. Precisamente el hecho de ser mujer, con todo lo que ello conlleva, máxime a la hora de establecer los preceptos y procedimientos, cuando éstos así como sus procederes, están exclusivamente ligados al mundo de los hombres.

Lejos de perdernos en devaneos excesivos procedentes de elucubraciones en torno a su vida previa a la firma de Los Pactos de los Toros de Guisando, momento a partir del cual la idea de que pueda llegar a ser Reina de Castilla comienza a tomar forma; podemos decir que la vida de Isabel transcurría por unos derroteros que no podían hacer presagiar la tormenta diplomática, política y de condición que su coronación, acontecida un 13 de diciembre de 1474, en Segovia, acabarían consolidando. Bien es cierto que desde el principio, y en sus primeros años, manifestó ser dueña de un carácter no tanto indómito como arrollador, especial, iracundo, sensible, innovador, y propenso al cambio, pero sin denostar por supuesto el valor de la tradición. Todo un canto al espíritu de la contradicción. Una mujer vamos.

Los largos años de infancia y juventud, acaecidos estos bajo la doble y complicada sombra de los dos hombres en esta época fundamentales, su Rey Enrique IV por un lado, hermano por parte de padre,  y su hermano y a priori heredero al trono, Alfonso; debieron de constituir sin duda alguna unos años de muda tristeza y desolación destinados, en cualquier caso, a formalizar en Isabel unas condiciones morales y conceptuales propias de una personalidad tan elevada y complicada como la que la Historia nos ha regalado y descrito.

Mujer de tan excelsas como intensa convicciones, lo poco probable de su final ascenso al trono, hace converger en torno de ella una forma de vida en la que la mezcla de grandes libertades, como la acción de una ferviente religión, procedente sobre todo de los procederes, casi enfermizos de su madre Isabel de Ivoiz, terminan por consolidar en Isabel una visión de la Religión, y en especial de su vínculo para con la vivencia de Dios, tan innovador como el resto de comportamientos que ésta experimenta.

Pero volviendo y centrándonos en asunto más mundanos a la par que terrenales, la muerte en extrañas circunstancias de su hermano Alfonso (ningún médico constata oficialmente que la causa de la muerte sea la buscada peste), acelera los acontecimientos todo ello en pos de la nueva carrera sucesoria que se desata en base a los acontecimientos que rodean a la concepción de su sobrina Juana, a la sazón La Beltraneja, toda vez que las acciones del Displásico Eunucoide Enrique IV, no podían de por sí garantizar lo natural de la concepción, hecho éste imprescindible para la natural y correcta labor de sucesión.

La negativa a reconocer a Juana como legítima hija de Enrique IV, impulsadas sobre todo por Pedro PACHECO, gran valido del Rey, desde que el antes de caer en desgracia D. Álvaro de Luna hiciera ascender en la Corte desde mero lacayo, hasta consejero primero del padre de Isabel, el monarca Juan II, hasta luego el propio Enrique; desemboca en la crisis que pone de mano el enfrentamiento sucesorio que ve finalizar su primer asalto con la firma del Pacto de Guisando ya comentado.

Sin embargo este tratado tiene unas consecuencias aparentemente no provocadas, cuales son el exceso de confianza que finalmente termina por envolver a una todavía joven aunque ya Princesa de Asturias, que verdaderamente comienza ya a verse como Reina de Castilla.
Tales actos irán convergiendo en un paulatino aunque constante abandono de los vínculos de aceptación y dominio que hasta el momento había mantenido, quién sabe si por guardar las formas, con hombres tan potentes como el propio Arzobispo de Toledo, cuando no el propio PACHECO. Y no volverá a permitir semejantes relaciones hasta que conoce al que habría de ser su marido, Fernando de Aragón, del cual, en contra de lo que solía ocurrir en la época, se enamora fervientemente desde el momento en el que se ven, y eso que había estado prometida con el mismo desde que había cumplido los tres años.

Se casan el 19 de octubre de 1469, pero no será hasta el uno de diciembre de 1471 cuando a través de la mediación de CARRILLO Arzobispo de Toledo, el matrimonio alcance plena vigencia. Con ello, el conato de unión de los reinos, instigado a priori como una forma de constatación de los efectos de las presiones de reinos como Francia y Portugal, sobre las fronteras de Aragón y Castilla respectivamente, terminen por convertirse en el ejercicio de unificación en torno de la futura España, a lo que tenderá con creces su nieto y sucesor, Carlos I, en la búsqueda que éste emprenderá por la corona del Sacro Imperio Romano Germánico.

Y de ahí, a la bula sit convenit, promulgada por Alejandro Vi, en 1496, que dotaba tanto a ella como a su marido, del sobrenombre de “Reyes Católicos”, lo que les convertía en defensores y precursores de la Fe.
El descubrimiento de América, la Conquista de Granada, la expulsión de los judíos, y un largo etcétera que hacen que su leyenda crezca y crezca sin parar, como una de las grandes figuras de la Historia de España.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario