Llegados estos momentos, en los que tal y como ocurre con
algunas de las más insignes figuras de nuestro panorama político “uno no sabe muy bien si sube, o si baja” es
cuando de verdad más se agradece la presencia de elementos faros, es decir, de alguna realidad que nos permita ser
capaces de aventurar sin riesgos la certeza de que alguna rutina permanecerá,
aunque para nuestra desgracia todo lo demás se vaya desmoronando a nuestro alrededor.
Rutinas, seguridades, en una palabra, tranquilidad. Y pocas
cosas son más seguras, a estas alturas del drama, como las que proceden de
saber que un año más, nos levantaremos el Día de Año Nuevo buscando los tradicionales Saltos de Esquí, y
meciendo los últimos ardores del cava al ritmo de las Polcas y los Valses de la
Familia Strauss ,
interpretados por la
Orquesta Sinfónica de Viena.
Constituye la Saga Strauss uno de esos casos en los que todos los
miembros de la familia desarrollan de manera activa la labor musical,
centrándose además en los mismos conceptos, llegando en este caso incluso a
competir en tiempo y forma.
Sin embargo, en el caso que nos ocupa, el concepto
competición ha de ser entendido en toda su extensión, o mejor dicho en la más
amplia acepción de la palabra.
Los Strauss vienen en realidad a ocupar todo el siglo XIX. Desde
el nacimiento en 1804 del que será Johann
STRAUSS padre, hasta la muerte en 1916 del último de los hermanos, Eduard, los
STRAUSS desarrollarán una más que intensa carrera musical en la que se
entremezclarán los intereses musicales, con las pretensiones pseudo
nacionalistas, aderezado todo ello con una marcada confrontación familiar, que
alcanzará su clímax en torno a 1845, cuando los STRAUSS padre e hijo rompen relaciones
definitivamente.
Y en medio de todo esto, el Vals. Muy conocido en la Viena Imperial , el
vals es en realidad una manifestación neta y absolutamente popular. Se trata
más bien de una danza, con las connotaciones que ello puede apostar.
Literalmente es una recreación musical destinada a ser interpretada en un
contexto determinado. Todo lo cual fluye para que inexorablemente, se convierta
en una herramienta de comunicación certera en una Europa que se encuentra en un
estado de efervescencia tal, que igualmente se dispone a enardecer y a
enardecerse con una aportación más.
Con todo ello, la apuesta que STRAUSS hijo hace por este
estilo, encuentra rápidamente no sólo el éxito más sorprendente, sino que
igualmente se pondrá a su servicio como el caballo
de batalla desde el cual desarrollar la a estas alturas ya encarnizada
lucha en la que ha degenerado la relación con su padre, el cual, si bien en un
principio argumentaba su descontento con que su hijo siguiera su misma carrera
en las dificultades que lleva aparejada la vida del músico; acabará
reconociendo finalmente que la mejor comprensión que por parte del hijo se
lleva a cabo del contexto situacional del mediados del siglo XIX, le hace
temerle como a un rival soberbio.
Mas llegados a este momento, los STRAUSS ya tienen claro
tanto el que se encuentran en disposición de vivir de la Música en el sentido
más comercial de la expresión, como que lo harán de la manera más separada
posible, lo que incluye no disimular su malestar, llegando a protagonizar enfrentamientos
públicos.
Para comprender el Universo
STRAUSS tal y como se va configurando, hemos de conciliar la imagen de una
Viena que, a lo largo del siglo XIX ha de conciliar visiones contrarias de su
propia realidad nacional.
Por un lado, los que siguen viendo en el Sacro Imperio Romano-Germánico la
sensación de cálido protector, buscarán con fervor y abiertamente la
interpolación respecto de la Alemania Imperial de Bismarck. Por otro lado, los
que anhelan la libertad, ven en los coeficientes románticos de la Revolución,
la posibilidad de argumentar definitivamente su independencia.
Y entonces, los Strauss, y el Vals. La evolución del Vals, y
en especial su triunfo, hay que buscarlo a priori en la rápida aceptación que
el baile tiene entre las clases populares. Se trata como he dicho de una danza.
Pero es en realidad su danza. Uno de
los pocos atisbos que tiene la incipiente
sociedad austriaca para decir que algo les pertenece de manera neta, y casi
absoluta.
Esto no significa decir que el vals sea una estructura
específica austriaca. Polonia, Rusia, y otros integrantes de la cornisa eslovena poseen importantes
ejemplos con los que la obra se regocija. Sin embargo no es menos cierto que
será fundamentalmente en la Austria del XIX donde el baile se regocije, tanto
en su ejecución, como en los componentes con los que se le dota. Y los mayores
artífices de tales aditamentos serán, sin duda alguna, los Strauss.
Y de la mano del éxito, el salto no tanto en este caso a la fama, como sí a la popularidad.
Se trata en definitiva de Música de Baile, sin que tal apóstrofe constituya para nada un
reduccionismo, ni nada semejante. El Vals y los Strauss proporcionarán a la
gente aquello que en última instancia demandan, cual es diversión, y sobre todo
un elemento que les permita divertirse en la más amplia acepción de la palabra,
con la Música como argumento. En otras terminologías, nos encontraríamos ante
lo que hoy denominaríamos Música de
consumo.
Y como tal música, se toca en salas de fiesta, o de baile.
Salas que pronto estarán monopolizadas por los propios Strauss.
Tenemos así todos los ingredientes para conformar el cóctel
destinado a sembrar la llama del éxito. Sin embargo, viendo la naturaleza de
los mismos, todo parece indicar que éste ha de ser inevitablemente efímero.
Habrá que buscar en el esfuerzo de Klemens KRAUUS, y en el
importante trabajo que se hace desde 1929 con la Orquesta Filarmónica de Viena, el motivo fundamental por el que, un año más, daremos la
bienvenida al Año Nuevo con el Tradicional Concierto desde Viena, con el
Danubio Azul y, cómo no, con la Marcha Radetzky. De STRAUSS…PADRE.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.