sábado, 29 de diciembre de 2012

DEL UNIVERSO STRAUSS. DEL ROMANTICISMO TARDÍO A LA MÚSICA COMO NEGOCIO


Llegados estos momentos, en los que tal y como ocurre con algunas de las más insignes figuras de nuestro panorama político “uno no sabe muy bien si sube, o si baja” es cuando de verdad más se agradece la presencia de elementos faros, es decir, de alguna realidad que nos permita ser capaces de aventurar sin riesgos la certeza de que alguna rutina permanecerá, aunque para nuestra desgracia todo lo demás se vaya desmoronando a nuestro alrededor.

Rutinas, seguridades, en una palabra, tranquilidad. Y pocas cosas son más seguras, a estas alturas del drama, como las que proceden de saber que un año más, nos levantaremos el Día de Año Nuevo buscando los tradicionales Saltos de Esquí, y meciendo los últimos ardores del cava al ritmo de las Polcas y los Valses de la Familia Strauss, interpretados por la Orquesta Sinfónica de Viena.

Constituye la Saga Strauss uno de esos casos en los que todos los miembros de la familia desarrollan de manera activa la labor musical, centrándose además en los mismos conceptos, llegando en este caso incluso a competir en tiempo y forma.
Sin embargo, en el caso que nos ocupa, el concepto competición ha de ser entendido en toda su extensión, o mejor dicho en la más amplia acepción de la palabra.

Los Strauss vienen en realidad a ocupar todo el siglo XIX. Desde el nacimiento en 1804 del que será Johann STRAUSS padre, hasta la muerte en 1916 del último de los hermanos, Eduard, los STRAUSS desarrollarán una más que intensa carrera musical en la que se entremezclarán los intereses musicales, con las pretensiones pseudo nacionalistas, aderezado todo ello con una marcada confrontación familiar, que alcanzará su clímax en torno a 1845, cuando los STRAUSS padre e hijo rompen relaciones definitivamente.

Y en medio de todo esto, el Vals. Muy conocido en la Viena Imperial, el vals es en realidad una manifestación neta y absolutamente popular. Se trata más bien de una danza, con las connotaciones que ello puede apostar. Literalmente es una recreación musical destinada a ser interpretada en un contexto determinado. Todo lo cual fluye para que inexorablemente, se convierta en una herramienta de comunicación certera en una Europa que se encuentra en un estado de efervescencia tal, que igualmente se dispone a enardecer y a enardecerse con una aportación más.

Con todo ello, la apuesta que STRAUSS hijo hace por este estilo, encuentra rápidamente no sólo el éxito más sorprendente, sino que igualmente se pondrá a su servicio como el caballo de batalla desde el cual desarrollar la a estas alturas ya encarnizada lucha en la que ha degenerado la relación con su padre, el cual, si bien en un principio argumentaba su descontento con que su hijo siguiera su misma carrera en las dificultades que lleva aparejada la vida del músico; acabará reconociendo finalmente que la mejor comprensión que por parte del hijo se lleva a cabo del contexto situacional del mediados del siglo XIX, le hace temerle como a un rival soberbio.

Mas llegados a este momento, los STRAUSS ya tienen claro tanto el que se encuentran en disposición de vivir de la Música en el sentido más comercial de la expresión, como que lo harán de la manera más separada posible, lo que incluye no disimular su malestar, llegando a protagonizar enfrentamientos públicos.
Para comprender el Universo STRAUSS tal y como se va configurando, hemos de conciliar la imagen de una Viena que, a lo largo del siglo XIX ha de conciliar visiones contrarias de su propia realidad nacional.
Por un lado, los que siguen viendo en el Sacro Imperio Romano-Germánico la sensación de cálido protector, buscarán con fervor y abiertamente la interpolación respecto de la Alemania Imperial de Bismarck. Por otro lado, los que anhelan la libertad, ven en los coeficientes románticos de la Revolución, la posibilidad de argumentar definitivamente su independencia.

Y entonces, los Strauss, y el Vals. La evolución del Vals, y en especial su triunfo, hay que buscarlo a priori en la rápida aceptación que el baile tiene entre las clases populares. Se trata como he dicho de una danza. Pero es en realidad su danza. Uno de los pocos atisbos que tiene la incipiente sociedad austriaca para decir que algo les pertenece de manera neta, y casi absoluta.
Esto no significa decir que el vals sea una estructura específica austriaca. Polonia, Rusia, y otros integrantes de la cornisa eslovena poseen importantes ejemplos con los que la obra se regocija. Sin embargo no es menos cierto que será fundamentalmente en la Austria del XIX donde el baile se regocije, tanto en su ejecución, como en los componentes con los que se le dota. Y los mayores artífices de tales aditamentos serán, sin duda alguna, los Strauss.

Y de la mano del éxito, el salto no tanto en este caso  a la fama, como sí a la popularidad.

Se trata en definitiva de Música de Baile, sin que tal apóstrofe constituya para nada un reduccionismo, ni nada semejante. El Vals y los Strauss proporcionarán a la gente aquello que en última instancia demandan, cual es diversión, y sobre todo un elemento que les permita divertirse en la más amplia acepción de la palabra, con la Música como argumento. En otras terminologías, nos encontraríamos ante lo que hoy denominaríamos Música de consumo.

Y como tal música, se toca en salas de fiesta, o de baile. Salas que pronto estarán monopolizadas por los propios Strauss.

Tenemos así todos los ingredientes para conformar el cóctel destinado a sembrar la llama del éxito. Sin embargo, viendo la naturaleza de los mismos, todo parece indicar que éste ha de ser inevitablemente efímero.
Habrá que buscar en el esfuerzo de Klemens KRAUUS, y en el importante trabajo que se hace desde 1929 con la Orquesta Filarmónica de Viena, el motivo fundamental por el que, un año más, daremos la bienvenida al Año Nuevo con el Tradicional Concierto desde Viena, con el Danubio Azul y, cómo no, con la Marcha Radetzky. De STRAUSS…PADRE.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.



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