Poco a poco, dejo que el lento transitar de el Tiempo,
reflejado en este caso en el incesante tintineo que el paso de los días
refleja, me instruya, a golpe de experiencia, en la insuficiente condición
destinada a ser capaz de identificar, aún cuando es poco menos que un murmullo
que no llega ni a rumor, sobre las causas de lo que, a todas luces es ya una
manifiesta certeza. La que procede de saber a todas luces que, algo gordo se
está preparando.
Dejo como digo pasar los días, antes de poner de manifiesto,
para todo aquél que desee, o no, escucharme, de la que para mi es una certeza
ineludible. La de estar convencido de que los tiempos que nos ha tocado vivir
no son ya tiempos de cambios. En realidad, esos cambios que algunos llevan
tiempo pronosticando, están aquí ya.
La prueba, el miedo que, hoy por hoy, ha surgido en ciertos
sectores de lo oficialista, Miedo que
por otra parte empieza a calar firmemente entre el Pueblo Llano.
La prueba a la que hay que acudir para comprobar, o cuando
menos tratar de comprender aquello de lo que estoy hablando, hay que buscarla,
de manera curiosa, y un tanto peculiar, no en el futuro, sino en el pasado.
Llegados a estas alturas de celebración del ya tradicional puente de la Constitución, todos
teníamos que tener los oídos saciados, y el estómago ahíto, de haber escuchado
en todos los medios, por activa y en pasiva, a gritos y susurrada, la otrora necesidad del imperativo cambio
al que había de ser sometida nuestra Carta Magna.
Sin embargo, este año, no sólo tales alocuciones,
comentarios o cuando menos indirectas no
sólo no se han producido, sino que han sido eliminadas de cualquier atisbo de
corrección cuando el Sr. Presidente del Gobierno, puso fin a la menor
posibilidad de conato de revuelta cuando anunció, de manera concisa que la Constitución no se toca.
Desde este medio, desde hace ya años, venimos defendiendo la
actitud que este país tiene frente a su Historia, sus tradiciones y de manera
indefectible frente a las responsabilidades que han de ser manifestadas al
respecto. Así, acudiendo al modelo
quijotesco que por otra parece habitar en todo español, podemos encontrar,
en versiones más o menos identificadas, aquéllas que avalan la teoría según la
cual, la defensa encendida de una serie de argumentos, sirve en realidad para
lograr la imposición real de otros
completamente distintos.
Tales hecho, así como la manera de actuar que necesariamente
los agrupa, bien podría ser consideraba, una vez se le hubiese dedicado el tiempo
adecuado, como propia de un asentir expresamente destinado a obrar con niños,
cuando no expresamente de cara a ser interpretado en una escenografía llena de mentes infantiles.
Desde esos considerandos, o más concretamente desde la
disponibilidad emocional a la que los mismos nos arrojan, es sin duda desde la
que más acertado resultará el comenzar con el análisis de los hechos que han
rodeado la celebración, en el presente inmediato, de los treinta y cuatro años
que ha cumplido nuestra Carta Magna.
Lejos de entrar, al menos aún, en cuestiones nada más que
superficiales, cuando no abiertamente de
forma, hemos de advertir la gran diferencia de procedimiento que con
respecto a ediciones anteriores, se nota en la forma de proceder, sobre todo de
nuestros políticos, respecto de los hechos acaecidos en años anteriores.
En condiciones normales, tal día como hoy, todos los
personajes deberían haber desempeñado ya, eso sí, de manera ordenada, sus
respectivos papeles. Así:
La Izquierda ya debería haber presentado su catálogo de sugerencias de cara a
promover una remodelación ordenada de la Constitución. Sin que tal hecho supusiera, claro está, la consideración de que la misma
sea o esté obsoleta.
La Derecha, ya debería haber enunciado su decálogo de congratulación para con la
Constitución, destinado a poner de manifiesto los sin duda privilegios que
supone contar con un documento por el que no
pasan los años.
El Nacionalismo Vasco, debería haber anunciado ya su enésimo
cabreo destinado a poner de manifiesto de cara a la galería, su lista de recriminaciones para con el Estado opresor.
El Nacionalismo Catalán, más asertivo y envarado Él, habría propuesto por su parte, una lista de
recomendaciones destinadas a priori a
hacer más factible el viaje en compañía en el que se encuentran instalados los
Pueblos. Español y Catalán.
Sin embargo, este año, nada de esto ha ocurrido, o al menos
no con la intensidad con la que, de haberse tratado de un momento común, debería haberse producido.
La causa de tales ausencias: que no está el horno para bollos, o dicho de otra manera, que de
haberse producido tal línea de manifestaciones, igual alguno terminaba por
tener que comerse en seco sus palabras.
Parafraseando a Julián MARÍAS somos un país de guitarra y pandereta. Si por el contrario
preferimos, tal y como es mi caso a PONCELA, terminaremos por aceptar que somos
un país virtualmente de traca.
Sea cual sea en cualquier caso nuestra elección, el sentido
de la misma nos llevará, modificando
sólo el camino transitado para llegar, a la convicción de que España, lejos de
lo que pueda parecer, es un país conformado no a partir de firmes certezas. Más bien al contrario resulta del conglomerado,
más o menos ordenado, de un sinfín de potencialidades
comúnmente aceptadas, la mayoría de las cuales sólo pueden transigir de la
asunción, cuando no de la aceptación ignorante.
A partir de aquí, podemos retomar el hilo conductor anterior
en base al cual nuestros dirigentes, o más concretamente aquellos que dirigen a
nuestros dirigentes, nos han mantenido durante bastantes años, treinta cuando
menos, domesticados hasta el punto de no ser capaces de reconocer la existencia
de la correa y el candado, que
virtualmente nos cubría.
Y lo más espectacular, sin duda, el método. Convenciéndonos
a cada instante de que éramos los más libres, los más independientes, los más
autónomos. Éramos, en cualquier caso, libres para irnos cuando lo creyésemos
oportuno.
Para ello, qué mejor forma, que escenificar puntualmente, de
forma incluso periódica, escenificaciones soeces
de tales sentimientos. Así, con motivo de momentos tales como El Día de la Hispanidad, de la Raza, o
incluso de la Patria
Vasca , se organizan periódicamente pantomimas que cubren dos funciones básicas. Por un lado permiten
el desfogue controlado de los más radicales; en tanto que por otro permiten a
las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del
Estado confeccionar un catálogo lo suficientemente argumentado de la
existencia de tales elementos. En
base a esto, además, según el contexto situacional, se puede permitir, incluso,
que tales cuerpos, den alguna lección
pública de la que todos, en mayor o menor medida, habremos de tomar nota.
Sin embargo este año es irremediablemente diferente. Así, la
intransigencia vasca está, hoy por hoy desactivada. Las elecciones catalanas
han dejado fuera de combate al nacionalismo
descremado de la Derecha Burguesa
Catalana. La Izquierda ha dado a este respecto una
muestra más de que ha perdido la brújula.
¿Y La Derecha? Hay amigos, la Derecha en esta ocasión
gobierna, de lo cual se extrae la irrefutable condición de que de sus actos,
sean éstos los que quiera que sean, se extraerán consecuencias, en forma de
responsabilidades.
Responsabilidades que, inevitablemente, se unirán a ese
largo historial que ya conforman el
catálogo de buenas maneras de gobernar de la Derecha, que está integrado
por acciones tales como la sanidad para
el que pueda pagársela, educación para hacer señoritos, o la historia de la
pensión que será subida, pero no revalorizada.
En cualquier caso, el silencio que en este caso ha rodeado a
los actos de conmemoración del 34ª Aniversario de la Carta Magna , constituye
al más puro estilo Spain is diferent, la
constatación definitiva de que no corren tiempos para andar tocando los huevos.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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