Es el caso de Luciano PAVAROTTI uno de esos casos
especialmente atractivos, en los que el brillo de la genialidad se abraza
indisolublemente con el gusto por el trabajo, lo que hace del todo imposible
evitar el éxito.
Sentir hoy la necesidad de honrar la figura del insigne
tenor, es en realidad iniciar un proceso destinado a saciar, o al menos tratar
de hacerlo, esas necesidades de justicia que
se padecen a menudo y que por otra parte adoptan postura manifiesta sobre todo
en épocas como la que nos ha tocado vivir y que, lejos de cualquier ensayo de
eufemismo, constatan su absoluta predisposición para la crisis precisamente en
la medida en que alejan al hombre de su propia esencia. Una esencia cuyo
deterioro o pérdida se traduce en la alienación desesperada del hombre, y que
alcanza día tras día las muestras a las que, para nuestra desgracia, nos hemos
terminado por acostumbrar.
Porque sí, en la medida en que nos acostumbramos, nos
deshumanizamos también un poco, toda vez que cada vez que damos por buenos comportamientos o conductas antaño
desacostumbradas, o quién sabe si incluso despreciables; no hacemos en realidad
sino reconocer de manera implícita nuestra incapacidad para retornar a nuestros
orígenes, bien porque hemos olvidado el camino, bien porque hemos perdido la
necesidad de retornar.
Y si la situación de la que somos contemporáneos se apunta
terrible, ¿cómo podemos pretender hallar en la figura de PAVAROTTI un referente
cuando menos hipotético en lo concerniente al menos a ayudarnos a encontrar el camino? Pues precisamente
en la certeza que precede al hecho de constatar que él mismo sobrevivió a la
que tal vez pueda considerarse como la última ocasión en la que una sociedad
moderna se ha enfrentado a una situación mínimamente paralela a la que hoy
acontece, saliendo victorioso de la misma.
Nace Luciano PAVAROTTI en la ciudad de Mesina, el 12 de
octubre de 1935. Su fecha de nacimiento ya puede sin duda servirnos para
hacernos una idea de las dificultades, tanto propias como impropias, por las
que habrá de transitar hasta acabar finalmente encumbrándose como uno de los
más grandes ejecutantes líricos de todos
los tiempos.
Hijo de una familia del todo convencional, hecho este que
sirve para dar a entender que nada a priori podía hacer presagiar el rumbo que
habrían de tomar los acontecimientos, lo cierto es que una vez más, la
disposición de su padre, tenor aficionado, no es ya que marcara la funcionalidad
del hijo sino que, más bien, jugó un papel definitivo a la hora de no
convertirse en un obstáculo insalvable tal y como sin duda hubiera acaecido de
haber sido cualquiera otra la situación del progenitor, máxime estando ésta
dentro del generalizado estado de depresión
en el que se desarrollaban los acontecimientos dentro del periodo de entreguerras en el que necesariamente
habrán de desarrollarse los primeros años, y a la sazón los más importantes, de
la carrera del joven Luciano.
Prueba inequívoca de esto reside en el hecho de que, tras un
corto pero intenso periodo de indefinición, en el que nuestro protagonista
llegó a estar dispuesto a encaminar los pasos hacia una portería de balompié;
lo cierto es que todo confluye en el momento en el que padre e hijo llegan a un
acuerdo por el que Luciano podrá desarrollar sus tentativas artísticas bajo los
auspicios y la manutención de sus padres hasta la edad de treinta años, si
pasada esa fecha no ha alcanzado cota que de éxito que cuando menos le permita ganarse la vida habrá en todo caso de
renunciar a los esfuerzos filiales, habiendo de hacer por él mismo para
alcanzar la satisfacción de su sustento.
Afortunadamente para todos los que disfrutamos de su
talento, ni esos miedos, ni el fútbol ni, afortunadamente el ejercicio del
Magisterio, hubieron de impedir que finalmente Luciano dirigiera sus pasos de
manera más o menos formal hacia el Belle
Canto, hecho en el que como él mismo certificaría muchos años después,
influyeron sobre manera la escucha de
los discos que sus padre atesoraba de figuras insignes tales como el propio
CARUSSO, acompañado de otros como Giovanni MARTINELLI, audiciones a las que se
lanzaba cuando sus obligaciones, y la afición que experimentó por la
agricultura se lo permitían una vez instalados en la granja a la que hubieron
de mudarse en 1943.
El Coro del Teatro de
la Comuna de Módena puede atribuirse sin reserva alguna el haber visto las
primeras apariciones en público de nuestro protagonista. La acción de amigos
influyentes como el propio POLA, promovieron su salto cualitativo hasta La
Coral Gioachinno
Rossini , con la
cual debutó ante el gran público a finales de abril de 1961 en el papel de Rodolfo de La Boheme, en el teatro de la ópera Reggio
Emilia.
Será precisamente ese papel de Rodolfo, no solo uno de los que más satisfacciones le proporcionarán,
sino que unido a su ingente talante, del que es prueba inequívoca su absoluto
dominio de tonos y cromáticas inalcanzables para la mayoría; constituirá una
envidiable tarjeta de presentación de
cara a su proyección internacional.
Para ello lo grabará con Karajan
junto a la también italiana FREIRA, y
luego lo llevará hasta LA ESCALA, donde
será dirigido por Carlos KLEIBER, constituyendo también el elemento con el que
se estrenará en Nueva York, como prueba de la confianza que tiene hacia el
personaje.
Pero curiosamente habrá de ser con el papel de Tonio, de La hija del Regimiento de
DONIZETTI, con el que alcanzará la máxima cota de desarrollo artístico
consiguiendo alcanzar las nueve notas de do
de pecho que tiene su aria, haciéndole merecedor al día siguiente de la
portada de The New York Times.
Vendría después incluso su época de mejor condición vocal,
alcanzada hacia 1975, y que se mostraría a través de interpretaciones tan
ingentes como inigualables, en especial de Lucia
de Lammemmor. La Traviata y la ya citada La hija del regimiento.
Nada pasó desapercibido, sino que sirvió para que Karajan le quisiera para sus grabaciones
íntegras de La Boheme, y un casi
transcendental Requiem de Verdi.
Mas de todo esto, lo más apreciable bien pudiera ser su
ingente esfuerzo encaminado a popularizar el Belle Canto entre las masas. Así,
para tal fin, no dudó en rodearse de cuantos quisieron ayudarle, grabando
múltiples dúos con artistas tan distantes como Sting o Celine Dion, a la
par que no hizo ascos a cuantas
posibilidades de grabación se le ofrecieron, consolidando en ello las múltiples
posibilidades que se unían grabando con discográficas asequibles toda vez que
el triunfo de la toma de sonido digital había hecho posible el tan ansiado DDD
(método por el que el sonido nunca abandona su estado digital, desde la toma en
auditorio, hasta su grabación en soporte CD), lo que hacía posible el disfrute
de una gran calidad de las audiciones, a un precio acorde.
En definitiva, queda así de relevancia la aportación de un
hombre que, como decíamos, hizo eficaz la popularización
de la música sin que ello obligara al detrimento de llevarla al populismo.
Así, tras casi 400 funciones Luciano PAVAROTTI decidía retornar
a su ciudad natal para morir, de cáncer, el 6 de septiembre de 2007.
Seis años sin Luciano PAVAROTTI.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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