Y fue entonces que los ojos del
Redentor fueron a encontrarse con los de su madre, que víctima del mayor de los
pesares comprendió entonces hasta dónde llegaba la misión de aquél que como
cordero había venido en realidad a enjugar con su sacrificio los pecados de
toda la Humanidad.
Así
transita una de las Estaciones de
Penitencia más importantes por lo sobrecogedoras, del Vía Crucis que se celebra en Roma cada Viernes Santo.
En
la mencionada cita podemos, sin ninguna clase de esfuerzo, sucumbir a uno de
los que supone mayor alcance moral de cuantos componen los episodios de la Pasión de Jesucristo, atendiendo para ello a las
fuentes que canónica y tradicionalmente con mayor fuerza sustenta la particular visión que la Iglesia Católica Moderna
(Post Concilio Vaticano II se entiende), promueven como única
interpretación válida si no fiel, de tal hecho.
El
episodio, una vez superada cualquier traza de malversación que la
interpretación interesada quiera o pretenda perpetrar; constituye en sí mismo
no solo uno de los episodios culminantes de cuanto significa la Semana Santa ; sino
que lejos de transgredir ningún límite al respeto, podemos no obstante llegar a
decir que transciende tal aspecto, constituyendo en sí mismo uno de los
momentos más importantes de cuantos componen o vehiculan la siempre difícil por
insostenible, relación de la Mujer para con la Iglesia Católica.
Constituye
este episodio, junto con el que le acompañará instantes después, momento en el
que según el documento canónico de Juan,
Jesús entregará a su madre a toda la Humanidad, mediante las conocidas
palabras: “Hijo, he ahí a tu Madre. Mujer, ahí tienes a tu hijo”; el
momento definitivo en el que La Humanidad
podrá desprenderse del miedo que
gráficamente se describe desde la orfandad, toda vez que la entrega de María,
constituye el acto definitivo de superación de todo miedo en tanto que su
presencia será eterna, ahora como madre.
Pero
llegados a este punto, y lejos de pretender por supuesto convertirnos en
intérpretes de las bases canónicas, sí
que es cierto no obstante que consideramos alcanzado el momento en el que
habremos de detener nuestro análisis con la intención de resaltar
convenientemente el alcance casi instantáneo de dos de los aspectos que más
controversia han generado siempre a lo largo de la Historia de la Iglesia Católica , el papel de la Mujer en la misma, y por supuesto cómo no, la
manera mediante la que se gestiona el
miedo, dentro de la
propia Iglesia.
Por
ello, si nos tomamos la molestia de acudir a documentos contrastados
históricamente. Documentos apócrifos que
bajo esta consideración esconden no su legitimación histórica (muchos están
redactados incluso antes del año 50 de nuestra era, mientras que por ejemplo el
Evangelio de Marcos es posterior al 75 d.
C. ) sino sencillamente la muestra, otra más de las muchas que jalonan la
historia de la
Iglesia Católica a la hora de reconocer la validez de toda
fuente que no puede controlar, (sinónimo en este caso de manipular), podremos
llegar a interesantes conclusiones al respecto de la figura, obra y “milagros”
de María.
Tal
y como podemos intuir fácilmente, pocos habrán de ser los puntos de
coincidencia que encontraremos entre el análisis que proponemos, y por el
contrario aquél que proponen los medios ecuménicos al uso. Tan pocos, que éstos
solo coinciden en lo concerniente a los datos objetivos, aquéllos que podríamos
llamar casi estadísticos.
Así,
efectivamente María procede por ascendencia directa reconocida de la Estirpe del Rey David. Es por ello y por
pleno derecho miembro de una de las genealogías más importantes en términos
históricos de cuantas componen las doce
tribus de Israel.
Semejante
constatación no responde, tal y como podemos imaginar a una coincidencia ya
que, si bien Jesús vendrá a nacer en un
pobre pesebre, lo hará tras haber sido concebido en el útero de una de las
mujeres más puramente pertenecientes
a una de las familias históricamente más
influyentes del dominado Pueblo de Israel.
Y
habemos de hacer especial hincapié en lo de dominado
Pueblo de Israel, en tanto que semejante hecho adquiere manifestaciones
ilustrativas de cara a la comprensión de la relación que María mantendrá con su
hijo, desde el anuncio que el Arcángel
Gabriel hará de su “Divina Concepción”, hasta el momento referido en el que
Jesús, y con ello los sueños de su madre, mueren clavados en aquél madero del
Gólgota.
Porque
si como digo acudimos a documentos fidedignos, si bien no amparados por las
condiciones de legitimación que hacen de la Iglesia de Roma últimos notarios de la verdad dogmática, nos
encontramos paradójicamente con unas descripciones que nos llevan a componernos
una imagen de María que se aleja para con mucho de aquélla que la tradición no Cristiana, sino Católica, se ha
empeñado durante siglos en mantener.
Así,
según fuentes eruditas de la historia, que beben de documentos fechados en el
siglo I de nuestra Era, es María una mujer más cercana a los preceptos
defendidos por el grupo nacionalista de los Zelotas,
que a los preceptos morales aparentemente considerados por el Sanedrín, o por los Venerables Ancianos que
formaban el Consejo del Templo de Jerusalén.
Con
todas las precauciones que el tema exige, y acudiendo con ello sin la menor
displicencia a las responsabilidades históricas que el hecho merece, podemos
decir que María siempre interpretó las tendencias
renovadoras, incluso la predisposición a convertirse en Rey de su Pueblo; que
conformaban los proyectos de su Hijo; acudiendo a una lectura mucho más terrenal, de las que tal vez el
propio Jesús refería.
Acudiendo
así a los Manuscritos del Qumrán. Podemos
llegar a afirmar, renovando por supuesto y por adelantado todas nuestras
referencias al máximo respeto para con las creencias, que María, en su corpus doctrinal, y en tanto que como
miembro insistimos contrastado de la Familia
de David, simpatizó incluso activamente con la Guerrilla de los Zelotas.
Éstos,
en tanto que grupo que activamente preconizaban su observación de la Ley de Moisés como la única válida para
conseguir mediante su estricto cumplimiento, alcanzar el Paraíso, hacían de
la lucha armada elemento válido a todos los planos en tanto que igualmente
habían hecho de la expulsión del invasor romano, su máxima casi de destino.
Perseguidos
así por los romanos no tanto por motivos religiosos, sino abiertamente
políticos, el Evangelio de María, uno
de los no reconocidos en el Concilio de
Nicea (evidentemente), constata las claras simpatías que el grupo
despertaba entre la Mujer toda vez que, insistimos, servían como tal vez único
catalizador de la obsesión de liberación de su Pueblo que perseguía a una
joven, y por ello aún ilusionada ¿Virgen? María.
Puede
que tratar de imaginarse a la
Virgen María como miembro activo de un Grupo Revolucionario y
Ultranacionalista Israelí, suponga un esfuerzo demasiado grande para muchos.
Tan grande, que les lleve a dejar de leer el presente. Sin embargo, antes de
tachar de imposible la por otro lado evidente cercanía del mensaje de Libertad
que Jesús lleva, con el de Liberación que los Zelotas arrastran, háganse una
pregunta ¿Por qué Jesús lleva hombres armados entre sus seguidores, incluso
entre los más íntimos?
Pero
las motivaciones del presente documento no pasan por someter a ninguna clase de
juicio, y mucho menos de carácter moral, las inimitables por dramáticas
circunstancias que hubieron de ser vividas por las que sin duda debió de
tratarse de una Gran Mujer.
Estaba la madre dolorosa, junto a la cruz, llorosa,
en que pendía su Hijo. Su alma gimiente, contristada y doliente atravesó la
espada.
Así
comienza la que sin duda es una de las obras
ad hoc, esto es, confeccionadas a título, y con función específica; que más
y mayor influencia han tenido en la Historia
de la Humanidad, no ya sólo en el capítulo concerniente a la Música Sacra en
particular, sino a la Historia de la Humanidad en general.
El
STABAT MATER, de Giovanni Battista de
PERGOLESI, constituye una de las aproximaciones a La Pascua Cristiana ,
más acertada, brillante y rica, que la historia musical ha sido capaz de crear.
Capaz
de conciliar de manera sencillamente brillante efectos tan contradictorios
tales como el drama que supone la muerte de Cristo en la Cruz, con la alegría
que confiere el hecho de manifestar que el cumplimiento de las profecías de los
profetas mayores asegura por fin la
definitiva salvación del Hombre: el
Stabat Mater presenta además en torno a ello, un catálogo de recursos, giros,
elegías y mediaciones, que no sólo eran desconocidos para los compositores que
con anterioridad se habían dado a componer para éste recurso, sino que además
inaugura de manera definitiva una manera original de hacerlo, confiriendo con
ello espíritu propio a su obra, la cual, no lo olvidemos, no sólo sustituirá a la de Alessandro SCARLATTI
en las celebraciones de viernes de
dolores, sino que acabará superando ampliamente a ésta, adquiriendo
rápidamente personalidad propia.
El
Stabat Mater, La Virgen
María , y La Pasión y Muerte de Jesús de Nazaret. Sin duda
ninguna uno de los episodios por antonomasia más controvertidos de cuantos
tendremos a gala y privilegio analizar aquí.
Y
sin duda uno de los que más sorpresas maravillosas podrá concedernos.
Luis
Jonás VEGAS VELASCO.
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