![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEimVLkCmAeY5uIjD2gAGOWg574lZDQTwpM2dqq3reZEAA9hhqDLlcWfPwdVJv03ug3bb1WOlewO5cDnZEhXqlgPE3gqRiB1mcO18zMCdM3zZ12NhbsaHJEbZBbT2POh3-1ilRAanFlIBwA/s400/wagner+y++hitler.jpg)
Pero ni siquiera tales certezas habrán ni podrán
desacreditar nuestro vínculo para con el tiempo, ni mucho menos nuestra cita
con la Historia y con la visión responsable del mismo, a la hora de traer a
colación hechos inexcusables como el acaecido el 30 de enero de 1933, y del que
por tanto acaban de conmemorarse, casi en silencio, eso sí, los ochenta años.
Hablamos del ascenso de A. HÍTLER al poder.
El acontecimiento, uno de los más lamentables sin duda de
cuantos la Historia de la Humanidad tiene constancia, ha de analizarse no
obstante con el merecido cuidado. No caben banalidades, ni mucho menos
interpretaciones superficiales. De perseverar en tal error, conseguiremos una
vez más dar por sentado aspectos que a la postre nos impedirán acercarnos al
hecho por el cual un hombre mediocre, fue capaz de arrastrar al mundo a los
albores de su extinción.
Y el arrastre de tal mediocridad, o tal vez la cadena de
acontecimientos, comportamientos y actos que hubieron de ser puestos en
práctica para superar las que para ambos no eran sino manifestaciones de un destino injusto que se opone una y otra vez a lo
que habrá de ser algún día su justo triunfo; constituyen no en vano los
nexos de unión que permiten en su momento explicar el inseparable vínculo que
se crea entre HÍTLER, y el compositor WAGNER.
Son ambos uno de esos ejemplos de hombres hechos a sí mismos. En ambos casos, y en contra de lo que
suele ocurrir con aquéllos que semana tras semana pasan por nuestro espacio; la
genialidad es algo que, ni por asomo, aparece presente en ellos. Tanto HÍTLER
como WAGNER comparten cuando menos un hecho en común. Son ejemplos de
realidades de adaptación al momento y a la realidad que les ha tocado vivir.
Son hombres que se han hecho a sí mismos.
Es HÍTLER un caso claro de frustración canalizada en pos de
la eterna venganza. Desde los tiempos del cabo
prusiano que recibe una bala en el glúteo y una condecoración al valor,
debida a su absoluta falta de respeto a la muerte; y aquél hombre que el 30 de
enero de 1933 recoge el testigo de WEIMAR para cuatro semanas después quemar el
REICHSTAG convencido de que no es más que
el símbolo de la decadencia de su querida Alemania; media tan sólo, aunque
de manera imprescindible, un sólo hecho, el que acaece el miércoles 11 de
noviembre de 1918 en un vagón de tren cerca de París. Hablamos de la firma del
armisticio que pondrá fin a la I Guerra
Mundial , el cual a su vez se desarrollará en el Tratado de Versalles cuyas condiciones,
siempre según HÍTLER, “constituirán,
desde su revanchismo y vulgaridad, la mayor prueba de la decadencia de
Alemania, puesta en marcha a través de la traición que contra ella han cometido
aquéllos que en realidad habrían de salvaguardarla.”
Este odio, y sobre todo este desprecio tanto hacia la clase política, como por supuesto a la acción
política en sí misma, inflaman el cerebro del que ese mismo 30 de enero de
1933 toma posesión como Canciller, instaurando
con ello el Régimen del III REICH.
En la mente de HÍTLER no anidó en ningún momento, o no al
menos en el sentido convencional del mismo, la mínima intención de hacer política. Prueba de ello no son
sólo las primeras leyes que hizo aprobar en meticuloso acatamiento de la más que vinculante mayoría absoluta
obtenida, y que se cifraba en más del 92% de los sufragios. En realidad,
basta con echar un vistazo a la composición de la por entonces Cúpula del Partido Nazi, para comprender
que sus planes nunca pasaron por ahí. Ni los afanes de grandeza del fotógrafo Hoffmann, ni las divagaciones
enfermas de Himmler. Y mucho menos las aberraciones del enfermo Goebbles,
podían constituir nada sobre lo que edificar.
Pero entonces, ¿dónde habremos de buscar el mínimo sentido a
las acciones del mencionado canciller?
Si por el lado de la construcción
no encontramos nada, probemos entonces por el lado de la destrucción. Sin
duda Himmler y sus aterradores camisas
pardas, habían constituido desde 1931 un ejemplar caso de destrucción
ordenada y programada.
Destrucción ordenada y programada, como mejor ejemplo de lo
que constituyó hasta ese momento la mejor muestra de lo que la maquinaria
Nazi sabía
hacer. ¿Y cuál es la mejor arma, la más destructiva llegados a semejante
extremo? Está claro, el desprecio. Un desprecio que HÍTLER había experimentado
siempre, por todos y contra todos. Un desprecio que se extendía contra todo el
mundo, alimentado por su certeza de que el mundo no había sido capaz de
premiarle nunca, es más, el destino se había empeñado siempre en ponerle la zancadilla. Primero
había sido su padre alcohólico. Luego las impedimentas de una hermana enferma.
Luego los profesores de la Escuela de Arquitectura, en su examen de aceptación
habían juzgado sus monigotes como “irreales,
absurdos y de una desproporción fruto sin duda de una anomalía.” Y por último habían sido los políticos, ruines
y deplorables, rindiendo a su amada Alemania ante una caterva de cosacos y
bandidos.
No hay duda. Alemania necesita nuevos guías, y él necesita
nuevos aliados.
Aliados que pronto encuentra, como no puede ser de otra
manera, en el catálogo de grandes de Alemania. Y no se conforma no cualquiera.
Richard WAGNER, y el ingente F. NIETZSCHE.
Como podemos imaginar, nada está dejado al azar. El filósofo
habrá de aportar, siempre en mente de HÍTLER, condición de moralidad a la obra que se propone llevar a cabo, a saber
depurar Europa. En cuanto a la elección del Músico, otras son las
motivaciones.
Constituye WAGNER un caso extraño si lo comparamos con la
mayoría por no decir la totalidad de figuras que aquí hemos tratado. Es el caso
del músico, y puede que por ahí haya que comenzar a buscar los motivos, un caso
de hombre hecho a si mismo. La genialidad, tan presente en otros insignes
casos, ha hecho aquí una excepción permaneciendo del todo esquiva para WAGNER
hasta casi cumplidos los 30 años.
Será así el caso
Wagner algo atípico, digno incluso de un estudio, que será desarrollado, casi como no puede ser de otra
manera, por un amigo del músico. Nada más y nada menos que el ya mencionado
filósofo F. NIETZSCHE.
Del mismo, resultarán entre otras afirmaciones según las cuales
Wagner no es en realidad un músico. Se trata más bien de un extraño caso en el
que la Música, como presa de un capricho, se esforzara por hacerse presente en
un hombre. Así, los contactos del compositor con la Música son en principio
escasos y esporádicos, como dice en el mencionado libro El Caso
Wagner “se trata de verdaderas peleas, casi de diatribas”.
Poco a poco, se conformará un híbrido musical que para nada
respondería, de poder ésta preguntar, a los deseos originales de la Música. Más bien se trata
de un monstruo en el que los elevados conocimientos instaurados de Cultura
Griega y Latina, han llevado a exacerbar hasta la extenuación unos ideales en
los que la raza aria habrá de
reclamar su posición en el tiempo, injustamente arrebatada por seres
inferiores, usando para ello la envidia.
Poco a poco el dibujo se va aclarando.
Así, poco a poco los ingentes sueños de WAGNER van dominando
al hombre. La perniciosa interpretación de las tradiciones, junto a un
nacionalismo excluyente llevado hasta sus últimas consecuencias, hilvanarán de
manera inconmensurable una escenificación que tendrá, en la convicción de que
se trata de personas destinadas a logros inconmensurables e incomprensibles
para los demás, la prueba definitiva de su cita
con el Destino.
Y todo ello, desde el desprecio más mortal y absoluto. Un
desprecio que se convertirá en el alimento metafísico que aporta la energía
imprescindible para la consumación de las dos grandes obras creadoras a las que
nuestros dos protagonistas están destinados. Obras ciclópeas en ambos casos, cada una en sus respectivos campos.
Para WAGNER, la culminación de su monumental, El anillo del Nibelungo consumirá en
realidad casi todas sus fuerzas. Las que quedan, junto con su fortuna
económica, serán consumidas por su otro gran proyecto, la construcción de un
teatro específico para el estreno de sus obras.
En lo concerniente a HÍTLER, su obra será desgraciadamente
más grandiosa, y los fondos de los
que dispone para ello, mucho más numerosos.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario