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Cuando el 22 de noviembre de 1901 nace en Sagunto, pocas son las circunstancias que pueden hacer presagiar que tanta, tan prolífica, y extendida durante tantos años, habrá de ser la carrera de Joaquín RODRIGO. Pocos pueden decir con la autoridad del maestro, que sus decisiones habrán de ser tan influyentes, sus innovaciones tan profundas, y sus creencias tan arraigadas, a pesar de que, en este caso, tanto su nacionalismo, como su forma de expresarlo, sean absolutamente distintos al de el resto de maestro a los que hasta el momento hemos dedicado nuestras humildes líneas.
Dos habrán de ser las circunstancias que más profundamente incidan en la obra, vida y creaciones de RODRIGO. Por un lado, su ceguera temprana, una infección de difteria lo deja ciego con tres años, le canaliza abiertamente hacia la música como forma de expresión, determinando así mismo la segunda circunstancia añadida, cual es la de su exposición hacia la guitarra como instrumento al tacto por antonomasia. La guitarra le permitirá desde muy joven mostrar su tendencia hacia la música, más concretamente su tradición hacia los palos que le son más habituales dentro del segmento clásico, a saber las canciones, y las concreciones orquestales.
Al contrario de lo ocurrido con sus coetáneos y contemporáneos, RODRIGO no hará del nacionalismo un elemento a ultranza. A diferencia de otros como el ya comentado FALLA, la Política no supondrá para el maestro de Sagunto ningún motivo de acción, simplemente no le resulta atractiva en ninguna de sus múltiples derivadas.
Esta apatía, tendrá pronto su recompensa en la medida en que la mutua desafección que se da entre el maestro y el Régimen, hace que la institución no le crea importante, olvidándose de él, proporcionándole con ello una tranquilidad que es muy de valorar en vista de los tiempos que se aproximan.
Sin embargo, otros comportamientos sí serán motivo de copia. Así, en 1927 acompañará a FALLA en su decisión de iniciar el periplo francés. En París establecerá relación con músicos de la talla de RAVEL, estudiará con leyendas de la talla de DUKAS, y en el terreno de lo personal conocerá a su futura esposa, la pianista turca Victoria KHAMHI.
A raíz, o tal vez por franca influencia de estos campos, el nacionalismo propio de la desazón del que ha tenido que abandonar injustamente su tierra va calando en un RODRIGO, que finalmente decide rendir tributo a su instrumento favorito, la guitarra, fijándose como objetivo el encumbrar a este instrumento en un lugar de privilegio dentro de la música, y más concretamente en el terreno de la ejecución orquestal.
El primer paso para ello se da en 1940, cuando tiene lugar en Barcelona el estreno mundial de El Concierto de Aranjuez, obra para guitarra y orquesta. La obra, aparte de poner en el disparadero de manera definitiva a su autor, constituye todo un alegato, probablemente el mejor y más definitivo que se ha hecho en honor de este bello instrumento tan nuestro, en pos de ubicarlo de manera definitiva como parte imprescindible dentro del catálogo orquestal.
La consagración de la obra, trae consigo el inevitable alzamiento definitivo del compositor, y con él, catapulta definitivamente a la guitarra hasta su definitivo lugar en la ejecución de conciertos, así como la ejecución de los elementos orquestales en forma de canción, que alcanzan con él su máximo desarrollo.
En 1983 recibe el Premio Nacional de Música, y en 1991 el Rey lo ennoblece con el Marquesado de los Jardines de Aranjuez,
Muere en Madrid, en julio de 1999, constituyéndose con ello en uno de los baluartes de
Luis Jonás VEGAS.
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