Inmersos ya sea de forma natural o artificial en el
procedimiento llamado a ser considerado propio dentro del devenir de las
distintas conmemoraciones de La Pasión, ya
se acceda a éstas desde la naturalidad propia de los que se manifiestan
partícipes de las mismas, o desde una suerte de impostación procedente del
hecho de acceder a las mismas desde la obligación
en la que se traduce nuestra condición de agentes activos dentro de una Sociedad Occidental que entre otros
exige el peaje de participar de las tradiciones dentro de las cuales, a veces
de manera profunda, no hace sino esconderse el contenido llamado a erigirse en esencia de la misma; no es por ello
menos cierto que superadas las primeras reticencias, uno bien puede entender
elementos que hasta el momento sucumbían a la desazón, por medio de la escucha atenta de cuanto un contexto que
por otro lado está deseoso de volverse locuaz, tiene a bien regalarnos.
Haciendo pues del
respeto virtud, existe una suerte de tercera
vía en base a la cual la aproximación no tanto a los hechos como sí más
bien a las formas llamadas a considerar lo propio de esta Semana de Pasión,
pueden proporcionarnos toda una suerte de grandes satisfacciones toda vez que
como podemos llegar a imaginar, un periodo tan rico en emociones ha de ser sin
duda enormemente prolífico en lo que concierne a dejar constancia de tales cuestiones en un marco como el de la
Música, siempre tan agradecida en todo lo concerniente a la elaboración de
mecanismos llamados a hacer llevadero el tránsito de las emociones humanas.
Así que dispuesto ya el semblante a partir del cual hacer
comprensible el tránsito tanto cualitativo como por supuesto cuantitativo que
entre Semana de Pasión y Música habrá
de llevarse a cabo; que una vez cumplido el estipendio en lo concerniente que
para con la revisión del Fenómeno de la
Pasión llevado a cabo la pasada semana, es por lo que hoy detendremos
nuestros pasos siquiera levemente en el otro proceder destinado a describir el
marco de la Semana Santa.
Es el de La Pasión y
Muerte de Cristo un fenómeno de múltiples vertientes, destinado por ello a
determinar la suerte de múltiples vectores, tantos como interpretaciones.
Supuestas todas ellas en dos, las que integran por un lado las consideraciones de
carácter metafísico, enfrentadas si cabe a las de carácter humano. Atendidas
las primeras por medio de lo se ha dado en conformar a tenor de lo que las construcciones musicales en formato de
“Pasión” pueden considerarse como inmensamente adecuadas y a la sazón
proclives a contener con toda la fuerza que la ocasión merece los conceptos capaces de volver inteligibles
las vertientes por ello más divinas de
un dios cuya gran fuerza parece ostentarse en el hecho de haberse encarnado; tendremos que suponer habrá pues de existir,
siquiera por mera oposición, otro formato destinado en este caso a contener los
procedimientos destinados a concentrar las emociones que desde un punto de vista netamente humano puedan describir las situaciones
que un fenómeno de esta magnitud necesariamente ha de provocar.
Surge entonces desde esa disposición, que no tan solo desde
esa diferenciación, el concepto o formato del STABAT MATER.
Diferenciado claramente de otras composiciones materiales
que si bien están dedicadas a LA VIRGEN MARÍA , se esfuerzan en poner de relevancia
otras consideraciones atinentes a esta figura (si bien volcadas a festejar otro momento, estamos hablando
del STABAT MATER SPECIOSA, en el que se alaba el gozoso momento del nacimiento
del que es ante todo su hijo), el STABAT MATER refrenda en este caso el
sufrimiento natural (o sea humano) que en su consideración de neta humana y
mortal la que en lo terrenal hubo de comportarse como madre; sufre en este caso
al tener que asistir no ya a la que en principio es la consumación por medio de
la muerte anunciada de esa suerte de protocolo tantas veces anunciada por él
mismo, la cual si bien no por esperada, en tanto que muerte, puede ser menos
terrible.
Pues es la muerte siempre terrible, si bien hay ocasiones en
las que parece que lo es aún más para los que la comparten, que para los que la
sufren.
Es así que toda composición que desee redundar en este
hecho, toda composición que se conciba como STABAR MATER, ha de comenzar
necesariamente clamando en lid con este aspecto: Stabat Mater dolorosa
("De pie la Madre sufriendo"). Como plegaria medita sobre el
sufrimiento de María, la madre de Jesús, durante la crucifixión de su hijo.
Puede parecer algo sencillo, elemental si se prefiere. Pero
si se le presta la debida atención, los detalles no tardan en ponerse de
manifiesto, erigiéndose en este caso en un verdadero clamor.
Pues cómo entender de otra manera que una mujer, pueda alumbrar de manera en principio normal un hijo de dios de naturaleza no solo corpórea, que sí más bien
netamente humana; y convertir tal proceder en una muestra más una supuesta
humildad la cual está en última instancia ligada a convertirse en el último a
la vez que más prestigioso eslabón de una larga y enigmática cadena dispuesta
en realidad para realzar las diferencias de una figura que ya sea divina o
humana, desde luego se comporta de una forma absolutamente diferenciada de cómo
lo han hecho antes todos los que se han atribuido de una u otra manera tal
condición.
Es así que nada mejor que resaltar el dolor que una madre experimenta al
constatar el sufrimiento de su hijo, como manera de proyectarse en aras de
consolidar otra estructura musical capaz de poner de manifiesto la importancia
que el hecho tiene para La Humanidad en la extensión del tiempo. Un hecho que
por ende habrá de considerarse, insistimos, cuando menos desde sus dos
vertientes estructurales.
Así debió entenderlo en un primer momento el monje franciscano
DE TODI, el cual bajo el papado de Inocencio III recibe la atribución de haber
compuesto el primero de éstos, bajo la forma de tropo. Muchas habrán de ser después las formas, y por supuesto no
todas musicales, que la estructura hallará. Así a día de hoy, y bajo la
dispersión de visión que puede suponer el figurar en el catálogo de más de 200
compositores, que van desde PERGOLESI hasta BOCCHERINI; el STABAT MATER puede
presumir hoy de ser una de las estructuras musicales más glosadas y por ende
más compuestas de la Historia.
Y fue entonces que los
ojos del Redentor fueron a encontrarse con los de su madre, que víctima del
mayor de los pesares comprendió entonces hasta dónde llegaba la misión de aquél
que como cordero había venido en realidad a enjugar con su sacrificio los
pecados de toda la Humanidad.
Así transita una de las Estaciones
de Penitencia más importantes por lo sobrecogedoras, del Vía Crucis que se celebra en Roma cada Viernes Santo.
En la mencionada cita podemos, sin ninguna clase de
esfuerzo, sucumbir a uno de los que supone mayor alcance moral de cuantos
componen los episodios de la Pasión de
Jesucristo, atendiendo para ello a las fuentes que canónica y
tradicionalmente con mayor fuerza sustenta la particular visión que la Iglesia Católica Moderna (Post Concilio Vaticano II se entiende), promueven como única
interpretación válida si no fiel, de tal hecho.
El episodio, una vez superada cualquier traza de
malversación que la interpretación interesada quiera o pretenda perpetrar;
constituye en sí mismo no solo uno de los episodios culminantes de cuanto
significa la Semana Santa ;
sino que lejos de transgredir ningún límite al respeto, nos permite llegar a decir que transciende tal aspecto, constituyendo en sí mismo uno de
los momentos más importantes de cuantos componen o vehiculan la siempre difícil
por insostenible, relación de la Mujer para con la Iglesia Católica.
Constituye este episodio, junto con el que le acompañará
instantes después, momento en el que según el documento canónico de Juan, Jesús entregará a su madre a toda la
Humanidad, mediante las conocidas palabras: “Hijo, he ahí a tu Madre. Mujer,
ahí tienes a tu hijo”; el momento definitivo en el que La Humanidad podrá desprenderse del miedo que gráficamente se describe desde la orfandad, toda vez que
la entrega de María, constituye el acto definitivo de superación de todo miedo
en tanto que su presencia será eterna, ahora como madre.
La superación del miedo. ¿Estamos acaso ante la más noble
forma de Libertad?
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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