domingo, 23 de abril de 2017

1521, MUCHO MÁS QUE UNA CONMEMORACIÓN.

En el epílogo ya de una fecha unida a múltiples consideraciones, atinentes todas ellas a causas imprescindibles para comprender al Hombre del Presente, y quién sabe si para presagiar al Hombre del Futuro; lo cierto es que de todas ellas una consideración hábil podemos extraer: la comprensión del pasado resulta a menudo imprescindible.

Acongojado cuando no presa de las tribulaciones propias del que sabe de la importancia de las muchas conmemoraciones llamadas hoy a darse cita, que el reconocimiento de la ignorancia generalizada que al mismo asiste le condicionan a la hora de llevar a cabo la prédica en relación a aquella que por ende con más desparpajo que certezas puede aspirar a comentar.
Es así que dejo a un lado la tentación que de ceder a los deseos de cuando era niño habrían hoy de presagiar mi destino (es decir que no acompañaremos a San Jorge en su tremenda aventura en pos del dragón), ni acuñaremos argumento alguno en relación a si de verdad nuestro Cervantes y El Inglés murieron o no el mismo día ¡por cierto igual da que fuera o no un 23 de abril¡ (por una vez estoy dispuesto a ceder a un convencionalismo, cierto es que porque no creo que de cualquier otro modo La Humanidad hubiera o hubiese aceptado unificar en torno a un único y además el mismo día, cuantas celebraciones puedan llevarse a cabo en torno al tesoro que La Literatura representa para el Hombre.

Siendo cierto que hace tiempo que la infancia pasó a formar parte de la nostalgia, no lo es menos que el deseo de volar, elemento indisoluble a cualquier recuerdo de cualquier niño en cualquier lugar del mundo, hace presa en lo concerniente a mostrarme una vez más dispuesto a comprobar la veracidad en lo concerniente a las historias de dragones que cruzar los cielos atravesando el brillo de la luna…
De parecida manera, soy lector. Y lo soy porque mi madre así lo decidió. Es por ello que cada día, con la misma necesidad con la que respiro, necesito acudir a las páginas de tal o cual manuscrito, convencido no de que en el mismo encontraré la solución a problemas la mayoría de los cuales habrán de solucionarse solos (malo si han de serlo por mis medios); como sí de que la memoria de la que me dio la vida dos veces, la segunda cuando se empeñó en transmitirme su pasión por la lectura, se verá reconfortada cuando vea que, al menos en esto, sí he sido capaz de enriquecer el que fue su legado…

Pero la verdad es que también soy castellano; me gustaría decir que recio, si bien es ese uno de los atributos a cuya mención solo puede aspirarse a título póstumo. Será por ello menester esperar.
Aunque lo que no necesita esperar, y de hecho creo que se está haciendo cada vez más sensible a una buena revisión, es la evolución de lo que se está dando en llamar “El Hecho Comunero”, y en especial de los acontecimientos que parecen haber servido (quién sabe si solo de excusa) para darle forma.

Lejos de iniciar aquí una polémica en relación a la valía histórica que los acontecimientos de Villalar 1521 pudieron o no llegar a significar; lo cierto es que no ya la mera mención de los mismos, que sí más bien la manera en la que tal mención se está produciendo este año, habría de merecer por nuestra parte una siquiera sucinta revisión.

Aceptada cuando no asumida la tesis en base a la cual la competencia o la importancia con la que determinados acontecimientos históricos golpean en nuestra actualidad, está pertinentemente determinado en relación al efecto que las tesis por los  mismos promovidas pueden llegar a tener a tenor de la lectura de esa misma actualidad (lo que supone aceptar una forma de censura de la Historia según el momento que la actualidad determine); no es difícil asumir la posibilidad de que la intensidad con la que tal o cual hecho histórico resulta refrendado no dependerá tanto del hecho en si, que sí más bien del aporte que para el presente pueda suponer la mención, o el olvido.
En base a esto, definiendo como estables y en general productivos los últimos años, resulta fácil de entender la evidente manipulación a la que hechos como la conmemoración comunera se han visto sometidos por parte de las estructuras de poder.
La razón es sencilla, y a la sazón casi evidente. Históricamente está demostrado que los periodos de calma no existen, o lo que es lo mismo, la comprensión de la Historia ayuda a definirlos como plazos llamados a caducar en tanto que separan momentos de crisis. De esta manera, podemos resumir los procesos históricos como periplos convulsos y por lo general violentos, entre los que se intercalan livianos instantes de cordura destinados no tanto a rememorar la valía de los logros, como sí más bien a preparar las nuevas contiendas.
Conocedores por supuesto de todo esto, las estructuras de poder traducidas en los modelos burocráticos y administrativos se empecinan en crear ficciones destinadas a la doble misión de, por un lado, restar intensidad y duración a los periodos en los que el siempre inherente conflicto es evidente; ampliando por otro lado la ensoñación de que los cortos momentos de paz que se intercalan no solo son más largos y productivos de lo que realmente son, sino que además son más interesante (hablo siempre a título histórico).
Para lograrlo, las grandes estructuras han de emplearse a fondo. Además, el terreno en el que se desenvuelven las estrategias que en este caso han de entrar en juego no les es, por lo general, beneficioso. En primer lugar han de contar con el factor emotivo. Es el de pertenencia, ante todo un sentimiento, portador por ello de su propio código, y ajeno por ello a toda virtud de Razón (y no olvidemos que en los últimos años es precisamente a lo razonable a lo que toda acción política se refiere cuando necesita hacer sus objetivos compatibles con la realidad). No pueden por ello extirpar de manera traumática la emoción, han de ser sutiles. Transigirán, y lo harán de manera que el sentimiento de pertenencia no solo no será excluyente, sino que resultará además compatible; se puede así no solo ser nacionalista y estar en Política nacional, sino que además se puede optar a militar en alguno de los llamados grandes partidos, sin necesidad de ocultar tal condición de tu currícula vital.

Emerge así pues la mentira en todos sus frentes o lo que es peor, se erige en certeza de lo que a partir de ahora habrá de ser tenido como propio en el ejercicio de la Nueva Política. De no ser así: ¿Puede alguien explicarme qué hacen algunos de esos grandes partidos reclamando hoy mismo una Castilla Comunera?
De uno u otro modo, lo cierto es que la valía de un acontecimiento histórico, depende en gran medida de la permeabilidad que el llamado a ser considerado presente guarde en relación a los hechos contextuales que determinaron la condición de histórica del referido acontecimiento. O lo que es lo mismo, el énfasis con el que tal o cual acontecimiento será traído a consideración estará directamente determinado por las similitudes (igual da que tales sean reales o ficticias) que el ente dominante pueda asumir entre el momento presente, y el mentado.

¿Hace falta pues detenernos mucho más a explicar por qué un mismo hecho histórico es obviado en unas ocasiones, y realzado en otras?


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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