sábado, 6 de septiembre de 2014

DE LO TÉCNICO A LO GENIAL, SIN OLVIDAR EL POPULISMO.

No figuran ciertamente nunca las prisas como parte del compendio de necesidades que, semana tras semana conspiran en pos de que dejando atrás otras cosas, algunas ciertamente más prosaicas, otras ciertamente no tanto, y me lance a veces incluso con auténtica ferocidad sobre el teclado, en pos de ejercer mi semanal proyecto ajeno a toda humildad, al estar el mismo inspirado secretamente en la esperanza de pensar que, efectivamente, a alguien le interesa saber no solo que opino, sino sobre todo cómo lo hago, en relación a situaciones y personajes cuya trascendencia, si alguna vez la hubo, ha de buscarse inexorablemente en fechas nunca cercanas, a veces incluso demasiado alejadas.

Es así que, el doble efecto mordaz que sobre mí ejerce de nuevo el sucumbir a semejante realidad, queda en este caso además implementado por la necesidad de hacerlo ateniéndonos en este caso a la necesidad de inferir nuestros pasos en pos de la figura de alguien no tan viejo, contemporáneo si se prestara.

Es así que de darse en suma la mera sospecha de que el motivo del presente rondara más lo raudo por terminar, que la prestancia por disfrutar en su desarrollo, sin duda bien podríamos considerar como bien elegidos los atributos que definen el título, a la hora de describir si no a la persona, si cuando menos resultan acordes con el devenir que los acontecimientos tuvieron a bien gestar.

Inmersos así una vez más en la ¿polémica? que suscita el venir a teorizar sobre la cuestión de si el momento histórico el destinado a considerar las acciones del Hombre, o si es más bien al contrario la acción, a menudo desarrollada de manera independiente ¿genialidad? la que viene a discernir sobre el talante desde el que a partir de su momento han de ser vistos los tiempos; lo cierto es que la Figura del que hoy se define como nuestro protagonista, representa de manera excelente una suma tan elocuente como vibrante de todos los pormenores que habrán de alimentar la anterior polémica al estar en perfectas condiciones de alimentar tanto uno como el otro lado desde los que abordar la aparente disquisición.

Nacido en la ciudad de Módena, el 12 de octubre de 1935, Luciano PAVAROTTI parece haber ingresado en el mundo de la Música, y más concretamente del Bel Canto en apariencia y casi exclusivamente para sembrar lo que bien podríamos denominar discordia a la hora de desmitificar el género.
Hombre popular donde los haya, merecedor de la aplicación de semejante término en la más amplia de las acepciones, lo cierto es que sin duda nos encontramos ante uno de los máximos responsables del fenómeno que tendrá lugar sobre todo a lo largo de la segunda mitad del pasado siglo, y cuyos efectos se resumen en la consecución del logro que se describe como la satisfacción positiva de la franca demanda que desde hacía tiempo venía existiendo, en pos de lograr un verdadero acercamiento del Bel Canto, en todos sus componentes, al  Pueblo en general.

Tal consideración, amparada positivamente en la constatación manifiesta que efectivamente todo el mundo había comprobado a partir sobre todo de los grandes cambios que sobre todo en el plano de lo social habían tenido lugar entre finales del siglo XIX, y por supuesto principios del XX, se habían traducido en una corriente a todas luces imparable, y que amenazaba con llevarse por delante no solo a quien se opusiera, sino francamente a cualquiera que no adoptara una posición conforme para con los nuevos tiempos que la Modernidad esgrimía.
Y se trataba sin duda de una apuesta global es decir, que no dejaba un solo resquicio, sino que más bien al contrario hacía presa, y de qué manera, en todos los campos que de una u otra manera definían, o en el mejor de los casos formaban parte del Ser Humano.
Si bien tales consideraciones son claramente observables en otras ramas del Arte, de las que manifiesto representante para nuestros intereses puede ser especialmente la pintura, con sus francas corrientes tan revolucionarias e innovadoras, las más radicales ubicadas como puede apreciarse precisamente en el intervalo de tiempo aquí definido; lo cierto es que no solo a la misma han de reducirse las pretensiones de éxito atribuibles a los mencionados desarrollos.

Porque si bien circunscribiéndonos al terreno de la técnica los espacios y los tiempos abordados son en realidad testigos de grandes modificaciones, que darán en muchos casos lugar a algunas de las más bellas composiciones conocidas (originales en unos casos, o fruto de un ejercicio encaminado a lograr una suerte de variación magnífica en otros,) tenemos así que en el terreno de la Música tienen también desarrollo concesiones que verdaderamente implementarán otra Revolución del Siglo XX.

Puestos entonces a discernir en pos de los procesos destinados unas veces a acercar y otros a alejar a la Música de los respectivos cuadros de consideración en lo atinente al Arte, lo cierto es que ésta se hace digna de una serie de consideraciones francamente diferenciadoras, las cuales se erigen a su vez como verdaderos soportes a partir de los cuales llevar a cabo el difícil pronóstico en el que a menudo se convierte el proceso que se encamina en pos de lograr una forma de definición.
Perplejos pues ante la mínima intuición de lo ciertamente intrincado de los derroteros a los que esta línea de argumentación puede sin duda conducirnos, es por lo que preferimos cerrar escotaduras infiriendo en el aspecto social el máximo del ancho de banda desde el que afrontar todas las consideraciones.
Definimos así un contexto rápidamente reconocible en virtud del cual la Música, pero sobre todo la relación que con ella guardan los individuos, se revela ante nosotros como un perfecto instrumento de lo que podríamos llamar catalogación social. El saber de Música en sus más diversas acepciones, las cuales pueden ir desde comprenderla y saber bailarla (en los casos más comunes), hasta conocerla y saber componerla (en los casos más elaborados); termina por conformar un escenario en el cual la posición que cada uno ocupa puede en gran parte si no venir determinada, sí al menos estar gratamente vinculada a consideraciones que si bien pueden ser más complicadas, pueden ciertamente estar relacionadas con otras de las que son testigos actitudes tales como las que van ligadas a conocer de una u otra manera la Música en sus diferentes acepciones.

Por eso, al saltar por los aires con el cambio de siglo tanto las consideraciones, como por supuesto las distintas acepciones que del mismo pueden hacerse a partir de 1918, tomando como referencia el fin de la I Guerra Mundial; lo cierto es que nada ni nadie puede permanecer impasible ante la sin duda emocionante perspectiva de la que hace gala el cambio de siglo. Cambio de siglo y de conductas al que como siempre unos más que otros, aportarán su granito de arena.

Resulta así pues casi obligado comenzar a suponer el grado de implementación a partir del cual tener en consideración las aportaciones de aquél que, como digo, centra hoy nuestras disposiciones.
De tal guisa, hablar de PAVAROTTI, y más concretamente de sus aportaciones hacia el mundo de la Música, revierte de manera imprescindible hacia la comprensión que del mundo hacía un hombre que, de no haber sido afortunadamente atrapado por la Música, bien podría haber terminado como cancerbero en algún equipo de fútbol.

Por suerte, el hecho nunca suficientemente valorado de que su padre fuera aficionado a la Música, lo que sin duda resultaría fundamental de cara a justificar que su hijo abandonase la aparente seguridad que el puesto de maestro de escuela ofrecía, a cambio de vivir su sueño musical aunque solo fuera hasta los treinta años si antes no era capaz de ganarse la vida por sus propios medios; se confabulan para terminar logrando que éste que acabó resultando uno de los más dignamente agraciados entre otros con el don de la técnica, se termine consolidando como uno de los más importantes artífices de la generación que puede disfrutar de la Música sin necesidad de entenderla estrictamente esto es, simplemente sintiéndola.

Será así pues, que Luciano PAVAROTTI, el hombre que en su principio se confesó verdaderamente emocionado ante el fenómeno de la armonía que se encuentra presente en la Agricultura, terminó asumiendo la que parecía ser su predisposición natural o sea, la de llevar a cabo una acción tan grande como atemporal, La que pasa por hacer comprensible si no la Música, sí al menos el concentrado mundo de las emociones de la que ésta se rodea; para que todos, y digo todos, se impregnen de ella.

Con ello, la acción populista, que podría derivarse en caso de ceder a la tentación de acusar al vulgo de querer superar sin motivo las limitaciones que lo oprimen; es maravillosamente superada al verse superada por la inexorable visión constructiva que se deriva de entender a un PAVAROTTI empeñado en trasladar al vulgo toda la carga emotiva que sin duda impregna, a la par que determina, todos y cada uno de los componentes que convierten a la Música en la más maravillosa de las relaciones que el Hombre puede llegar a tomar en consideración si algún día se plantea seriamente la posibilidad de un origen ajeno a sí mismo.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario