Y sin embargo, a pesar de que apenas faltan unas pocas
horas, bien puede que sea éste el primero, y quién sabe si único instante en el
que podamos estar llamados a detener nuestra cada vez más agitada vida, y si no
reflexionar, sí cuando menos tomar conciencia de ello; de lo que significa como
hecho, como deseo, o quizá tan solo como fracaso.
Porque tal y como ocurre con la mayoría de las cosas (o al
menos con las que amenazan con tornarse importantes), una vez ha de ser la
dejadez, cuando no la negligencia, la que conforme el colofón del cúmulo de
señales otrora destinadas a ser interpretadas como de accidentales, sin las
cuales resultaría del todo ineficaz iniciar cualquier suerte de procedimiento
cuyo objetivo estuviera dirigido a poner de manifiesto si no la evidencia del
fracaso del bien denominado proyecto
europeo, sí cuando menos la certeza de que, de seguir así, de perseverar en
el error que por medio del silencio metaboliza la secuencia de la inexorable
extinción; pronto no quedará nada ni nadie destinado a recoger ni el polvo de
lo que un día fue no ya un sueño, que si más bien una certeza.
Tal vez sea ahí precisamente donde radique la cuestión que a
título esencial define a la vez que diferencia tanto los procederes como
fundamentalmente los objetivos que a la larga terminaron por converger en lo
que hoy denominamos Unión Europea. Porque
Europa no fue creada. Europa eclosionó, y lo hizo al ritmo que la evolución de
su propio concepto marcaba.
Europa es un mito,
en la misma medida en que está en el
mito. Y será precisamente el contexto que nos aporta el paso del Mito al Logos, el llamado a enmarcar, que no a
delimitar, todo un proceso cuya única definición pasa por la asunción de la
incapacidad para ser definido, toda vez que su inmensidad es propia de los
dioses, y su innovación propia de lo eterno. Así que solo el Hombre,
evolucionando conjuntamente, como forma y parte del proceso, puede erigirse en
ente competente.
Es así que Homero, como primer
tenedor de los conceptos que a la larga serán imprescindibles siquiera a
título de herramientas; ha de ser justamente erigido como el primer arquitecto de la Idea de Europa. Una
idea grandiosa, colosal; indescifrable y por ello única. Por ello una idea
propia…
Es la de
Europa una idea propia,
en la misma medida en que es una idea única, pues en tanto que surge de un
porqué vinculado al contexto, la imposibilidad para recrear éste imposibilita
absolutamente cualquier pretensión de reproducir la mentada idea. ¿Resulta
adecuado en consecuencia pensar que vivimos desarrollando un sueño que tiene en
realidad varios milenios?
Bien pudiera ser que tal consideración resultara, si no
acertada, sí próxima en lo que concierne a la consideración general. De ser
así, muchas serían las consideraciones que tanto a nivel procedimental, como
por supuesto conceptual, habrían de ser revisadas. De entrada, y dentro de una
concepción que supera con mucho lo estrictamente vinculado al orden; si el modelo europeo responde a la consideración que del
mismo se llevó a cabo hace más de tres mil años, las teorías que abogan por
definir el europeo como un proceso plagado de matices futuristas, sin duda que habrán de ser revisadas.
Revisado el proceso dentro del contexto que al menos hoy nos
es inferido, que a título de conclusión plausible extraemos la que pasa por
considerar que Europa es en realidad un resultado procedente tal vez de la
enumeración de las múltiples soluciones que al respecto de un formato de
ecuación; se daban como respuesta a las múltiples cuestiones que el Hombre Europeo había de afrontar cada
vez que el ente Europa, cada vez más complejo, evolucionaba a la vez gracias a
que la superación de todas estas vicisitudes le obligaban a crecer,
consolidándose como tal, a la vez que como realidad.
Será por ello que si Homero arrancó el proceso al definir de
modo complejo el advenimiento de una nueva realidad surcada en toda su
extensión por la novedad que se daría en llamar Logos; se justifica que habrán
de ser circunstancias de parecida relevancia las destinadas a condicionar los
protocolos que permitan erigir la certeza de presenciar momentos históricos
cuya relevancia se muestre capital para el proceso. Por medio de una simple
deducción, la idea de que algo
impresionante puede pasar, es algo que recorre la esencia de todo europeo
desde tiempo inmemorial. Y como no hace falta sino la observación para
constatar hasta qué punto la correlación a establecerse entre mero paso del
tiempo y situación de sucesos históricos es
algo que corre de manera inversamente proporcional; bien podremos inferir
que la constatación de la baja densidad de hechos relevantes acontecidos en el
pasado más o menos remoto, hará de suponer la prestancia con la que habremos de
prepararnos para llegar a comprender la prestancia de lo que sin duda, ha de
venir.
No hallándose la de la capacidad para la creación, entre las
virtudes destinadas a manifestarse de
modo claro y distinto, dentro del bagaje
del Hombre; que habremos de hacer mención expresa a la condición que en
este caso sí brilla con naturaleza podríamos decir que adquirida cuando
describimos al Hombre como un artesano, esto
es, como alguien destinado a cambiar el medio, cambiando con ello y de manera
inconsciente, él mismo.
Es el artesano el que manipula la realidad, empleando para
ello los elementos de los que consciente o inconscientemente se dota;
ayudándose para ello de las herramientas cuya existencia representa, en sí
misma, otra prueba de la excepcionalidad del ente.
Trabaja pues el artesano manufacturando materiales que en
este caso se erigen dentro de grandes catálogos, llamados con el tiempo a
consignar todas y cada una de las habilidades que el Hombre, en este caso
evolucionado hacia la consideración natural
y por excelencia, a saber la del quehacer político, más que evolucionar ha
tendido.
Va así pues poco a poco confeccionando el nuevo hombre la que habrá de ser la nueva realidad; acaparando para ello
y por sí elementos que proceden de las grandes consideraciones. Economía,
Sociedad, Política y Religión; así como por supuesto cada uno de los giros o
detracciones que de las mismas se deparen o puedan ser consignadas, se erigirán
en soportes válidos desde los cuales consignar toda modificación que por
menesteres conscientes o impetuosos el Hombre sea capaz de alumbrar.
Resulta por ello lógico ligar la evolución del concepto
europeo, a la historia de las amenazas que de una u otra manera han amenazado
al propio proyecto.
Podremos así pues definir una suerte de esquema dentro del
cual tensiones de marcado carácter religioso como las vividas hace ahora justo
500 años y que se expresarían en las 96
tesis de Lutero; servirían para justificar la parte de este razonamiento,
cuando menos en lo concerniente a la importancia que en el mismo se aporta al
concepto religioso.
Pero es la Religión consecuencia que no causa, de la
vivencia que para un determinado tipo de hombre resulta convencional; y es por
ello que, siquiera indirectamente, su importancia acabe por resultar
imprescindible a la hora de explicar los comportamientos de ese hombre, que es
a su vez arquetipo del Hombre propio de
una época, (lo que vendría a ser La Sociedad).
Redunda a su vez el papel de la sociedad inherentemente
vinculado al ejemplo que para su propia regeneración pueda devengarse de la
manera en que la misma se organiza y establece; resultando pues que La Política, en buena manera firme
reflejo de tamaño menester resulta por sí sola competente para determinar el
empuje que la sociedad habrá de proponer.
Mas todo esto resulta casi una letanía. Lo lejano que nos parece, si bien tal
sensación obedece sin duda como tantas otras cosas a interpretaciones
promovidas por intereses creados, acaba
por conducir nuestros pasos en la búsqueda de una variable más cercana, cuando
no más perentoria, al abrigo de la cual caldear
el espíritu en aras de la próxima revolución.
Y surge entonces, cálida, radiante…novedosa; la respuesta
dentro de la que parece integrarse toda consideración moderna a saber, ¡La
Economía!
Cierto es que ya del análisis de las connotaciones que el
que denominaremos Proceso Schuman aporta
(al ligar el nacimiento de La Europa Actual a un acuerdo netamente europeo) puede
de manera evidente suscitarse la teoría de que Europa ha sido finalmente
raptada, en tanto que su génesis moderna es netamente económica. Sin embargo, y
antes de entrar en connotaciones modernas destinadas a poner de manifiesto por
medio del sencillo ejercicio de la observación, la tesis en base a la cual la
realidad se muestra en todo su esplendor
cuando hoy podemos comprobar qué es lo que en realidad pasa cuando ubicamos
toda nuestra excelencia en la economía; no es
menos cierto que la otra esencia del programa erigido por Schuman hace
ahora 67 años está llamada a demostrar que lo que unió con fuerza una Europa
por entonces devastada, toda vez que algunas hogueras aún no se habían
extinguido todavía; no fue tanto el afán especulativo, que sí más bien la
convicción humana, erigida tal vez tras la sutileza socio-política.
Con ello, y cabría decirse que a título de conclusión; la
esperanza que ha de ponerse en pos de justificar cuando no la salvación sí al
menos la certeza de la necesidad de Europa; pasa inexorablemente por constatar
en qué medida cuestiones ulteriores y por desgracia actualmente casi obviadas,
siguen o no teniendo prestancia y lustre.
Sigue así pues el europeo siendo un proyecto. Es en
consecuencia dinámico, llamado a cambiar, erigiendo la virtud de tales cambios
a la prestancia que para los hombres llamados a integrarse en el mismo resulte
este cambio como propio o de menester. Si el proceso degenera, esclavizará al
Hombre; resultando por ello imposible su continuidad. Si por el contrario es el
Hombre el que se aliena, solo de la intransigencia que para con el propio
proceso de se devengue, podrá evaluarse y a la sazón restaurarse el dicho
proceso alienante.
Sea como fuere, lo cierto es que la apuesta es magnífica en el más amplio sentido de la
cuestión, y es por ello negligente suponer que los llamados a incidir en
pos de nuestra actualidad, serán elementos realmente válidos para poner en
peligro la esencia de tal proceso.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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