Es la concepción de la Música algo que, como ocurre con las
cosas llamadas a ser verdaderamente
importantes, solo puede ser objeto de intuición, pues la percepción propia
del hecho constatado es, en la mayoría de los casos, territorio inexpugnable
toda vez que el tiempo y sus acciones, a saber la apuesta que como herramienta
de la muerte configura, incapacitan al que siembra para ser testigo de la
calidez aportada por el bosque que logró.
Navega el Hombre sin rumbo, esperanzado a lo sumo en saber
no ya a dónde le conducirá el periplo al que cada vez con mayor frecuencia
puede resumirse este proceso que nos hemos dado en llamar como obligación de vivir; y es entonces
cuando, a medida que no tanto la sensación de pérdida que sí más bien la de no
tener nada que perder (nadie puede perder lo que nunca le fue propio),
convergen no tanto en nuestro devenir, que si más bien en nuestro divagar,
resumiendo a veces en la eterna disposición a la que alude el concepto específico del subjuntivo la
que bien podría ser tomada como la última
oportunidad a la que pueden y quién sabe si deben aspirar aquellos que ya
han consumido no todas sus vidas, que sí más bien el supuesto derecho a vivir.
No es sino que hasta que alcanzamos tales momentos, o por
ser más precisos hasta que su
consolidación se nos hace manifiesta en la medida en que los pensamientos que
les son propios van poco a poco configurando el aparato semántico llamado a consolidar el aquí y el ahora de un momento determinado; que no se
materializan ante nosotros certezas que hasta ese momento (tal vez para bien
del Hombre no tanto como realidad, sí más bien como proceso); habían
permanecido latentes, en un estado
propio de la Metafísica.
Irrumpen entonces en escena las variables del cambio. Esas
que sin entrar en mayores consideraciones, afectas por ende desde la mera
valoración en tanto que procedimiento
carente de concepto, y desarraigado de cualquier actitud (como si tal hecho
fuera siquiera computable), nos llevan por medio de la imposibilidad, en lo que
en el proceder científico se denomina razonamiento
por reducción al absurdo, a tener que concebir un Hombre Deshumanizado de
cara a demostrar, por medio de la contradicción que tal hecho anuncia, la
imprescindible conmiseración que a partir de ciertos momentos ha de darse entre
los logros que el Hombre lleva a cabo en
ciertos campos, y lo imprescindible que resulta el conocimiento y el uso de
tales medios a la hora de poder seguir garantizando la evolución de ese Hombre.
Nada ocurre porque sí.
De hecho, tal y como ha quedado creo que sobradamente demostrado, incluso
los errores acaban justificando el coste que en principio podría parecer habían
generado, convirtiendo en beneficios lo que en un primer momento solo podía ser
interpretado como una pérdida en tanto que el aprovechamiento de las nuevas
líneas que aquel aparente error había terminado por sugerir, había convertido
en innovador un procedimiento que de cualquier otro modo hubiera resultado del
todo inaccesible, de haber seguido el pensamiento la línea oficial hasta ese momento impuesta, la cual solo pudo ser
salvada a través de aquel primero y quién sabe si hoy olvidado, error.
Es por ello que esa continua propensión a vivir en un permanente salto al vacío que
parece promediar la forma de entender las cosas por parte de los que directa o
indirectamente, se dedican a la Música, bien puede considerarse si no en el
origen sí al menos en una posición de privilegio a la hora de enfocar los
cambios de perspectiva y en ocasiones de
mayor profundidad, a los que continuamente se somete todo lo que está llamado a evolucionar.
Es aquí donde establezco un límite relativo, todo ello en virtud de consolidar la otrora
certeza por la que el mero paso del
tiempo no supone en sí misma garantía alguna de evolución; y establezco una
suerte de refugio de tránsito a cuyo sagrado puede acogerse todo aquel caminante
que hallado en tránsito por esa senda arriba siquiera superficialmente
sugerida, puede acabar por interpretarse con lo que otros más consolidados han
identificado con la vida.
Escapa la Música a la mayoría de esas consideraciones
dispuestas en realidad para definir o siquiera delimitar los aspectos llamados
a componer lo que es la vida; para
progresar hacia un nuevo plano conceptual en el que consciente, o por ser más
justos casi siempre inconscientemente, el Hombre Moderno ha consolidado el
catálogo de elementos destinados a componer una
buena vida esto es, una vida capaz de justificar por sí sola (ya sea por el
impacto que en uno mismo han tenido los objetos alcanzados, o por el logro que
para la vida de otros tales logros han tenido) se hayan hecho merecedores
de ser tenidos en cuenta, y a lo sumo recordados.
Escapa pues definitivamente la Música a las limitaciones a las
que como hombres hemos de acudir toda vez que por nuestras limitaciones tal
proceder ha de considerarse como propio: y
se manifiesta así pues en un proceder propio cuyos designios no pueden ser
baremados a tenor de lo dispuesto por otras normalidades,
por ser su normalidad un recurso
cimentado en cánones propios.
Se vincula y desvincula de forma periódica la Música de los
compendios llamados a consolidar en lo atinente a algo más que una
interpretación de lo que es desarrollar la vida (un plano de exigencia mayor al
que puede esperarse del que solo aspira a
vivir); y tenemos entonces que el escenario
resultante de la conformación de realidad que es objeto de vivir conforme a
cánones vinculados a esta nueva perspectiva redunda en consideraciones de
calado tales como asumir que el desarrollo como Hombre que puede esperarse del
Hombre Musical, supera con mucho al desarrollo de aquella especie que hoy
existiría (o tal vez ya no), en forma de un Hombre
Silencioso.
Se dibuja pues desde la percepción del Hombre Musical, una
forma de vida diferente, en la medida en que no ya solo las percepciones, como
sí más bien las consideraciones que desde ellas acaban por promoverse,
consolidan una realidad distinta. En definitiva, cambiar la Música cambia la
vida, en la medida en que estos cambios quedan referidos a la manera mediante
la que interpretamos el mundo, refutando con ello todo proceder respecto de la
vida que habría de ser tenida como propia de haberse presupuesto antes de los
cambios producidos.
De aceptar que la Música cambia la vida surge, a título de
corolario, la necesidad de asumir la importancia de la que se han hecho
acreedores los que son capaces de influir en la Música, ya sea consolidándola,
o por el contrario poniendo de manifiestos sus contradicciones en forma de
carencias, promoviendo desde allí el cambio no como contingencia, que sí como
necesidad pura y dura.
Resulta así pues que por mera consideración hacia la
solvencia de la línea de pensamiento argüida hasta el momento, tenemos que
personajes o situaciones que se hayan mostrado competentes a la hora de
escenificar modificaciones en los considerados como cánones llamados a cambiar percepción y consideración de la Música, efectuaron
en realidad modificaciones cuya repercusión es atinente, para bien o para mal,
a consideraciones mucho más amplias, por atenerse con ellas a la propia vida.
Tanto es así, que la figura que ha justificado hoy nuestra
reflexión, nada menos que Johann Sebastian BACH, de cuyo nacimiento están a
punto de cumplirse 332 años, puede y merece ser tenido en realidad no solo como
un innovador llamado a considerarse el
precursor de la Música tal y como hoy la concebimos, sino que más bien
puede cimentarse la tesis de que la verdadera profundidad a la que consciente o
inconscientemente nos arrastran sus logros, le hacen acreedor de postularse
como uno de los hombres que con mayor éxito ha modificado la vida de los que
tras él habrían de venir.
BACH revoluciona la Música. Pero hace mucho más, revoluciona al
Hombre ya que la certeza de emoción que su música nos regala, sirvió para
desvelar al Hombre una de las verdades por aquel entonces más revolucionarias,
la que pasa por entender que el ser feliz es un derecho, al que se puede
acceder de una manera muy adecuada por medio de la Música.
Estamos así pues en condiciones de afirmar que Bach es el
arquitecto de la Música
Moderna , pero es en realidad el preconizador del Hombre
Moderno.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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