Incautos, o lo que es peor, incapaces ya de percibir nuestra
verdadera posición; es ahora cuando nos vemos obligados a tomar en seria
consideración lo que durante varios años ha venido siendo una advertencia; advertencia que procedía de constatar en qué
medida lo de dar por sentado las cosas nos
evitaba, al menos en apariencia, el dolor de tener que lamentar la pérdida de
lo que, a modo de cáscara se desprendía a nuestro alrededor.
Y nosotros, inútiles, o quién sabe si más bien incautos,
seguíamos adelante convencidos de que la pérdida de tales entidades no
afectaba, o de hacerlo no era en exceso, al correcto devenir, o a nuestro
transitar a través de lo que hemos dado en llamar Tiempo.
Por eso, dejar pasar la
ocasión, o en el peor de los casos directamente
olvidarnos de llevar a cabo no ya la consabida mención, más bien el
adecuado homenaje, a figuras de la talla y trascendencia de Emilia PARDO BAZÁN,
en aniversario de su nacimiento, no hacen sino poner de manifiesto lo destinado
a identificar el que es uno, si cuando no dos, de los grandes males que acechan
a nuestro país, o al menos a los que en él habitamos. Por un lado, nuestra
incapacidad para detectar a los grandes, acrecentada ésta cuando los llamados a
ser tenidos en tal consideración, son de
los nuestros. En lo concerniente al segundo de los males, pasa
inexorablemente por la habilidad para denostar la causa cuando no el efecto de
lo que les ha llamado a ser considerados como grandes; sobre todo cuando,
repito, éstos son de los nuestros.
Abocados quién sabe si a tener que recurrir una vez más a
las consideraciones que, de forma reiterada, nos han servido una y cien veces
para desarrollar la argumentación en torno a la tesis central de que en España, no solo las consideraciones
conceptuales, sino en este caso y sobre todo las de carácter procedimental; se
unieron y en conjunción conspiraron para acabar por dar la razón a los que
defendemos la certeza de que En España
nunca se dieron las condiciones que en otros lugares permitieron hablar de
Romanticismo; lo cierto es que nada de esto resulta de aplicación en tanto
que ni la dimensión conceptual, ni por
ende la procedimental, son de aplicación a la hora de tratar de catalogar
no ya los vicios que determinan el olvido; no resultando tampoco adecuados si
desde los mismos esgrimimos el conjunto de virtudes de una mujer que, como
ocurre en otras ocasiones, de haber
nacido en cualquier otro lugar, hoy sería poco menos que idolatrada.
Emerge así pues PARDO BAZÁN en mitad de algo que va mucho
más allá de un movimiento artístico. No
responde así pues el olvido que sobre ella recae, algo equiparable al que sobre
otras figuras que escribieron también en el XIX; acaba por ponerse de
manifiesto.
No estamos ante el repetido juicio sumarísimo que de una u otra forma ha de experimentar
cualquiera que en España esté llamado a ser adscrito en el Movimiento Romántico. En cuanto al porqué de tal consideración, el
que procede de la comprensión del hecho inequívoco por el que queda consignado
que PARDO BAZÁN no es Romántica, o desde luego no si nos limitamos a las consideraciones que habitualmente se emplean para
llevar a cabo tales conjuras.
Amparando en algo más que en la mera consideración
cronológica, huye en este caso del efecto del tiempo la certeza por la que D.ª Emilia es merecedora de
un tratamiento cuya diferenciación, o cabría mejor decir cuya peculiaridad,
revierte en el hecho de comprender hasta qué punto de la lectura de su Obra,
pero sobre todo de la comprensión de las connotaciones que de la misma se
deparan, no puede sino extraerse la certeza de que nos encontramos ante algo paradójicamente nuevo.
Porque de eso, de nada más que de de eso, se trata.
A base de empujar y empujar, a base de por sentado unas cosas,
y de forzar el olvido de otras, la realidad parece alinearse del lado de los
que afirman la inexistencia del Romanticismo
Español. Tal vez por ello, quién sabe si por mero condicionante físico,
algo tan complejo, tan aparentemente inoperante a título de imprescindible
sucesión de continuidad, como es el Naturalismo, se abrió paso en España,
precisamente a través de nuestra protagonista.
Constituye el Naturalismo, reacción o fenómeno según se
mire, que debemos a Émile ZOLA; un ejemplo no ya de superación de un movimiento
artístico o cultural; como sí más bien la consecución de un logro cual es el de
la implementación de unos procederes absolutamente innovadores, encomendados al
análisis y en su caso superación de los componentes que forman parte de una
estructura aparentemente litificada.
Porque no es el Naturalismo un fenómeno novedoso tan solo
por darse en las postrimerías del que ha tenido por ser el propio del momento
cultural definitivo. Si por algo ha de ser considerado el Naturalismo, es sin
duda por lo ingente de la labor a cuya consecución dedica todos sus esfuerzos a
saber: lograr la implantación de la certeza por la que El Naturalismo
no puede verse reducido a ser considerado como un mero movimiento artístico. El
Naturalismo preconizado por ZOLA es en realidad una nueva concepción del
hombre, pudiendo en consecuencia erigirse en método de cara a comprender su
comportamiento.
Atacará así pues con denodada fuerza ZOLA la comprensión en
unos casos, y la absoluta crítica en otros, de los denominados grades temas o parámetros de la condición
cultural del Hombre:
En lo atinente a los grandes
temas, el Naturalismo no solo no huirá, sino que manifiestamente se
centrará, en la consideración y puesta de actualidad de cuestiones que otrora
bien pudieron ser consideradas como aberrantes; tales como la miseria humana,
tratada desde el análisis de procederes o conceptos como los ligados a
actitudes despreciables como el alcoholismo; o a aptitudes en línea con las
enfermedades mentales.
Para ello, los
ambientes adquieren un papel predominante, como predominante y muy a
destacar son las técnicas de marcado
impresionismo de las que se valen a la hora de reflejar el notable
pesimismo del que parten los autores a la hora de mostrar su convicción de que
se ha llegado al límite, en forma de triunfo, alcanzado en este caso por lo más
sórdido y desagradable de lo llamado a conformar la realidad.
Como es de suponer, la complejidad de la tarea obliga a una
renovación tanto de los medios, como por supuesto de los métodos. En
consecuencia, la Técnica Narrativa seguida por los autores naturalistas
se acoge a la observación y a la documentación proclamada por el Realismo en su
mejor momento.
Sea como fuere, el
determinismo social y biológico, amparado en la herencia genética alineada
con las conductas ambientales; conduce a la certeza de lo insalvable, máxime
cuando se tiene en consideración que destino y comportamiento son uno.
La libertad pues, es un sueño vacuo.
Pero al contrario de lo que se podría esperar, el Naturalismo
no supone un acto de cobardía perpetrado desde lo intelectual. Prueba de ello,
el elevado compromiso que alcanza con la sociedad, y que se verá refrendado en
la permanente denuncia que de los males de la sociedad llevará a cabo. Será su
elección erigirse en altavoz de la necesaria lucha de clases. Es la idea del arte útil.
Constituye más o menos este listado el de las concepciones
de las que nos pudimos olvidar, o de las que más concretamente nos pudimos
haber visto privados, de no ser por Emilia PARDO BAZÁN.
Con la publicación en 1883 de “La
Cuestión Palpitante ”, una sucesión de artículos
vinculados claramente a la difusión de lo que bien podríamos denominar la cuestión naturalista; la BAZÁN pone alfombra dorada a la
entrada en España de un movimiento al que luego se adscribirán de manera más o
menos cauta personalidades de la talla de “Clarín”, o el propio GALDÓS, en cuya
obra, o más concretamente en el tratamiento de ciertos personajes, denotamos
cierto carácter naturalista.
En definitiva, las especiales condiciones esgrimidas por
Emilia PARDO BAZÁN, las cuales no solo se ponen de manifiesto en lo referido a
dibujar su maravilloso perfil como escritora, sino fundamentalmente en lo
atinente a la correlación existente entre éste, y la posición vital de la que
parte; nos obliga a detenernos un instante en la figura de tan insigne mujer;
promoviendo la certeza de lo merecido de proceder con una revisión de su obra,
que va mucho más allá de Los pazos de
Ulloa.
Luis Jonás VEGAS.
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