Rodeados como estamos de sensaciones, de falsas
convicciones, de fantasmas en
definitiva, lo cierto es que cada vez parece más necesario, y quién sabe si con
ello más complicado, acudir a estructuras, a las que son las verdaderas
fuentes, en pos de algo más que una mortecina
esperanza, de una ilusoria sensación.
La verdad es que puestos a indagar, pocas, muy pocas, pueden
llegar a ser las estructuras que estando vinculadas ya sea a modelos de
consideración sociopolíticas, históricas, religiosas o si se prefiere a todas
ellas, goce o haya gozado del poder, o
incluso por aproximación a la mera sensación de lo que el mismo produce, que
quienes han formado parte de la Orden de
los Jesuitas.
Inmersa por acción o por omisión en la mayoría cuando no en
todos los acontecimientos que de cierta relevancia han tenido lugar en Europa,
o incluso en el mundo desde la segunda mitad del siglo XVI, lo cierto es que
los Jesuitas han venido desde su
creación formal, acontecida en 1544, ostentando un lugar de privilegio en todas
y cada una de las mesas en cuyo juego se
decantaba algo verdaderamente importante para el mundo.
Porque puestos en antecedentes, y sin necesidad al menos en
principio de profundizar mucho en tales menesteres, pocas por no decir ninguna,
son las entidades que se han mostrado
tan eficaces a la hora de generar en torno de sí semejante conato de
apelativos, y no todos favorables hay que decir, aunque los mismos, tal y como
por otro lado suele ocurrir en estos casos, no han contribuido más que a
ensalzar la ya de por si alargada sombra
que la leyenda de la Orden provoca.
Es así que puestos a indagar como sin duda es menester a la
hora de trazar los vinculantes que de una forma u otra se confabulan para dar
lugar a la mencionada leyenda, que
inexorablemente en este caso hemos de acudir a revisar los preámbulos a los que
indefectiblemente nos conduce su creador,
Ignacio de Loyola.
Nacido en las
Provincias Vascongadas, concretamente en Azpeitia, en 1491, el bautizado
primero como Íñigo, será el octavo y
benjamín de una familia en pos de la cual él rápidamente sabrá que
efectivamente su destino le empuja de manera inevitable bien hacia el servicio de las armas, bien hacia el
servicio a Dios.
Será así que desde semejantes antecedentes, el joven dará
pronto muestras tanto de una apreciable vinculación para con el mundo de lo
material, como de la certeza de encontrarse en posesión de recursos tanto
vinculados al conocimiento, como a los cercanos a otras habilidades las cuales
por otro lado se perciben como verdaderamente
útiles para la salvaguarda de las consideraciones derivadas de semejantes
menesteres.
Inmerso en tales es por lo cual, que el requerimiento que en
1507 efectúa el mayor de Castilla Juan
VELÁZQUEZ DE CUÉLLAR al pedirle al
señor de Loyola que le mande a un hijo
suyo para tenerlo como propio, coge a todos por sorpresa, incluyendo por
supuesto al joven Íñigo.
Será así que los cerca de doce años que el joven pase en
Arévalo, vengan a constituir una época extremadamente fructífera para el de
Loyola. Las enseñanzas a las que tendrá acceso, unidas esencialmente a la
riqueza de la biblioteca del castellano, figurarán a título de honor en la lista de consideraciones que el futuro Primer Dirigente de La Compañía llegue
formalmente a considerar.
Mas en cualquier caso las dudas territoriales que por aquél entonces fraguan permanentes
enfrentamientos en la
incipiente España , vienen en esta nueva ocasión a impedir el
que podría haber sido normal transcurrir de los tiempos.
La muerte del Rey Fernando acelera la que será caída en
desgracia que quien había ejercido las funciones de protector. Tal hecho, lejos
de amilanar a nuestro protagonista,
tuvo más bien un efecto catalizador al traer
de nuevo a la superficie las emociones, capacidades y habilidades que, ya
demostradas en su momento, emergían ahora de nuevo para en este caso asumir
un papel de franca preponderancia.
Será desde la conmiseración de tales aptitudes desde las que
podremos asumir el papel de un Íñigo directamente vinculado a la prestación del
servicio de las armas. Así, será que se destaque en campañas tales como las que
se vinculen al territorio de Nájera, en un primer momento dentro de la Campaña
de la Guerra de las Comunidades. En el seno de ésta, y concretamente en mayo de
1521, una bala de cañón le destroza una pierna, a la vez que le hiere de
gravedad en la otra.
Inmerso así en un proceso en el que las más que evidentes
dudas en relación a su posible curación se hacen más que evidentes, lo cierto
es que la catarsis que vendrá a protagonizar todo a partir de ese momento
acontece en pos no ya solo de la recuperación de la siempre incipiente fe, como
sí más bien a través del proceso de reconstrucción de un mundo derivado de las
conceptualizaciones que a partir de la lectura el propio todavía Íñigo se hace.
Tendrán especial relevancia en todo esto las lecturas que
del Cartujo Ludolfo de Sajonia nuestro protagonista lleva a cabo. Así, las
visiones que el autor revela en sus dos obras fundamentales: Vida de Cristo y Flos Sanctorum, ejercen
en el de Loyola un efecto
desbordante, tanto, que las visiones que de El Niño y de La Virgen que con
posterioridad llega a confesar, sin duda tienen mucho que ver con esto.
Sea como fuere, lo cierto es que a esas alturas la idea que
Íñigo tiene ha fructificado. Así, convencido entre otras muchas cosas de la absolutamente desquiciante relación que el
Hombre mantiene con Dios, nuestro protagonista está ya más que convencido
de lo absolutamente imprescindible que resulta la definición de una nueva línea conceptual a partir de la cual dar
forma a esta nueva y abiertamente diferente manera de conciliar la relación del
Hombre con Dios.
Desde tales aprioris, y dando por supuesto un papel
desbordante a los aspectos de la formación integral del Hombre, será como Íñigo
vincule de manera casi inexorable el desarrollo humano u divino del Hombre.
Iniciará así un proceso de formación en primera persona que
acabará conduciéndole a París. Será allí, concretamente el 15 de agosto de
1534, donde en consonancia con otros de su confianza que abiertamente profesan
no solo su fe, sino la manera tan peculiar que tiene de ver las cosas, funde la
Compañía de Jesús.
Regidos por los tres
votos: pobreza, castidad y peregrinación a Jerusalén. Imbuidos en la
certeza de que todo ha de estar vinculado
hacia la consecución de la
Mayor Gloria de Dios, lo cierto es que desde su fundación
La Orden ha estado vinculada a todas y cada una de las grandes obras que el
Hombre, en sus más diversas acepciones, ha llevado a cabo.
Responsables de muchos de los grandes logros en lo atinente
a la resolución de las consideraciones que afectan al Hombre en lo atinente a
dudas conceptuales, los Jesuitas han estado por otro lado muy presentes en los
escenarios en los que ha tenido lugar la toma de decisiones destinadas por
ejemplo a determinar la concepción, interpretación, y desarrollo del Dogma
Católico.
Actores principales de la Contrarreforma.
Protagonistas en Trento, y después en los Concilios
Vaticanos, en especial en el Segundo; lo cierto es que la Orden Negra ha
acaparado tanto poder como enemigos.
Prueba de ello, los permanentes ataques, vinculados todos a
acusaciones unas veces más ciertas que otras, pero que siempre han puesto de
manifiesto el odio intestino que despierta entre sus detractores el que supone
su pilar central a saber, la
inevitable fe en el Papa.
Odios que cristalizan en el Periodo Ilustrado, y que en el
caso de España se vertebran en pos de los Decretos de Nuevo Dogma que sanciona
Carlos III y que vienen a suponer su primera expulsión de España, alimentada
desde la posibilidad de que sean ellos los artífices del Motín de Esquilache.
Serán rehabilitados por Fernando VII si bien, y a semejanza
de Los Templarios, la leyenda correrá paralela a la Orden desde siempre, en
tanto que aún hoy siguen siendo capaces de alimentar afecciones y odios a
partes iguales.
En cualquier caso, creo sinceramente que la forma de hacer
las cosas desde la que se lleva a cabo las dispensas jesuitas, demuestran a mi
humilde entender que poder, no es sino la
sensación que le es propia a aquél que efectivamente sabe que puede.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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