Llegados una vez más, o mejor dicho ya a estas alturas, a tratar
no de retomar, sino abiertamente de continuar nuestro para nada interesado paseo
por el Romanticismo, cayendo en la pretensión no solo de no defraudar,
cuando por el contrario habiendo de reconocer que el mismo procede de una
caprichosa sucesión de afectos cronológicos; nos lleva a asumir que hemos, un
día más de detenernos en el mencionado periodo, lo que dicho sea de paso,
constituye una manifiesta satisfacción; para no ya tanto retomar, cuando sí más
bien y tal vez por ello en pos de otra inagotable fuente de satisfacción,
acudir hoy a la figura de Félix MENDELSSOHN BARTHOLDY en pos no tanto de las
consideraciones, como sí más bien de los privilegios.
Porque huyendo de toda pretensión equívoca, como mucho menos
tendenciosa; tenemos a bien traer a colación la permuta cronológica a la hora
de hacer incidir nuestra atención primero en SHUBERT, del que ya consideramos
en nuestra anterior edición; para hacer así si cabe no solo más satisfactorio y
comprensible, sino manifiestamente más interesante, el paseo que en el día de
hoy plantearnos por los muchos pros, y los escasos contra, que la vida personal
y profesional de MENDELSSOHN tuvo a bien asignar.
Decimos en consecuencia que tanto la vida, como en
consecuencia la obra de MENDELSSOHN se entiende sinceramente mejor después de
haber comprendido la de otros tales como la del ya mencionado SHUBERT,
sencillamente porque los silogismos que a tenor y de manera respectiva
afectaron a uno y a otro, configuran ante sí a la par que ante el resto, unan
exhibición tan incomprensible como antitética, haciendo con ello casi
inaceptable el ejercicio de tener que ubicar de manera conexa ambas formas
dentro del mismo movimiento cultural, sin que ello suponga a la par un
ejercicio de neurosis. Puede que entre otros, en ese aspecto, se donde redunda
la especial belleza, a la par que ingente grandeza conceptual de un movimiento
de la envergadura de la que atesora El Romanticismo Europeo.
Y es que si aceptamos una vez más como bueno el principio en
base al cual no es la obra sino reflejo de la vida, es entonces que la obra de
MENDELSSOHN no solo no ha de comprenderse en relación a la de SCHUBERT, es que
no ha de, entonces, poder comprenderse en relación a ninguna otra de compositor
alguno que tenga vinculación con el movimiento digna en cualquier caso
de ser tenida en consideración.
La causa, como pasa en todo buen silogismo, ajeno en este
caso a la tentación de caer en la tautología, pasa de manera inexorable por
entender que la vida que le fue propia a MENDELSSOHN, es completamente
ajena y objetivamente opuesta a la que
en principio se le presupone a cualquier buen romántico que se precie.
Es así que ha venido al mundo nuestro compositor en la
mañana del día que se consagra al Obispo armenio San Blas; en este caso de
1809; en el seno de una familia que para
el caso que nos ocupa, rompe de plano con el canon que a priori se
presupone en tanto que propia para un compositor que haya no solo a triunfar,
sino abiertamente a conseguir un renombre, tanto en el espacio compositivo como
en el de la redacción de Música Romántica.
Hijo de padre y madre banqueros, el padre lo era como tal, y
la madre, tal y como puede entenderse por consideraciones culturales de la
época solo puede acceder a tal consideración en tanto que hija a su vez de
Daniel ITZIG, acaudalado banquero judío que resulto determinante a la hora de
sufragar los negocios nada más y nada menos que de Federico
Guillermo II de Prusia; convergen en
todo caso no ya solo para garantizar una desahogada posición vital, sino cuando
menos para no hacer propiciatorios los eventos que en el terreno que a
continuación exponemos, hubieron de venir.
Será precisamente la confianza propia de semejante desahogo,
unido a unan evidente capacidad para la música, Goethe llegó a decir que
comparar a MENDELSSOHN con MÓZART era como comparar la conversación de un
adulto, con los inocuos balbuceos de un niño; lo que acabará por promediar la
sucesión de acontecimientos que hagan de nuestro autor, un hombre netamente
propiciatorio para la música ya incluso a la hora de ser juzgado por aquéllos
que le resultaron contemporáneos.
Será así el sano componente contextual que rodeó al
desarrollo tanto musical como afectivo del joven MENDELSSOHN, unido a la
certeza demostrada por sus padres a la hora de alimentar las incipientes
pretensiones de un niño cuyo talento, como ya hemos dicho, apuntaba alto desde un primer momento; lo que condicionen
afortunadamente para bien el que será brillante desarrollo de uno de los más
efectistas compositores de cuantos ha dado el XIX alemán.
Y será precisamente de esta sucesión de consideraciones, y
más concretamente de la afición para con los viajes a los que su padre le
incitará, lo que traiga, a modo de efecto colateral, la otra gran variable que
venga a conformar la brillantez del que enseguida dejó de ser proyecto, para
conformarse en realidad compositora. Estamos hablando de la habilidad para
encontrarse, agradar y establecer nexos de continuidad conceptual duraderos con
otras personalidades, como pudieron ser Ludwing Werger, y Eduard Riertzg
Pero será sin el menor género de dudas su encuentro con
ZELTER, el cual acude casi de manera accidental a su vida, toda vez que lo hace
en pos de impartir un par de clases tanto al propio MENDELSSOHN como a su
hermana Fanny; lo que termine por convertirse en uno de los episodios más
importantes de la Historia Vital y Compositora de nuestro Autor.
Constituye por aquél entonces el mencionado ZELTER no solo
uno de los más prestigiosos musicólogos de la época, sino que más bien es el
más importante dominador tanto de la obra como del contexto en el que la misma
se lleva a cabo, nada más y nada menos que de J.S. BACH.
Será así pues el impacto que la mencionada obra causa en
nuestro todavía joven MENDELSSOHN, unido a la tremenda sensación de desasosiego
que en el mismo causa la espectacular Pasión según San Mateo, lo que
venga a componer un escenario en el que no solo la música de nuestro autor se
vea tanto lícita como literalmente afectada, sino que más bien nos permitirá
decir que hará de MENDELSSOHN no solo uno de los máximos defensores y
expositores de la Musica de BACH, sino que sin el menor género de dudas podemos
llegar a afirmar que de no ser por su excepcional trabajo, la obra del genial
compositor de 1750 no se conocería, o al menos no en el grado y con la intención,
con la que la misma se conoce.
Impactado así por la Historia, deslumbrado, aunque sea para
bien por lo clásico, podemos llegar a decir, de nuevo sin el menor ánimo de
exageración, y por supuesto sin riesgo de equivocarnos, que la obra de Félix
MENDELSSOHN BARTHOLDY viene a constituir el contrapunto efectista a
todas y cada una de las consideraciones facilonas que de las pautas que
revierten sobre el romanticismo musical europeo pueden llegar a llevarse a
cabo, confiriendo con ello o tal ves desde ello, un nuevo punto de aproximación
a partir del cual no solo redefinir, sino abiertamente reconsiderar multitud de
nuevos espacios que sirven para encontrar un largo etcétera de recursos a
partir de los cuales seguir disfrutando no solo ahora, sino durante cuando
menos otro par de siglos, de la Música propia del Romanticismo.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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