Vivimos en un país extraño. Sin duda se trata de un país
maravilloso, pero sin duda extraño. Rodeados de belleza que exalta nuestros
sentidos, en contraste con la paz que, hasta hace poco relegaba nuestras
necesidades a un segundo plano, es seguro que, a menudo, no estamos preparados
para comprender, o lo que es lo mismo, para valorar, cuanto de verdad
significan la mayoría de las cosas que a nuestro alrededor acaecen, o cuanto en
nuestro derredor se manifiestan.
Sólo así se conciben descuidos, excesos de confianza u
olvidos imperdonables, como el que se repite, año tras año, en torno no ya de
la figura, sino de la obra musical de Tomás LUIS DE VICTORIA.
Y es así que, embelesados por la esperanza de la felicidad
que sin duda habrá de venir, si no embriagados de la certeza de la que ya
disfrutamos, que nos volvemos terriblemente desagradecidos, incapaces en todo
caso de devolver con gratitud, en forma cuando menos de somero recuerdo, algo a
aquéllos que hicieron que lo que hoy es, en algún momento fuera. Porque lo que
hoy es nuestro presente, en algún instante del pasado no fue, sino deseo o
imaginación de alguien.
Deseo, imaginación, en cualquier caso potencia, que fue convertida en acto
precisamente gracias a la mediación de alguien, muchas veces absolutamente
desconocido para la Historia, quien por otro lado con su esfuerzo y dedicación
postergó hacia el infinito un instante de su presente, gracias a lo cual hoy
tenemos vestigios de nuestro pasado. Retazos, en cualquier caso, a partir de
los cuales conformar nuestra Historia.
Pasado, presente. Historia, recuerdos. Se trata sin duda de
conceptos estructurales que comparten semántica, en tanto que adquieren sentido
igualmente tan sólo en la medida en que se conjugan en torno del elemento que
les dota de significado pleno, el Ser Humano.
El Ser Humano, estructura definitiva, en torno de la cual se
van convirtiendo en realidad todas aquellas cosas que, materializándose en
torno de si, adoptan manera en forma de orden, acudiendo para ello a la otra
esencia, el Tiempo.
Tiempo y Hombre, dos realidades inseparables, a la par que
imposibles de entremezclar. ¿Es el Hombre previo al Tiempo? La verdad es que
poco importa porque, ¿qué o quién habría de computar su paso de no ser el
propio Hombre?
Sin embargo, el Hombre sería un proyecto estéril de no ser
por el Tiempo. Es el Tiempo quien le confiere al Hombre su mayor poder. En
tanto que medidor del instante, le confiere la sensación del presente. En tanto
que constatación efectiva del pasado, le proporciona el respeto hacia lo que
fue, que sin duda determina lo que es. Y como medidor del deseo, le confiere la
responsabilidad del futuro, en la medida en que la hace consciente de la responsabilidad
que requiere la proyección hacia delante en la medida en que quedas determinado
por la medida de tus actos.
Sin esperar muchas concesiones, y lejos de suponer la
creación de grandes desavenencias, bien podría este modelo responder no ya al de
cualquiera de los seres humanos, lo digo porque la estulticia que envuelve
nuestro presente puede convertir en demasiado generosas algunas de las
concesiones que a priori se asumen como competencias propias de muchos de los
que nos rodean.
Mas afortunadamente, no responde a la hora de enfrentarnos a
la intención de describir las acciones de alguno de los que por otro lado han acabado por
erigirse como los grandes señaleros del camino que le conviene seguir a la Humanidad.
El esquema versado hasta el momento, bien podrá utilizarse
con todo su rigor de cara a explicar la relación de la Música Española ,
con el que sin duda se trata de su mayor figura, sea cual sea la época o el
orden musical al cual queramos desearnos.
Nace Tomás LUIS DE VICTORIA en Ávila, en torno a 1548. La
fecha se obtiene de manera indirecta, ya que lo primero de lo que tenemos
constancia es de su ingreso en el Coro de
la Catedral, hecho que acaece en 1597. La costumbre dice que los infantes
ingresaban en la mencionada institución con no más de diez años, de donde
podemos finalmente extraer la conclusión aludida.
En torno a 1598, registrada la muerte de su madre, Francisca
SUÁREZ DE LA CONCHA, el niño LUIS DE VICTORIA, comienza verdaderamente sus
estudios de Canto Llano y Contrapunto, terreno éste en el que demostrará no
sólo aptitudes sorprendentes desde muy joven, sino que rápidamente prosperarán
en él ambiciones creativas y de recombinación de los órdenes conocidos, lo que
por otra parte constituye los preludios de la revolución musical que
preconizará.
Una vez que Ávila no puede aportarle más, marchará a la Roma Jesuita , donde
ingresará en el Collegium Germanicum de
la orden. Hacia
1560, sin abandonar sus estudios, accede a la dirección musical del Órgano de la Iglesia Española
de Santa María de Montserrat, que constituye el Templo Oficial de la Corona de
Aragón en Roma.
A estas alturas, sus ingentes capacidades musicales ya han
sido manifiestas para, por ejemplo, el propio Pallestrina, el cual dispone que sea nombrado como su sucesor al
frente de la capilla del Seminario Romano, en condición ya de Maestro.
En 1572 compone su primer libro de motetes, y un año
después, las reformas emprendidas por el papa Gregorio XIII acaban por elevar a
LUIS DE VICTORIA a la condición de Maestro de Capilla, lo que le proyecta de
manera definitiva.
Desde su nombramiento como sacerdote, hecho registrado el 28
de agosto de 1575, el compositor se envuelve durante siete largos años en un
episodio de gran religiosidad, hecho que compartirá entre otros con san Felipe
Neri.
1585 es el año más prolífico en términos musicales. Además
de las cuestiones netamente cuantitativas, el aspecto cualitativo se ve
revolucionado definitivamente con la publicación de “Officio hebdomae santae”. Se trata de una obra que va más allá de
lo magistral. Se convierte en una auténtica revolución al superar muchos de los
cánones que el momento establecía como inamovibles, estableciendo además
condicionantes nuevos a la hora de colocar los elementos que componen la incipiente teoría del Contrapunto. Es
aquí donde Tomás LUIS DE VICTORIA revoluciona para siempre los esquemas
preceptivos de la concepción estructural
de la Música del momento, para superarlos para siempre, poniendo los cimientos
de la obra que luego consolidarán otros como BACH.
Los funerales de Pallestrina
en 1594 le condicionan para abandonar Roma de manera definitiva en 1595.
Entre 1587 y 1603 será capellán y maestro del Real Convento de las Clarisas
Descalzas de Madrid.
Alcanza por aquel entonces su mejor momento, que se
consolida no sólo en el hecho de ser reclamado por las mejores catedrales de
España, sino más bien por el hecho de ser requerido para la publicación y
recato de sus obras, logrando por ejemplo que en 1600 se publique una
recopilación de las mismas, por la que cobrará 2500 reales, lo que nos da una
idea de su talento y maestría.
Sin embargo, este fue pronto olvidado. Olvidado en los
últimos años de su vida, muere en la noche del 26 al 27 de agosto de 1611, en
Madrid, donde será enterrado, si bien se desconoce el lugar exacto.
A día de hoy, la figura de Tomás LUIS DE VICTORIA sigue
siendo la paradoja preciosa de la ausencia de caridad y respeto que ha
caracterizado históricamente al espíritu
español. Por ello, no es de extrañar que para conocer su obra y figura,
resulte del todo imprescindible acudir, de manera paradójica, a las colecciones
francesas e inglesas.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.