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Mas a pesar de todo, el feliz alumbramiento del que luego
sería bautizado como Luigi Rodolfo BOCCHERINI, acaeció en circunstancias tan
positivas y agradables, como luego agitada sería sin duda su vivencia, y el
catálogo de vivencias que acumularía.
Nacido en Lucca,
provincia de La Toscana, en el seno de una familia imbuida en la Música, no
en vano su madre era bailarina de ballet, en tanto que su padre tocaba el
chelo, si bien con escaso éxito. No obstante, estos acontecimientos se
coordinaron positivamente de cara a permitir que se dieran las circunstancias
imprescindibles para que al menos, el talento del futuro compositor fuera
rápidamente reconocido, y a la sazón protegido. Además de esto, su padre
asumió, como en tantas otras ocasiones, la labor de formar al niño, si bien en
este caso no se observan las por otro lado tan repetidas situaciones en las que
la figura paterna no hace sino arrojar sobre el infante la obligación de saldar las cuentas que a menudo se hallan
pendientes en forma de frustración. De manera sorprendente, sobre todo por
la época en la que nos encontramos, tanto el joven Luigi, así como todos sus
hermanos y hermanos, pueden gozar de la fortuna de decir que fueron educados en
una familia sorprendentemente ilustrada. Es
como si las influencias de Rousseau y sus maquinaciones educativas hubieran
alcanzado de alguna manera a la familia BOCCHERINI la cual, de manera brillante,
puso en práctica los principios pedagógicos que el erudito francés había
establecido en la que se trata de uno de los más antiguos, si no realmente del primer compendio de teoría educativa
didáctica de la historia, Nos estamos refiriendo, qué duda cabe a la obra Emilio , o
de la Educación. Sin embargo, tal relación es imposible, si pretende ser trasladada al
plano causa-efecto, en tanto que no fue publicada hasta 1762.
Sea como fuere, los acontecimientos se ordenan de tal manera
que con catorce años, protagoniza su primer concierto, no podía ser de otra
manera, de violonchelo. El hecho es trascendente, y lo es por varios motivos.
En primer lugar, el violonchelo es, en estos años, un instrumento vilipendiado.
Subyugado por la fuerza de otros componentes de la cuerda, e incapaz de luchar
con ellos en materia por ejemplo, de elegancia, el cello asume de manera silenciosa su papel. Así, acostumbrado a
permanecer en un segundo plano, acompañando la brillantez de los otros
componentes de la cuerda, y lo que es
mucho más injusto, a menudo tapando por superposición de tono los errores que
éstos cometen; el violonchelo espera paciente su ocasión, la que le proporcione
aquella obra que permanece aún en la metáfora
de obscuridad que para la música se constituye en el silencio.
Y la oportunidad se materializa en aquel mismo concierto.
Impactando a propios y extraños, el niño BOCCHERINI es enviado a Roma, donde
estudia con Giovanni Battista CONSTANZI. Allí será donde se empape de las obras
y, lo que es más importante, de los métodos y proceder de los grandes como
PALESTRINA y el mismísimo ALLEGRI. Verá su alma inflamado por obras como el Misserere,
Todo esto cambiará de manera irrevocable tanto su vida, como
la percepción que del mismo tiene. Y así, aunque jamás perdió el contacto con
la familia, a pesar de conseguir en Viena plaza a sus hermanos en el cuerpo de baile, la verdad es que sus
impulsos acaban por manifestarse. Se sabe un músico con talento, y, lo que es
más, competente para revolucionar el concepto de la que por entonces se
empezaba a denominar Música Galante.
En viva relación con la Música
de Cámara, en la que influiría de manera definitiva; precursora sin lugar a
dudas del Movimiento Romántico que está
por llegar, la Música
Galante se establece, y lo hace por méritos propios, como
uno de los más importantes alcances que en el terreno de la cultura nos
proporciona el siglo XVIII. Surgido en término conceptuales como contraposición
al exceso del que ha hecho gala el movimiento Barroco, dominante por antonomasia, el Estilo Galante se apoya en elementos que podríamos denominar
contrapuestos respecto de éste. Así, además de concebir frases más largas, no obstante redunda manifiestamente en la
coherencia de las mismas, pudiendo con ello prescindir del exceso de graves del que hasta el momento se había hecho gala
imprescindible, de cara a lograr el subrayado de momentos principales de la obra, para lo cual ahora se usa la propia
fuerza de la frase.
Como quiera que sea, todo esto coloca BOCCHERINI en una
posición francamente ventajosa, en tanto que todo ello redunda en la mejora
situación de la que parte la cuerda, así
como las formaciones musicales que le son propias. Dotado para la Música de Cámara, y en especial para la
composición y ejecución de Cuartetos, en 1768 se cruza en su vida Joaquín
Anastassio de Pignatelli. Embajador de España en Francia, Pignatelli se
entusiasma con la interpretación del Cuarteto
nº1 que el músico ha ejecutado en París. Le aclama, le ayuda, y le promete
que se encargará personalmente de que la pasión que él mismo siente, sea
comprendida en la Corte de España.
Pero las aguas en España no están para cuartetos.
En 1769, BOCCHERINI llega a Madrid, donde ha sido nombrado violonchelista y maestro de cámara del
Infante D. Luis Antonio de BORBÓN. Nacido en Madrid, el Día de Santiago de
1727, El Infante D. Luis es hijo de Felipe V, lo que le convierte en potencial
heredero al Trono del Imperio Español; y de Isabel de FARNESIO, con la que Felipe había
contraído segundas nupcias en lo que sin duda había sido otro más de los
ejercicios de estrategia en los que se convertían las denominadas alianzas matrimoniales, máxime si
tenemos en cuenta la disposición a heredar territorios y mando en Italia.
En tanto que Luis seguía todos los acontecimientos de lejos,
su padre maniobraba para destinarle a la vida
eclesiástica, y para ello no dudaba en negociar incluso con el Sumo Pontífice. Así, Felipe V logra con
el tiempo que se nombre al joven Luis Cardenal Arzobispo de Toledo, e incluso
Arzobispo de Sevilla, a pesar de las manifestaciones en contra que para ello
existían de los que citaban ciertos acuerdos ratificados en el Concilio de Trento.
Mientras el tiempo sigue su curso, y con ello los
acontecimientos van disponiendo. Los hermanos y hermanastros del Infante D.
Luis van falleciendo, o se quedan sin descendencia. Hasta que el orden sucesorio llega a Carlos, que
gobierna como Carlos I. Ordenados los acontecimientos, así como la forma en la
que los mismos han tenido a bien acontecer, Carlos ve en Luis a un potencial
enemigo al trono. Éste ha abandonado las actividades eclesiásticas en 1754.
Llegado ese momento, el ahora Rey Fernando VI ha dispensado a Luis de sus
obligaciones sacras en virtud de lo leído en una misiva que el mencionado ha
enviado, en la que se cita “aspira a una
mayor tranquilidad de su espíritu, y seguridad de su conciencia.” Pero la
realidad es otra, placeres como la caza, los derivados de la práctica de la
esgrima, construyen para el Infante D. Luis acicates de vida a los cuales no
está dispuesto a renunciar. Y además, su gusto por la belleza en la mujer le
perturba de tal manera que no está dispuesto a aceptar una forma de vida que le
prohíbe específicamente acceder a los placeres que las mismas le prometen.
Todo esto constituye el principio definitivo de los
problemas de Luis, problemas que contagiará a los que lo acompañan, incluyendo
por ejemplo a nuestro protagonista. Las causas hay que buscarlas en la
redacción de la Ley
Sálica. En
su redacción original de 1713, ésta impide de manera concisa el acceso al trono
de España a cualquier heredero que no haya nacido en España, y los herederos
del por entonces Rey no cumplen con el requisito.
La solución es magistral, y es tomada de manera radical.
Luis es objeto de un matrimonio
morganático el cual, al ser por definición la elegida perteneciente a un
categoría nobiliaria inferior, deja al contrayente fuera de cualquier aspiración
lícita al trono. Y para mayor seguridad, se obliga a los contrayentes a firmar
un documento que deja igualmente fuera de la aspiración a la Corona a sus
descendientes. Como muestra de la violencia
conceptual del documento, los hijos no podrán ni tan siquiera hacer uso de su
apellido Borbón, viéndose obligados a usar el de su madre María Teresa de
Villabriga y Rozas, hija de un Conde, camarero del propio Rey.
De ahí al exilio, primero por Madrid, para acabar en Arenas
de San Pedro, Ávila, donde morirá finalmente el 7 de agosto de 1785, amargado
por la convicción de que su hermano se encargaría, como así hizo, de segregar a
toda su familia, en pos de seguir evitando un conflicto que cuestionara, si no
su sucesión, si probablemente el sostenimiento de sus herederos en la línea
sucesoria.
Y junto a él grandes como Goya, pero ninguno tan fiel como
BOCCHERINI el cual, convencido de sus obligaciones, sería capaz de componer en
Arenas de San Pedro una de sus mejores obras, que a la par se convertirá en una
de las obras culmen de la cuerda en
España. Nos referimos a la Música Nocturna de las Calles de Madrid.
Pero la muerte de su gran valedor le deja sólo y, por qué
negarlo, incapacitado. Las cuestiones de corte son poco acordes para su música,
la cual no se comprende. Por ello muere sólo y arruinado, en Madrid, el 29 de
mayo de 1805, dejando un legado magistral tanto en composición, como en
concepción de la Música.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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