sábado, 17 de diciembre de 2011

BEETHOVEN, EL ESLABÓN QUE FALTA PARA ENTENDER MÁS QUE UN SIGLO.


A la hora de catalogar el gusto por la música clásica, muchos son los que aparentemente presentan dificultades. Sin embargo, matices, sutilezas y cualquier otra cortapisa queda enmendada desde el momento en el que rehacemos el concepto, y decimos aquello de “concepto de la música clásica una vez fallecido L. v BEETHOVEN.

Sin entrar en disquisiciones conceptuales, metódicas o de estilo, nadie podrá negar, haciéndolo de manera científica, que el mundo de la composición clásica se activa en 1685, con el nacimiento de BACH, y se retira, al menos en algunos de sus aspectos fundamentales, tras la muerte de BEETHOVEN, en 1827. En medio, a modo de árbitro y displicente, la figura del otro ingente, W. a. MOZART.

Cuando el diecisiete de diciembre de 1770, en Bonn, por aquél entonces todavía territorio del Sacro Imperio Romano Germánico, veía la luz Ludovicus van BEETHOVEN, pocos, con excepción hecha de su padre, podían anticipar en él los atisbos del ingente músico y creador en que se convertiría.
Nacido en el seno de una familia absolutamente humilde, el joven Ludwin se ve rápidamente inmerso, muy a su pesar, en la corriente absorbente que a su alrededor desencadena su padre, un hombre víctima del alcohol que, partiendo de las conceptualizaciones musicales que hará su propio padre, el abuelo de Beethoven, que en su momento formó parte del coro de Corte Electoral de Colonia; llegará a la conclusión estrictamente personal de que, si Mozart con siete años componía triunfalmente, su hijo también podría hacerlo.
De esta manera, el niño es víctima de un acoso musical terrible. Primero será su propio padre quien gestione la formación, pero en cuanto esta da sus frutos, y las capacidades del joven Beethoven despuntan, se hace imprescindible la contratación de un maestro.
La tarea recae en Cristian Nottfol Neefe, persona que resultará fundamental en la vida del genio que hoy traemos a colación no ya sólo por la sólida formación musical con la que le dota; sino más bien por tratarse de la primera persona que realmente supo atisbar las verdaderas capacidades del todavía niño. No se trata sólo de que NEEFE formara sólidamente al niño, que lo hizo, se trata más bien de la labor de propaganda que entre la nobleza primero, y el clero después, llevó a cabo de su pupilo. Así, en 1782, con un Beethoven de apenas once años, NEEFE escribió en una revista de Música: “de continuar así, no dudo de que estamos ante el nuevo MOZART.”

La acción de su maestro resulta fundamental para que el joven acceda como Músico a la Corte del Príncipe Elector del Sacro Impero Maximiliano Francisco, hecho éste que, además de proyectarle de largo como músico, le posiciona de cara a los viajes por Austria, que se convertirán en fundamentales para BEETHOVEN. El primero de ellos, en 1787, se convertirá en la necesaria escapada que pone fin a la presión familiar. Además, gracias a las ingentes recomendaciones, accederá a un talentoso elenco de figuras en el campo de la música, pero también de la Filosofía y principalmente de la Literatura, que renovarán definitivamente su forma de concebir el mundo, abriéndole a nuevas perspectivas que pronto explorará con su música.

Todo esto, unido a su inagotable talento, le abrirán pronto las puertas del éxito, Se acabó el dar clases, o el tocar en pago. Ahora la flamante y emergente aristocracia se subasta sus obras, así como sus ejecuciones tanto como intérprete como a modo de director. La nueva clase, los banqueros centro europeos, ven en él y en su nueva música, que cabalga entre el clasicismo para finalizar en el romanticismo; las nuevas formas de la nueva época que sin duda se está gestando.

A todo esto, Europa bulle en grito de Revolución. La desencadenada en Francia, con Napoleón a la cabeza, posiciona a las emergentes Cortes Europeas. Así, mientras Alemania y Gran Bretaña se preparan para dar la batalla a Francia, y parar así en sus propias tierras el afán renovador que la Revolución puede acabar por llevar peligrosamente hasta sus poderosos imperios; otros derivados de la segregación del propio Sacro Imperio Romano ven en el afán revolucionario su tabla de salvación.

A título personal, el propio BEETHOVEN no negará nunca su afecto por los movimientos revolucionarios. Abiertamente considera en público su aprecio por Napoleón y sus tesis. Sin embargo, su incipiente sordera, evidente a partir de 1801, viene a coincidir con el hecho de que Napoleón se nombre a sí mismo Emperador. Esta circunstancia desencadena la ruptura no ya con los argumentos, sino con la persona, lo que se pone de manifiesto con la anécdota de que el propio compositor arranca la primera página de la Sinfonía nº 4, Heroica, porque contenía el nombre de Napoleón.
Esta sinfonía es una muestra del talento y del genio creador del maestro. No sólo dura el doble de lo habitual en una sinfonía, sino que su primer movimiento, dura más de veinte minutos, algo impensable hasta ese momento. Pero más allá de eso, la virtud de la obra se encuentra en el hecho de suponer el anticipo del que será el romanticismo musical. Su segundo movimiento, una marcha fúnebre, dará pie al tremendo hecho según el cual, al enterarse de la muerte de Napoleón Beethoven vino a afirmar que él se había anticipado a la misma creando la música que acompañaría tan triste catástrofe.

Así, su extensa creación, que abarca todos y cada uno de los campos de lo clásico, revolucionan de manera imprescindible la música, cambiando acciones contemporáneas, y anticipando otras futuras.

Finalmente, en marzo de 1827, la muerte le alcanza. De nuevo, la figura de MÓZART se hace presente en la medida de que si en el caso de éste Adsrael se encuentra a solas con él, en el caso de BEETHOVEN la muerte le encontrará rodeado de amigos,
Será enterrado el 29 de marzo, celebrado su funeral en la Iglesia de la Santa Trinidad. En el oficio sonará el Requien en Re Menor de MOZART. Además, se encontrará el Testamento de Heiligenstadt, documento redactado en 1802, y que revelará mucha información sobre la parte más atormentada de la vida personal de L. V. BEETHOVEN.

Luis Jonás VEGAS.

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