![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjG-JpDHr9vthDXPKLjj6EAKeHN5qbSKVMOUIZXRy-6QfjM3toopKBFrU1DZ9f7A3yePoNwvWEU2FVWCR2iawPl72dXvtynw3lPp9y4PfzgxhnUziBuO_W0Kq-YjwinRlRP4WcwNiKVEuc/s320/caballe.jpg)
El nacimiento, el doce de abril de 1933 en Barcelona, de Monserrat Concepción Bibiana CABALLÉ, constituye el detonante obvio de uno de los acontecimientos más trascendentales de los acaecidos en todo el pasado siglo XX en lo atinente al Bell Canto, no sólo atendiendo a considerandos nacionales, sino, qué duda cabe, a los internacionales.
Junto a las evidencias que pueden desprenderse de lo propio de la época en que se produce el alumbramiento, unido a la humilde condición de la familia, convierten si cabe en más importante el esfuerzo que hubieron de llevar a cabo tanto la propia Monserrat, como evidentemente la familia, esfuerzos encaminados la canalización formal de unos atributos y una predisposición para la música que la joven mostraba de manera más que evidente. Gracias a la equilibrada disposición de todos estos elementos, Monserrat CABALLÉ logra finalizar sus estudios musicales tras doce años de incansable labor, en el transcurso de los cuales, junto a la especial predisposición para el bel cantístico, rama técnica de la interpretación lírica especialmente destinada a la ejecución de ópera en general, y oratorio y lied en particular; se puso igualmente de manifiesto su gran capacidad de trabajo, fundamentado en la ingente capacidad para el sufrimiento desde la humildad.
Si bien el hecho que justifica traer hoy aquí a colación a tan insigne intérprete pasa por el indefectible hecho del homenaje del que fue objeto el pasado siete de enero, con motivo de la conmemoración de los 50 años de su estreno en el Teatro del Liceo de Barcelona, con el papel principal de la Ópera de Strauss, Arabella de R.STRAUSS, lo cierto es que el estreno de la CABALLÉ sobre las tablas del Liceo, tiene lugar el trece de abril de 1953, donde en el transcurso de una gala de fin de curso, interpreta Il Ciarlatano.
Pensar que la carrera de la soprano ha estado siempre saludada por el éxito, constituiría un absurdo, a la par que injustamente le restaría a la misma preponderancia. Así, tendrá que ser tras acumular varios fracasos, que la cantante decida emigrar fuera de España, constituyendo en este caso en la ciudad suiza de Basilea su refugio. Allí es oída por el Director del Teatro Comunal de la Ópera, quien la designa como principal en La Flauta Mágica, hecho que acontece el 1957. Si bien el suceso es importante en sí mismo, conlleva el salto a otros papeles, como serán La Boheme, ese mismo año.
Una vez activada definitivamente la carrera de intérprete, ésta comenzará a prodigarse por todo el mundo, si bien, haciendo gala del compromiso que en todo momento ha mantenido para con su tierra natal, se presentará puntualmente año tras año para estar presente en todas y cada una de las Temporadas de Ópera del Gran Teatro del Liceo de Barcelona.
Así mismo, esto no será óbice para no poder igualmente decantarse por las satisfacciones qué, llegado ese momento, le empezarán a llegar procedentes de sus compromisos internacionales. Sin embargo, todo esto habría tan sólo permitido consolidarla como una más, en el largo elenco de intérpretes del Bell Canto.
El gran acontecimiento diferenciador tendrá lugar el veinte de abril de 1965. con el Carnegie Hall de Nueva York a rebosar, la titular de la obra, la Soprano Marilyn Horne sufre una indisposición que hace del todo imposible su aparición en escena. Es la ocasión de Monserrat CABALLÉ.
El papel de Lucrecia Borgia en la obra de G. Donizzeti alcanza en la tesitura y la técnica de Monserrat un nivel hasta entonces desconocido. A ello hay que añadir la habilidad de dramatización que presenta la intérprete. El resultado es inmediato a la par que evidente, más de media hora de ovación, y unas críticas inmejorables en todas las publicaciones al uso del país.
A partir de ese momento, se prodigan los papeles. La Traviata, Salomé, Aída tienen siempre cabida en el dilatado repertorio de una intérprete incansable para el trabajo, a la vez que inaccesible para el desaliento. Todas estas cualidades, unidas a su capacidad para el trabajo incansable, la llevan al dominio de una técnica que le faculta para acceder a registros inaccesibles para la mayoría de sopranos, lo que unido a su trabajada técnica le llevan a manejarse con soltura en papeles de obras de autores tales como Wagner o el propio Strauss, desconocidos para otros. En términos cuantitativos, el catálogo de personajes interpretados supera la cifra de los ochenta.
Todo esto consagra definitivamente a Monserrat CABALLÉ como una de las más importantes intérpretes de Ópera no ya del panorama nacional, sino del mundo. Prueba de ello son sus distinciones, que superan a lo meramente artístico, ya que van desde El premio a la mejor cantante del mundo en Nueva York, obtenido en 1968. La medalla de oro del Teatro de 1972, hasta la obtención de la medalla comendadora de las artes y las ciencias de la Academia francesa.
En la actualidad, su participación activa en la UNESCO, junto a su actividad en pos de la mejora de las condiciones de vida en el mundo, constituyen su mayor acicate.
Por ello, desde aquí unimos nuestro aplauso a los recibidos por merecidos en ese homenaje recibido con motivo de la conmemoración de los cincuenta años de estreno en el Gran Teatro Liceo de Barcelona.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario