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Si bien es cierto que no podemos dejar pasar la ocasión de conmemorar el 256º Aniversario del nacimiento del ingente W.A. MÓZART, no lo es menos el hecho de que hacerlo limitándonos a desplegar una más de las infinitas revisiones que de su biografía existen, constituiría, además de una burla a la originalidad, un desmán respecto de las ingentes posibilidades que otros aspectos nos proporcionan.
Si afirmar que el contexto histórico y situacional constituye la piedra angular respecto de la que se articulan tanto la vida como la obra de cualquier autor clásico, semejante afirmación alcanza, referida a MÓZART, un sentido difícil de conceptualizar. Resulta que intentar explicar la vida y la obra del ingente compositor, es imposible sin proceder previamente con el análisis, para nada somero, de los acontecimientos sociales, políticos e incluso religiosos, que se dieron en torno a la segunda mitad del siglo XVIII, y en torno a los cuales estableceremos el franco binomio en base al cual, su vida y obra serían inconcebibles enmarcados dentro de cualquier otra época.
Su nacimiento, enmarcado dentro de los primeros compases de la segunda mitad del siglo XVIII, veintisiete de enero de 1756 para más seña, queda rápidamente inscrito dentro de los tiempos pre.revolucionarios. Así mismo, la especial ubicación que, en términos de estrategia añadida a la politología podría desprenderse de su nacimiento en el por entonces mismísimo centro del Sacro Imperio Romano Germánico, bien podría venir a anticiparnos una pista desde la cual proceder con una reconstrucción fiable de lo que podría haber sido la vida del autor.
El siglo XVIII, sobre todo en su segunda mitad, y qué decir de sus postrimerías, se erige como el valuarte en torno al cual comprender los movimientos a partir de los cuales se vehiculan los planteamientos que terminan por confeccionar el teatro de operaciones desde el cual concebir
El cúmulo de cambios estructurales que paulatinamente irán viendo la luz a lo largo del mismo, conforma un marco nuevo en el que todos y cada uno de los pilares fundamentales que constituyen la unidad tratada, a saber Economía, Sociedad, Política y Religión, sufren un vuelco de tamaña magnitud que, podemos afirmar sin demasiada conjetura, modifican sin posibilidad de vuelta atrás el marco del Sistema, emplazando a los contemporáneos de manera inexorable, a una nueva Realidad.
En términos económicos, el definitivo auge de una todavía reciente realidad social, cual es la burguesía urbana, provoca la rápida implantación de una nueva realidad, cual es la del asentamiento definitivo de un grupo económico que, procedente de la revolución urbana del siglo XIV, reclama con fuerza una posición. Lo novedoso de la situación se muestra cuando su constitución económica, derivada del análisis de la procedencia de sus riquezas, demuestra la imposibilidad de agruparlos rápida y fácilmente dentro de un nuevo apartado de
En definitiva, se hace imprescindible la adopción de un nuevo término, el de Burguesía Urbana, destinado a acoger a esta nueva realidad, que por otro lado resultará imprescindible a la hora de conjeturar los cambios que se avecinan.
Entramos así de lleno en una nueva Sociedad. La que procede de comprender unos cambios que se suscitan desde el momento en el que se hacen imprescindibles explicaciones innovadoras a partir de las cuales conjeturar un nuevo mundo, el que procede de comprender que los cánones vigentes son obsoletos.
La Burguesía, demasiado rica para ser chusma, y sin carácter dinástico para ser nobleza, verá en la Cultura un arma imprescindible en pos de conceptualizar de manera asequible su verdadera naturaleza. De ésta manera, los movimientos Ilustrados, que a la sazón promueven la gran revolución a partir de la consignación de que el poder absoluto del Rey no puede encontrarse amparado en su vínculo para con Dios; se erigen en el arma definitivo que metafóricamente cortará la cabeza de las Monarquías Absolutas.
La aparición de elementos como Rousseau, el cual promoverá activamente semejante revolución, introduciendo la variable de la acción del Parlamento como vehículo que reste poder al monarca, constituirá la piedra a parir de la cual intuir el asentamiento definitivo del Despotismo Ilustrado a saber el primer ejercicio verdaderamente argumentado en pos de restar poder al monarca.
Si bien resulta evidente que las pretensiones originales del político y filósofo francés no eran tan idílicas, no es menos cierto que la manipulación que de una y otra parte realiza, acaban por conformar de manera realmente válida una nueva realidad impensable poco antes, y que nos lleva de aquél ·”El Estado soy yo”, a un menos problemático “Todo para el Pueblo, pero sin el Pueblo.”
Lo más importante de todo, radica en una circunstancia a la que tal vez no se le ha prestado la suficiente atención, a saber, las nuevas formas de hacer y de entender que desde la nueva clase social se van imponiendo. A saber, hasta éste momento, las revoluciones constituían actos en los que se disparaba primero, y se preguntaba después. Intrigas, manipulaciones y asesinatos, daban pie a guerras que desgajaban territorios y sociedades. La causa, el carácter bipolar de la Sociedad, convertía en irreconciliables las posturas de unos frente a las de otros. Sin embargo, la aparición de ésta nueva realidad social aporta una nueva visión, si cabe además más pragmática, en tanto que su reciente llegada la deja libre de odios intestinos.
Además, el hecho para nada ilusorio de que su riqueza proceda del comercio, hace fuerte al máxima de que lo peor que hay para sus negocios es la guerra en sí misma.
Es así que la entrada en acción de
Y como prueba manifiesta y si cabe más que gráfica, cabe citar el colapso que se origina a partir de la ruptura entre El monarca y Dios, o mejor dicho entre las decisiones de gobierno, y su aparente infalibilidad en tanto que procedentes de alguien cuya autoridad está, supuestamente sancionada por Dios.
Con todo ello, podemos afirmar de manera definitiva que la corriente innovadora que la Música de MÓZART constituye, se encuentra así mismo enmarcada dentro de una serie de cambios estructurales que se van produciendo a medida que el propio genio se va desarrollando, acompañando con ello de manera inexorable tal desarrollo, y marcando de manera definitiva todos y cada uno de los cambios que le son propios.
De ésta manera, los viajes que MÓZART lleva a cabo por las cortes europeas, mostrando sus creaciones, que llevan implícita su originalidad genial, acaban convirtiéndose en catalizadores que permitirán a las clases que acceden a su música comprender paulatinamente los cambios que se están preconizando.
De esta manera, la originalidad del compositor, no es sino el anticipo genial de una nueva Realidad, de un Nuevo Mundo.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.